El poder sindical y el efecto Christie
Después de expandir durante décadas su influencia política, los
sindicatos enfrentan el poco interés de los electores debido a
que propugnan impuestos altos.
En el 2009, en medio de la carrera electoral para gobernador en
Nueva Jersey, el sindicato de maestros del estado realizó una
encuesta entre sus miembros y descubrió que sólo una estrecha
mayoría prefería al candidato que la organización sindical
respaldaba: a Jon Corzine, gobernador en funciones, en vez de al
republicano Chris Christie. Según documentos filtrados en
noviembre por la Agencia de Inteligencia de la Educación, el
atemorizado sindicato, la Asociación de Educación de Nueva
Jersey (NJEA), entró en acción con una campaña que incluía
100,000 llamadas telefónicas a sus miembros en las que los
instaba a votar por Corzine
Christie acabó ganando esas elecciones, en parte debido a que la
NJEA, una de las más poderosas fuerzas políticas del estado,
tuvo que librar acciones de retaguardia para mantener a sus
miembros bajo control. En este sentido, las elecciones de Nueva
Jersey pueden ser un presagio de lo que ocurrirá en las de
noviembre.
En el 2006, los sindicatos utilizaron su inmenso poder para
ayudar a los demócratas a ganar el control del Congreso, y en el
2008, para elegir al presidente Obama. Pero el movimiento
sindical, que gastó el 96% del dinero que manejaba para apoyar a
los demócratas en el 2008, tropieza este año con dificultades
para ayudar al partido a conservar el control del Congreso y
ganar elecciones decisivas a gobernador en el país.
Los sindicatos —cada vez más controlados por los trabajadores
del sector público— enfrentan la reacción violenta de los
contribuyentes generada por la muy difundida publicidad sobre
los jugosos salarios y beneficios de algunos empleados
gubernamentales. Esto ha hecho popular entre los candidatos el
planteamiento de Christie durante su campaña de controlar los
costos del gobierno. Incluso algunos viejos amigos de los
sindicatos en el Partido Demócrata han convertido en blanco de
sus ataques a los trabajadores públicos, lo que ha hecho que los
sindicatos pierdan aliados y pasen a la defensiva.
La Asociación de Enfermeras de California (CNA) está utilizando
contra la candidata republicana a gobernadora, Meg Whitman, la
misma táctica que empleó contra el gobernador Arnold
Schwarzeneger cuando este amenazó con reformas en el 2005:
protestas frente a su casa e infiltraciones en eventos por
invitación; también mostraba a Whitman como la reina Meg, una
candidata imperial que pretendía perjudicar a la clase obrera.
Pero Whitman ha respondido acusando a la dirección sindical de
haber perdido el vínculo con sus miembros y creando un nuevo
grupo, Enfermeras a Favor de Meg Whitman, para contrarrestar las
acciones del sindicato. Según Whitman, las encuestas muestran
que muchas enfermeras del estado la respaldan.
.La revuelta contra los sindicatos públicos va más allá de los
estados con sindicatos poderosos como California y Nueva
Jersey. Ejemplo de ello es lo que descubrió una encuesta
nacional Rasmussen realizada el 7 de julio: sólo el 19% de los
estadounidenses dicen estar dispuestos a pagar impuestos más
elevados para impedir que los trabajadores gubernamentales sean
despedidos. Incluso en el campo de la seguridad pública, donde
los norteamericanos son reacios a los recortes, la encuesta
halló que sólo el 34% de ellos apoyó mayores impuestos para
preservar puestos de trabajo de la policía y los bomberos.
El electorado también puede estar dando la espalda a los
sindicatos públicos debido a sus ingentes campañas a favor de
impuestos más altos. Christie estima que los sindicatos del
sector público de Nueva Jersey gastaron unos $4 millones durante
la primavera en anuncios en los que abogaban por tributos
mayores y criticaban su presupuesto. En California, el
sindicato de maestros dedicó $500,000 a una campaña para
eliminar las exenciones fiscales a las empresas que permitían
conservar empleos en el estado. El año pasado, en Michigan, una
coalición de sindicatos orquestó una campaña con el nombre de
“Un mejor futuro para Michigan” que proponía cientos de millones
en impuestos nuevos. La legislatura estatal rechazó la
propuesta.
