Un presidente contradictorio
Adolfo Rivero Caro
Nadie puede discutir que el presidente Obama es un hombre simpático,
que es un excepcional orador y que irradia la voluntad de
transformar el mundo para bien. Es, sin duda, un campeón perfecto de
las ideas justas. El único problema es, precisamente, si sus ideas
son justas. Esto es decisivo porque, si no lo son, entonces todo su
atractivo se vuelve contraproducente. ¿Cuántos líderes carismáticos
no llevaron sus países al desastre? No quiero establecer ninguna
analogía ofensiva, sólo quiero llamar a una reflexión. La
contradicción entre la persona de Obama y sus ideas es importante y
es necesario subrayarla. Muchos de sus partidarios quieren hacer
creer que no se le critica por sus ideas, sino por su persona,
porque es negro. Como argumento esto es deleznable. Por favor, ese
negro fue electo presidente de Estados Unidos contra John McCain,
una figura establecida y prestigiosa de la política americana. En
realidad, esto es sólo un pretexto para ocultar la impopularidad de
las ideas del presidente. Las encuestas lo muestran: la mayoría del
pueblo americano simpatiza con la persona del presidente, pero
discrepa claramente de sus ideas. Esto habla bien de la madurez
del público americano. Lamentable sería que su simpatía y su
elocuencia pudieran convencer al pueblo de que sus ideas son justas,
y que eso le permitiera convertirlas en ley. No ha sido así. Es
posible, sin embargo, que la momentánea mayoría demócrata en el
Congreso le permita aprobar leyes que van a entorpecer y demorar la
recuperación económica. Lo hará a su propio riesgo.
El presidente parece preocupado por muchas cosas, ninguna de las
cuales es la situación económica. El paquete de estímulo económico
de $787,000 millones ha sido un fracaso. El gobierno había afirmado
que mantendría el desempleo alrededor del 8 por ciento, pero la
principal asesora económica de la Casa Blanca admitió hace pocos
días en la TV nacional que ya ha surtido sus efectos fundamentales,
que el año que viene los mismos serán mínimos y que el desempleo se
mantendrá por sobre 9.5 por ciento (en realidad es bastante mayor)
durante otro año.
Según el proyecto del Comité de Finanzas del Senado, el plan de
reforma de la atención a la salud se pagaría con una reducción de
casi 500,000 millones en Medicare y poniendo impuestos en ciertos
planes de cuidado de la salud que disfrutan muchos miembros de los
sindicatos. El plan también impondría fuertes impuestos a las
compañías de seguros, las empresas farmacéuticas, las compañías de
utensilios médicos y los laboratorios clínicos. El resultado de
estos impuestos está claro. Como señalara Douglas Holtz-Eakin en el
Wall Street Journal, ``todo se va a pasar a los consumidores,
subiendo los costos de la atención a la salud lo que,
inevitablemente, conducirá a pólizas más altas. La propuesta del
Senado es, en realidad, un aumento a los impuestos de la clase
media'' y, como señala Holtz-Eakin, los más afectados serán los que
ganan menos de $200,000 al año. No es de extrañar que la gente esté
preocupada.
Obama ser presentó a sí mismo durante la campaña presidencial como
un unificador, como el representante de una nueva época bipartidista
en la política americana. Este carácter, por cierto, no es nada
extraño, es prácticamente inherente al sistema político americano.
Representantes y senadores responden a los intereses de sus
electores particulares. El presidente, sin embargo, de una forma u
otra tiene que representar los intereses de todo el electorado. Nada
más natural para un presidente que ser el jefe de los compromisos.
Clinton, por ejemplo, firmó la exitosa reforma de la seguridd social
elaborada por un Congreso republicano.
hora bien, yo le pregunto a mis lectores, ¿se ha visto en Obama la
voluntad de ser un unificador, de un buscador de compromisos o, muy
por el contrario, ha mostrado una exagerada hostilidad contra sus
críticos? ¿Cuál de mis lectores recuerda a un gobierno de EEUU
criticando a una canal de noticias (Fox) o a Rush Limbaugh, el
comentarista radial más popular de EEUU? Quisiera señalar, por
cierto, que Camille Paglia, posiblemente la intelectual feminista
más importante del mundo y una partidaria de Obama, se ha referido
en más de una ocasión a la brillantez de Rush Limbaugh y lo ha
defendido contra lo ataques de críticos pedestres.
¿Seguirá siendo popular el presidente pese a la impopularidad de sus
ideas estatistas? ¿O exageran las encuestas la impopularidad de esas
ideas? Nadie lo sabe, pero vamos a tener un buen indicio el próximo
martes, en las elecciones para gobernador en Virginia y New Jersey.
www.neoliberalismo.com |
|