En defensa del neoliberalismo

La cumbre y el abismo

Adolfo Rivero Caro

La semana que viene tendrá lugar la V Cumbre de las Américas. Muchos jefes de estado latinoamericanos van a presionar al presidente Barack Obama para que levante el embargo económico y permita el reingreso de Cuba en la Organización de Estados Americanos. Desde hace meses los hemos visto en verdaderas peregrinaciones a La Habana ansiosos por sacarse una foto con Fidel Castro. Y no han estado solos. Siete representantes demócratas negros acaban de visitar la isla. Pocas veces hemos visto un espectáculo tan bochornoso. En esos mismos días, los 75 presos políticos de la ''primavera negra'' cumplían ya seis años de cárcel. Los demócratas no tuvieron una sola palabra de solidaridad con ellos. No tuvieron una sola palabra de condena contra los 50 años de dictadura comunista ni contra su constante violación de los derechos humanos. Ignoraron completamente la suerte de dos heroicos opositores negros como Oscar Elías Biscet y Antúnez. Sin embargo, se manifestaron conmovidos y angustiados por la suerte de... los espías cubanos condenados en Estados Unidos. Quiero aprovechar la ocasión para subrayar lo obvio: la oposición cubana nunca ha encontrado solidaridad dentro del movimiento negro americano. En mi opinión, debíamos hablar más de la disidencia en la Europa del este y menos de Martin Luther King Jr., cuyos métodos de lucha nunca se han popularizado en Cuba y cuyos seguidores han sido más amigos de Fidel Castro que de los disidentes cubanos.

Los cubanoamericanos hemos visto este lamentable espectáculo con desprecio y repugnancia. ¿Qué puede explicar esta fiebre de solidaridad con la dictadura más vieja y sangrienta del hemisferio? ¿A qué se debe esta nueva especie de fiebre amarilla? Creo que hay varias razones y que la principal es la recesión.

La economía de libre mercado, el llamado ''capitalismo'', se caracteriza por sus fluctuaciones. Nada impide que la gente se entusiasme demasiado con algo, se formen las llamadas ''burbujas'' y que las mismas exploten. Es una de las consecuencias negativas de la libertad, como la delincuencia. Los enemigos del capitalismo aprovechan estas contracciones cíclicas para criticar el sistema, ampliar el poder económico del estado y atacar la empresa privada, recargándola de impuestos y asfixiándola con regulaciones. Estamos viviendo uno de esos momentos. Por consiguiente, está de moda criticar el sistema. Una buena coyuntura para defender a la dictadura castrista.

Otra razón es nuestra historia. América Latina es un continente afectado por un profundo y justificado sentimiento de inferioridad. Después de todo, nuestros países empezaron igual que Estados Unidos o, quizás, con alguna ventaja. Con el tiempo, sin embargo, EEUU se convirtió en una gran potencia mundial mientras que los nuestros se mantuvieron en un obstinado subdesarrollo. Es una tremenda realidad que clama por una respuesta. En esas condiciones, ¿cómo no iba a hacerse popular entre nosotros la teoría del imperialismo de Lenin? ¿Cómo no iba a hacerse popular la idea de que la causa de nuestra pobreza estaba, precisamente, en las inversiones de EEUU? Era una solución formidable para nuestros intelectuales. No tenían que criticar a las grandes empresas nacionales, que sobornaban a nuestros dirigentes políticos para mantener sus monopolios (una de las variantes del capitalismo malo descrito en Good Capitalism, Bad Capitalism, de Baumol, Litan y Schramm.) Eso era peligroso. Mucho más fácil era criticar a las empresas extranjeras, especialmente a las americanas.

Y yo les pregunto a mis lectores ¿quién puede ser más representativo de los ataques contra EEUU que la dictadura castrista? Es el único gobierno de América Latina que no responsabiliza a los demás por la miseria de sus pueblos, es el único que los absuelve y le echa la culpa de su miseria al vecino del norte. ¿Cómo no iba a ser popular entre los corruptos dirigentes latinoamericanos? Intelectualmente, es su aliado natural. Y la recesión en EEUU tiende a justificar sus viejos ataques contra el capitalismo. En el fondo, los deseos de defenderlo están en razón directa de su propia y profunda incapacidad. Es lo que explica, entre otras cosas, la posición de Oscar Arias. Y, por favor, que nadie me diga que son elucubraciones intelectuales. El fascismo, el nazismo y el comunismo fueron elucubraciones intelectuales y ciertamente que no han sido irrelevantes. Sobran los ejemplos históricos en que las grandes mayorías han apoyado políticas contrarias a sus intereses materiales. Ahora mismo, nada más popular que un proteccionismo que perjudicaría a todo el mundo.

Y, además, no olvidemos que los gobiernos latinoamericanos le tienen miedo a la dictadura cubana. Saben de sus estrechas relaciones con todos los movimientos terroristas y subversivos del mundo y no quieren propiciar su resentimiento.

La izquierda latinoamericana, encabezada por Chávez, va a presionar a Obama en la próxima cumbre. Pero no lo van a presionar a favor del libre comercio, algo que Obama no les va a dar porque el Partido Demócrata es el abanderado del proteccionismo, sino a favor de Cuba. Obama no los va a poder complacer. No puede mejorar las relaciones con Cuba mientras la dictadura mantenga en la cárcel a los prisioneros de consciencia. Estados Unidos no puede tratar a Cuba como si fuera Costa Rica. Sería convertir una cumbre política en un abismo de ignominia. Y ni siquiera Obama está dispuesto a hacerlo. Hasta ahora.

Abril, 2009

 

 

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