La perspectiva de impuestos aún mayores ha hecho que algunos
demócratas se distancien de los sindicatos. Andrew Cuomo,
candidato a gobernador por Nueva York, pregona la prudencia
fiscal y señala que las pensiones públicas “no tienen nada que
ver con la realidad económica”. En California, viejos aliados
de los sindicatos como el alcalde de Los Angeles, Antonio
Villaraigosa (quien fuera funcionario de la unión de maestros),
también se oponen a los costos que imponen los sindicatos del
estado. Ted Kulongoski, gobernador demócrata por Oregón —un
abogado que en algún momento representó a los sindicatos— aboga
por reducir los pagos y beneficios en el sector público para
resolver los problemas fiscales del estado.
Los sindicatos también están a la defensiva en las guerras
culturales. A fines de este mes, el documental Waiting for
Superman, que trata del fracaso de nuestras escuelas
públicas, debutará en los cines de todo el país. Lo dirigió
Davis Guggenheim, que obtuvo impecables credenciales liberales
como director de An Inconvenient Truth, ganadora de un
Oscar. Según los que han visto el documental, este culpa de
parte del fracaso de nuestras escuelas a los sindicatos de
maestros y, en particular, acusa a Randi Weingarten, líder de
la Federación Americana de Maestros, de oponerse a una reforma
significativa.
Es posible que el filme de Guggenheim exacerbe el descontento
creciente que generan los sindicatos de maestros. En mayo,
según una encuesta Rasmussen, el 38% de los norteamericanos
dijeron que para los maestros era bueno pertenecer a sindicatos,
mientras que el 62% consideró que la sindicalización de los
maestros era perjudicial o no tenían una opinión definida.
La influencia sindical también sufre debido al creciente
descontento de los liberales y a desilusión causada por el
hecho de que las victorias demócratas del 2006 y el 2008 no
condujeron a cambios radicales. Los sindicatos gastaron $10
millones en un intento fallido por derrotar en las primarias
demócratas del estado a Blanche Lincoln, senadora por Arkansas,
por considerarla poco liberal.
La primavera pasada, en North Carolina, una coalición de grupos
y sindicatos de izquierda encabezada por el Sindicato
Internacional de Empleados de Servicios (SEIU), posiblemente el
sindicato de más poder, intentó separarse del Partido Demócrata
del estado para formar un tercer partido más inclinado a la
izquierda. Aunque el esfuerzo falló, dividió la coalición que
permitió al presidente Obama obtener una victoria estrecha en
ese estado en las elecciones del 2008.
Por supuesto, pese a que esta influencia disminuye, los
sindicatos pueden ser una poderosa fuerza electoral.
Organizaciones como AFL-CIO, SEIU y la Federación Americana de
Empleados Estatales, Condales y Municipales anunciaron planes
para gastar unos $100 millones en las elecciones de noviembre.
Aunque esta cifra es inferior a la del 2008, cuando los
sindicatos hicieron contribuciones directas a los sindicatos
ascendentes a $73 millones y dedicaron otros $80 millones de
forma independiente a otras campañas, esa suma constituye una
ayuda formidable que puede ser decisiva en elecciones muy
reñidas.
No obstante, es posible que este año se produzca un viraje
histórico en la política estadounidense. Si los candidatos en
todo el país pueden utilizar la estrategia de Christie de
enfrentarse a los sindicatos para triunfar, podríamos ser
testigos de un cambio semejante al ocurrido a finales de los
años setenta, cuando las revueltas fiscales en un puñado de
estados creó un impulso en el país que acabó eligiendo a Ronald
Reagan.
Esta versión de rebelión fiscal a comienzos del siglo XXI es un
choque frontal entre los contribuyentes abrumados por los
impuestos y los sindicatos del sector público. Los muchos
signos de debilitamiento de los sindicatos sugieren que, después
de estar expandiendo su poder durante décadas, estos sindicatos
pueden haber encontrado finalmente la horma de su zapato.
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Steve Malanga es miembro del Manhattan Institute y autor de un
libro sobre la permanente conspiración contra el contribuyente
norteamericano (The Shakedown: The Continuing Conspiracy Against
the American Taxpayer)
Tomado del Opinion Journal del WSJ
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