En defensa del neoliberalismo |
Lágrimas de cocodrilo Adolfo Rivero
Realmente, no
sé a qué viene esa pregunta. Que yo sepa, la gran prensa, Hollywood,
las universidades y todo el establishment liberalfascista lleva
muchos años insistiendo en que Estados Unidos es un país odioso. ¿Acaso,
según ellos, no es el país que discrimina a los negros, humilla a las
minorías étnicas y oprime a las mujeres? ¿No es el país que desató
una cacería de brujas contra sus intelectuales (el maccarthysmo)
comparable con el gulag y la represión de la KGB soviética
e impuso una carrera armamentista que llevó el mundo al borde la guerra
nuclear? ¿No es la nación que atacó cruelmente a la dulce sociedad
campesina de Vietnam, como antes había atacado a los coreanos? ¿La que
ha conspirado contra todos los gobiernos que han querido independizarse
del control de sus transnacionales para construir una sociedad sin
explotadores y explotados --como la Cuba de Castro, la Nicaragua
sandinista y el Chile de Allende? ¿Acaso no han llegado a considerar
como una gran tragedia histórica el descubrimiento de América por
parte de los europeos? (Qué lástima que el continente no haya quedado
bajo el dominio de los amables sioux y los cordiales aztecas --aunque
hubiera habido que esperar por el invento de la rueda y resignarse a
andar a pie, porque el caballo lo trajeron los europeos.) ¿Cómo extrañarse
entonces de que haya tanta gente que quiera barrer de la faz de la
tierra a este país tan racista, imperialista, machista, agresivo,
violento y colonizador? En gran medida, el odio contra Estados Unidos no
es más que el resultado de su trabajo.
Cuando uno se pregunta sobre el
odio contra Estados Unidos, lo primero que salta a la vista es que para
muchísimas personas la respuesta es obvia. Esas personas integran lo
que, en términos muy amplios, calificamos como la "izquierda"'.
Nadie discutirá que la izquierda se define esencialmente como
antinorteamericana. (El libro a leer es Antiamericanism: Rational and
Irrational de Paul Hollander.) No se puede ser de izquierda y
simpatizar con Estados Unidos. ¿Por qué? Porque la izquierda es,
esencialmente, anticapitalista y Estados Unidos es la primera potencia
capitalista del mundo.
Esto del anticapitalismo no es
nuevo. Los socialistas siempre han querido otro tipo de sociedad.
Algunos querían transformar la sociedad de libre mercado mediante
constantes reformas, como los fabianos en Gran Bretaña. Otros, como Lenin,
pensaban que los revolucionarios tenían que arrancarles el poder político
a los partidarios del capitalismo. Todavía otros, como Gramsci,
planteaban que Lenin estaba equivocado y que era necesario
cambiar la cultura popular antes de conquistar el poder político. De no
hacerlo así, habría que gobernar mediante el terror. El anticapitalismo cobró mucha
fuerza como consecuencia de la I Guerra Mundial, y se reforzó como
consecuencia de la gran depresión. Desde el New Deal, la izquierda
consideró que el estado debía ser el principal motor de la economía y
que el mercado --sinónimo de la "anarquía de la producción"',
como decía Marx-- debía ser sustituido por la planificación. El
ejemplo era la Unión Soviética, donde no había desempleo ni ciclos
económicos.
Estas ideas se hicieron hegemónicas
en el mundo entero. (Ver Los puestos de mando en www.neoliberalismo.com.)
Eventualmente, arrastraron a todos los países desarrollados al
estancamiento y a la inflación (stagflation). Esta crisis
condujo a un profundo cambio a principios de los años 80, reforzado
posteriormente con el espectacular derrumbe del "campo
socialista''. China se salvó del mismo destino por su audaz renuncia al
tradicional modelo económico socialista.
Esta experiencia provocó un
dramático viraje ideológico mundial y un regreso a las tradicionales
ideas liberales enriquecidas por la experiencia: el neoliberalismo.
Muchos, sin embargo, mantuvieron su anticapitalismo bajo otras formas.
Se iba a insistir, por supuesto, en la necesidad de gravar y cargar de
infinitas regulaciones la empresa privada, pero ahora la lucha
anticapitalista iba a tomar formas netamente culturales. Esas nuevas
formas eran el multiculturalismo (la civilización occidental, matriz
del capitalismo moderno, es opresora), la lucha por destruir la herencia
cristiana de la nación bajo el pretexto de la separación de la iglesia
y el estado, la balcanización de Estados Unidos mediante el deliberado
cultivo de los resentimientos raciales y la insistencia en la no
asimilación de las minorías de inmigrantes, el ecologismo radical (la
industrialización está destruyendo el planeta), el feminismo radical
(la civilización occidental oprime y explota a las mujeres) y el ataque
a a la familia tradicional (banalización del divorcio, apología de la
promiscuidad, "matrimonios'' homosexuales, etc.). Que nadie se engañe:
la forma ha cambiado pero el objetivo de transformar radicalmente
nuestra sociedad permanece idéntico. Y si Lenin ha perdido,
Gramsci parece estar ganando.
Por
consiguiente, es hipócrita que los liberalfascistas americanos
pretendan asombrarse de la intensidad del odio contra Estados Unidos. En
gran medida, ellos mismos lo han creado. Y ni siquiera el zarpazo del 11
de septiembre consigue detenerlos. Ahí están su constante insistencia
en las bajas civiles en Afganistán y la inminencia de otro Vietnam. Es
repugnante. Sus lamentos son huecos y sus lágrimas, de cocodrilo. |