La batalla por Elián:
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Adolfo Rivero Caro
Una de las primeras planas de El Nuevo Herald de mayo me puso de excelente humor. Llevaba varios días leyendo reportajes donde ciertos periodistas, con frustrada vocación de enfermeros, aconsejaban a la comunidad cubanoamericana sobre como "sanar" (to heal) supuestas heridas y traumatismos, casi mortales, recibidos en la batalla por Elián. Esta, a su vez, era calificada unas veces de "debacle" otras de desastre y creo que hasta de Armagedón. Todo, debido a un supuesto catastrófico empeoramiento de la imagen de la comunidad cubanoamericana a los ojos del pueblo americano en general. "Esto puede afectar las inversiones en Miami," comentaba un preocupado empresario, citado por uno de esos periodistas enfermeros.
Pero el domingo, la primera página de El Nuevo anunciaba a todo titular la construcción de cinco nuevos hoteles de cinco estrellas en Miami. Por dentro, y más discretamente, se informaba que en el edifico del Omni se iban a concentrar las nuevas empresas dedicadas al comercio en la Internet, las famosas "punto com". Y otro reportaje mencionaba la fiebre de instalación de cables de fibra óptica en el sur de la Florida, necesaria infraestructura de la revolución informática, ya que Miami es la puerta al futuro comercio electrónico con América Latina. Difícil imaginar respuesta más sencilla y contundente al supuesto "desastre."
Porque, ¿cómo es esto posible? ¿Será que esos inversionistas no leen The New York Times y The Washington Post? ¿No consultan Times y Newsweek? ¿No ven CNN? ¿No saben de la presencia de una comunidad cubanoamericana en Miami? ¿Ignoran que esa comunidad no respeta la ley, desafía a las autoridades y tiene una patológica fijación con un popular gobernante hispano llamado Fidel Castro, conocido por su amor a los niños?
O, quizás, es que ellos sí están bien informados. Y que, precisamente por eso, es por lo que están dispuestos a invertir cientos de millones en Miami y el sur de la Florida.
La verdad es que no ha habido ningún desastre. Hemos luchando apasionadamente por la libertad, y la felicidad de un niño. Y, en esa lucha, hemos chocado frontalmente contra el comunismo y sus viejos simpatizantes. ¿No es una causa justa? ¿Y desde cuándo las causas se miden por su popularidad? Hay que luchar por lo que es justo, y tener confianza en que lo que es justo se hará popular. No es fácil. Pregúntenselo al presidio histórico. Lo moral nunca es fácil.
¿Será acaso que el problema cubano nos ciega? Nada de eso. Nos han defendido con tenacidad y energía, los editoriales de periódicos tan importantes como The Wall Street Jornal, del británico The Financial Times y The Washington Times. Se han batido de nuestro lado revistas tan prestigiosas como National Review, The American Spectator, Insight, The American Enterprise y The Weekly Standard, entre otras. Los mejores columnistas de Estados Unidos, George Will, Charles Krauthammer, Thomas Sowell, William Buckley, Norman Podhertz, Mona Charen, Linda Bowles, David Horowitz, entre muchos otros, nos han defendido furiosamente en un artículo tras otro. (Ojalá los pudiéramos leer en El Nuevo Herald y no sólo en Internet.) Rush Limbaugh, el "rey de la radio"con sus 20 millones de oyentes, nos ha estado defendiendo una semana tras otra. Exasperado, llegó a decir que tenía muchos idiotas entre sus radioyentes porque no acababan de comprender que no se trataba de un problema de derechos paternos. No, no estamos locos. Y, si lo estamos, estamos my bien acompañados.
¿Cuándo habíamos podido movilizar anteriormente el talento de tantas figuras nacionales a nuestro favor? ¿Cuándo se ha discutido tanto, en el ámbito de todo el país, el problema de Cuba? En realidad, nos hemos convertido en los héroes del movimiento conservador americano. Es ridículo plantear que se ha desviado la atención de la represión y de la disidencia. Si el régimen cubano encarcela, mata o hambrea a su pueblo, la noticia merece, en el mejor de los casos, una breve mención en la gran prensa liberal.
En nuestra comunidad, el único desastre lo ha sufrido el Partido Demócrata. Y ese es, por cierto, el oculto sentido de la supuesta preocupación por nuestro "desastre". Porque si realmente ha habido un "desastre" es que se debe de haber cometido algún gran error. Y quizás toda esta batalla por Elián haya sido ese error. Y, si lo ha sido, entonces también lo ha sido considerar al Partido Demócrata como nuestro enemigo. Terrible injusticia. Pero no importa porque los demócratas están dispuestos a perdonarnos. Eso es lo que significa "curar las heridas", el famoso "healing". Si reconocemos que la batalla por Elián fue un gran error, los demócratas están dispuestos a dejarnos votar por ellos.
Esto no significa que no tengamos que seguir luchando para ganarnos a la masa del pueblo americano que vota demócrata. No es nada imposible. Después de todo, ese mismo pueblo fue el que eligió a Reagan y a Bush, y en 1994 eligió un Congreso republicano. Y es muy probable que George W.Bush sea el próximo presidente de Estados Unidos.
Hemos cometido errores. Los que se ha cometido en esta batalla y otros, más profundos y más difíciles de rectificar. Lo que realmente afecta nuestro prestigio nacional, y con toda razón, es elegir a ladrones y corruptos porque son cubanos. Que se tome la pasión por Cuba para encubrir miserias. Pero eso no tiene nada ver con forma sino con contenido, y no es un problema de "imagen" sino de substancia. Ojalá que ésta sea otra de las lecciones que hayamos aprendido en nuestra batalla por Elián.