Un cuento de hadas sobre Cuba
Mary Anastasia O'Grady
En sus memorias que cubren cuatro años en Cuba como corresponsal de
Televisión Española (TVE), Vicente Botín escribe sobre una mujer de
La Habana que estaba frustrada por la escasez de médicos en el país.
Colgó una sábana en el balcón con las palabras "comércienme a
Venezuela". Cuando llegó la policía les dijo: "Miren, compañeros,
soy tan revolucionaria como todos, pero si uno quiere ver un médico
cubano, tiene que ir a Venezuela".
Esta historia no estaba incluida en el programa de tres partes de
Ray Suárez sobre el sistema de salud cubano emitido en el programa
"NewsHour" de la cadena estadounidense PBS. Ni tampoco la historia
del cubano al que la citación para su operación de glaucoma le llegó
en 2005, tres años después de haber muerto y cinco años después de
haberla pedido. Ni hubo ninguna cobertura de la ciudad sobre la que
escribe Botín, cerca de la ciudad de Holguín, que en 2006 tenía un
médico que atendía a cinco clínicas que trataban a 600 familias. De
hecho, era difícil reconocer el país que Suárez afirmaba estar
describiendo.
La serie fue grabada en Cuba con "cooperación" del gobierno así que
no es sorprendente que apoyara mucho la línea del partido. De todos
modos, había algo perturbador en la forma en que Suárez permitió ser
usado por el estado policial, recitando sus dudosas afirmaciones
como si estuviera narrando grandes avances en la ciencia médica.
La dictadura miliar de Castro cumple 52 años en el poder la próxima
semana. Pero la "revolución" esta muerta. Una nueva generación de
enojados jóvenes cubanos ahora se expresa ahora en blogs de Internet
y a través de la música, y se burlan del viejo y de su despiadado
hermano menor. El 29 de noviembre, en la ciudad de Santa Clara,
cientos de estudiantes lanzaron una protesta espontánea cuando les
negaron el acceso a un partido de fútbol televisado que habían
pagado para ver. Lo que comenzó como una demanda de reembolsos
pronto se convirtió en gritos de "libertad", "abajo Fidel" y "abajo
el socialismo", según informes de prensa.
La disensión se extiende por Cuba como la fiebre de dengue porque la
vida cotidiana es tan onerosa. Una de las fuentes mejor documentadas
en este tema es la narración de Botín (Los funerales de Castro,
2009), que corre la cortina del "pueblo Potemkin" que los
extranjeros ven en las visitas oficiales a Cuba. Detrás de la
fachada hay una necesidad desesperada. Alimentos, agua, transporte,
acceso a cobertura médica, electricidad, jabón y papel higiénico,
todos son difíciles de conseguir. Incluso hay escasez de viviendas,
con muchas familias amontonadas en casas para una sola familia. El
gobierno intenta mantener la olla tapada a través de la represión.
Pero en privado no hay límites para la irrisión de los hermanos
Castro.
El informe de Suárez, en cambio, es como una película estatal de
propaganda. En un segmento, una mujer estadounidense llamada Gail
Reed que vive en Cuba le cuenta que la afirmación del gobierno sobre
la longevidad de la gente se debe a un sistema de primera categoría
de prevención de enfermedades. Luego él reproduce la línea oficial
que señala que la abundancia de médicos de Cuba es el ingrediente
clave. Es más, afirma, estos desinteresados "soldados de a pie"
revolucionarios atienden en los hogares. "Es medicina preventiva
enérgica", explica Suárez. "Las viviendas son investigadas, se
controlan la calidad del agua y las tomas de electricidad".
¿Abundancia de médicos?". No en la Cuba en la que vivió Botín. En
2006 el gobierno afirmó que había 65.000 médicos pero ésta, sostiene
el autor, era "una cifra que muchos profesionales consideraban
inflada". Cuando los cubanos se quejaron de que no podían obtener
atención médica, señala que el estado aumentó la cifra "mágicamente"
a 71.000 médicos cinco meses después. Considerando el hábito de
Fidel de inventar cosas, es difícil saber cuántos médicos
competentes ha entrenado el gobierno. Pero no se puede disputar el
hecho de que miles de médicos han sido enviados al extranjero en
grandes números para ganar dinero para el régimen. Tampoco se puede
dudar de que los cubanos pagan el precio en su país.
En cuanto a que los médicos controlan la calidad del agua y los
enchufes de electricidad, el reportero de PBS podría sorprenderse al
saber que la mayoría de los hogares cubanos no tienen agua corriente
ni electricidad de manera regular. Esto es verdad incluso en la
capital. En 2006, sostiene Botín, un ministro del gobierno admitió
que 75,5% de las cañerías de agua de La Habana eran "inusables" y
"reconoció que 60% del agua que se bombeaba se perdía antes de
llegar a los consumidores". Para "solucionar" el problema, la ciudad
comenzó a proveer agua en cada vecindario sólo en ciertos días. El
agua de La Habana también está notoriamente contaminada. Los
extranjeros toman sólo la embotellada, que los cubanos no se pueden
permitir. En el resto del país la calidad y la cantidad del
suministro de agua son incluso menos confiables.
Suárez también informó que, según Reed, Cuba además padece un
"embargo de medicamentos". Pero no hay embargo sobre alimentos o
medicamentos. El problema es que el gobierno no dispone del dinero
para pagar medicamentos nuevos que están protegidos por patentes.
Los periodistas que quieren acceso a Cuba saben que deben seguir la
línea de Castro. Yo lo entiendo. Suárez debe darse cuenta de que su
audiencia estadounidense no.