En defensa del neoliberalismo |
El diálogo imposible Adolfo Rivero Caro Durante siglos, los pobladores de las vastas áreas desérticas del norte de Africa y el Cercano Oriente vivieron perpetuamente envueltos en sangrientas guerras tribales por los magros recursos naturales. Allá por los años 20, tras el fin de la I Guerra Mundial, un sargento del ejército británico con experiencia en minería ubicado en Persia (el Irak de hoy) oyó hablar de un lugar misterioso donde un caldo negro brotaba del suelo. Era considerado una desgracia porque la substancia maldita contaminaba los oasis. Frank Holmes investigó el lugar y descubrió lo que sospechaba: era petróleo. Poco después hacía descubrimientos similares en la península arábiga. En pocos años, el petróleo convirtió a los jefes tribales en multimillonarios. Fueron, qué duda cabe, víctimas de la codicia imperialista. En esta región del mundo, profundamente atrasada en relación con Occidente, la izquierda mundial pretende convencernos de que el prepotente estado de Israel, respaldado por los malvados imperialistas americanos, mantiene oprimidos a los abnegados palestinos. Por favor, revisen la historia. Los judíos decidieron crear su propio estado tras la horrible experiencia del Holocausto. Esta decisión fue aceptada por la comunidad internacional en 1947 y Naciones Unidas decidió dividir Palestina en un estado árabe y uno judío. Los judíos no eran nuevos en el área, como sabe cualquiera que haya leído un libro que se llama la Biblia, y aceptaron el compromiso. Los árabes, no. Les declararon inmediatamente la guerra y ejércitos de Egipto, Jordania e Irak invadieron la joven nación. Cuando Israel ganó la guerra, cientos de miles de palestinos que vivían en el nuevo estado decidieron huir. Los que se quedaron, hoy forman el 15 por ciento de la población, son ciudadanos israelíes con todos los derechos, y viven en el único país democrático de esa parte del mundo. La mayoría de los que se fueron, y sus descendientes, están en los famosos campamentos donde malviven de la caridad de Naciones Unidas. Uno piensa que esos exiliados, como tantos otros, hubieran podido asimilarse en los vastos territorios de otros países árabes. Los que los llaman hermanos no los dejaron. En los años posteriores a la división de Palestina entre Israel, Jordania y Egipto, nadie había pensando en hablar por los palestinos o en patrocinar a un pueblo disperso. Fue Gamal Abdel Nasser el primero en percibir esta omisión y patrocinar a los palestinos en 1964. Al crear la Organización por la Liberación de Palestina, Nasser esperaba que el odio contra Israel movilizaría el apoyo de otros poderes árabes a su liderazgo. Para dirigir la OLP, eligió a Ahmad Shuqairi, hijo de un notable de Acre que había estado en el parlamento otomano. En mayo de 1964, hubo una conferencia de fundación de la OLP en Jerusalén y allí se estableció el cuartel general. Nasser y Shuqairi, en franco coqueteo con la Unión Soviética, declararon que Israel era imperialista y racista y que debía ser destruido. Esa posición no ha cambiado hasta hoy. Los baasistas de Siria, que acababan de tomar el poder en Damasco, reclutaron su propia OLP en 1964 bajo Yasser Arafat. Desde entonces y hasta el día de hoy, la OLP ha estado asesinando a todos los palestinos que han pretendido crear organizaciones independientes. Para 1965, pequeños grupos radicados en Egipto y Siria se estaban infiltrando en Israel para poner bombas. Eventualmente, la OLP decidió operar desde Jordania, implicando así al rey Hussein. La presencia de Shuqairi en Jordania, a instancia de Nasser, influyó en la fatal decisión de Hussein de enfrentar a Israel en los primeros días de la guerra de 1967, donde perdió la Margen Occidental y quedó comprometido con la OLP. Tras el desastre de la guerra de 1967, Nasser, los baasistas de Siria y el rey Hussein quedaron lógicamente desprestigiados. Tomaron como chivo expiatorio a Shuqairi, y Yaser Arafat lo reemplazó con el apoyo de Egipto y Siria. En una serie de reuniones, Arabia Saudita, Kuwait, los emiratos árabes y Libia se comprometieron a subsidiar a la OLP. Todos los estados árabes cuya constitución especifica que el islam es la religión oficial, se comprometieron a una Palestina ''secular y democrática'' para beneficio de los ingenuos de Occidente. El gobierno de Israel representa al pueblo israelí. Cuando pierde popularidad es perentoriamente substituido por otro. No es el caso de los palestinos. Ellos no han tenido nunca un gobierno representativo. La famosa Autoridad Palestina de la que tanto oímos hablar fue un producto de los acuerdos de paz de Oslo en 1993. Fue Israel el que aceptó la creación de una autoridad palestina oficial y le permitió asentarse en un territorio. Fue Israel el que aceptó que tuviera una policía armada, y el que armó y entrenó a esa policía. ¿Qué hizo Arafat en cambio? Utilizar su monopolio de la educación y la prensa para sembrar un odio zoológico contra Israel. De ahí la Intifada. ¿Cuál ha sido la respuesta a los más que generosos ofrecimientos de Clinton y Barak en el 2000? El recrudecimento de la Intifada. Y, ahora, los ataques suicidas. ¿Por qué va a cambiar Arafat una política que le ha ganando una concesión tras otra sin dar nada en cambio? Tratar de apaciguar a los terroristas nos ha llevado a la situación actual. El pueblo palestino, al igual que el pueblo cubano, está secuestrado por gangsters. Y con esa canalla no hay diálogo posible. La condición indispensable para un diálogo real es liquidar a los terroristas y permitir que el pueblo palestino pueda expresarse libremente. No será fácil, pero no hay otro camino.
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