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Un glorioso aniversario En estos días se cumple el 70 aniversario de la Batalla de Inglaterra, uno de los momentos decisivos en la historia del siglo XX. En el verano de 1940, el Tercer Reich, encabezado por Adolfo Hitler, controlaba toda Europa. No había país que no hubiera sido conquistado por los nazis, fuera un aliado o se mantuviera neutral. Todo el norte de Africa se había convertido en zona de influencia alemana y la mayoría de los países árabes simpatizaban con Hitler. Estados Unidos mantenía una posición de neutralidad. Sólo Inglaterra separaba a Hitler de la conquista del mundo. En mayo de 1940, el gobierno de Chamberlain fue depuesto y Winston Churchill se convirtió en Primer Ministro de Gran Bretaña. En un famoso discurso anunció que sólo podía ofrecer “sangre, sudor y lágrimas” pero que estaba convencido en la victoria final sobre el imperio nazi. ¿Fue Churchill personalmente responsable de la salvación de Gran Bretaña? ¿Fue decisiva su dirección para su supervivencia y eventual victoria? La gran mayoría de los historiadores lo estima así. Había sido el único político británico que había estado denunciando el peligro que significaba Hitler, y había sido un feroz opositor del Pacto de Munich. Su decisión y su elocuencia galvanizaron al pueblo británico y lo llevaron a la victoria. Tras la fulminante derrota de Francia, el estado mayor alemán había preparado la Operación Seelowe para la invasión de Inglaterra. El único obstáculo a superar era el Canal de la Mancha, el brazo de mar del océano Atlántico que separa el noroeste de Francia de la isla deGran Bretaña. El nombre no es más que una mala traducción del francés, ya que La Manche vendría a significar realmente 'La Manga', puesto que es la misma palabra que se emplea para designar a la parte de la camisa dentro de la cual se mete el brazo. Su punto más estrecho está en el paso de Calais, donde sólo 32,55 km de distancia separan Dover y el cabo Gris-Nez. Hitler pensó que un intenso bombardeo de Inglaterra quebrantaría la moral de los británicos y los llevaría a demandar la paz. De aquí la Operación Adlerangriff, el ataque de la Luftwaffe contra Inglaterra. Fue un colosal error de apreciación. Los ataques sólo consiguieron fortalecer la determinación de los británicos. La batalla se desarrolló en varias etapas. Inicialmente, la Luftwaffe trató de hacer que los ingleses lucharan sobre el Canal atacando los barcos. Cuando la Real Fuerza Aérea (RAF) rehusó luchar por los barcos, Goering decidió destruir las bases meridionales de los cazas, de haberlo conseguido, no cabe duda de que se hubieran lanzado una invasión con buenas posibilidades de establecer una cabeza de playa en Kent o Sussex y conquistar la isla. La superioridad del ejército alemán era simplemente abrumadora. Los Spitfire y los Hurricanes de la RAF, sin embargo, defendieron victoriosamente sus aeródromos e infringieron grandes pérdidas a las formaciones alemanas. Esto fue decisivo. El 20 de agosto, Churchill le rindió su famoso tributo en el Parlamento cuando dijo: “Nunca en la historia de los conflictos humanos, tantos le han debido tanto a tan pocos”. Poco después, un furioso Hitler ordenó bombardear Londres y otras grandes ciudades inglesas. Fue el famoso blitz, que empezó el 7 de septiembre, cuando la Luftwaffe lanzó 348 bombarderos escoltados por 617 cazas que dejaron a Londres envuelto en llamas. Aun en medio de la noche se podía leer un periódico. Aunque muchas otras ciudades fueron bombardeadas, sobre Londres cayeron más de 275,000 bombas, muchas de ellas incendiarias. Al final del blitz, unas 300,000 casas habían sido destruidas o gravemente afectas, 20,000 civiles habían muerto y hasta el Parlamento quedó gravemente dañado. Pese a lo desesperado de su situación, los ingleses contaban con varias ventajas importantes. Al volar sobre Inglaterra, todo piloto alemán derribado era muerto o tomado prisionero mientras que los británicos, si no habían sido heridos, pronto podían tomar otro avión y reincorporarse al combate. Los británicos, además, habían desarrollado el radar que permitía seguir a los aviones que venían. Como si fuera poco, habían descubierto el sistema del Enigma, la máquina que cifraba las transmisiones alemanas, lo que les permitían conocer sus mensajes. En esas condiciones, la invasión de Inglaterra tuvo que cancelarse y Hitler decidió acometer la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética. Churchill le advirtió de la misma a Stalin, que tenía un pacto de amistad y no agresión con Alemania, el Pacto Molotov-Ribbentrop de 1939. Stalin no lo creyó y las tropas nazis llegaron a pocas millas de Moscú. Este aniversario me hace recordar que, tras su acceso a la presidencia, la embajada británica le mandó a Obama un busto de Churchill. Obama lo devolvió. Churchill, para él, no era más que un viejo imperialista. Es difícil encontrar un mejor ejemplo de las limitaciones culturales del presidente y de su acendrado izquierdismo. La imponente figura de Churchill, por supuesto, sólo hace crecer con el tiempo. Es muy probable que a Obama le pase exactamente lo contrario.
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