La mente enferma de Noan Chomsky
David Horowitz
Sin duda, no hay intelectual
más deshonesto que Noam Chomsky. No sólo eso. En medio de esta grave
crisis nacional, tampoco cabe duda de que es un traidor. En las 150
universidades que han montado manifestaciones contra el derecho de
Estados Unidos a defenderse; en las calles de Génova y Seattle donde
los anarquistas “antiglobalistas” han atacado los símbolos del
mercado y el comercio mundial; entre los manifestantes en Vieques
que quieren negarle a nuestro ejército su campo de entrenamiento; y
dondequiera que los jóvenes manifiestan una rabia incomprensible
contra su país, este hombre es el inspirador y el maestro de ese
odio.
Muchos se preguntan cómo es
posible que los más privilegiados y educados de nuestros jóvenes
lleguen a despreciar su propio país – una sociedad libre, abierta y
democrática – y que lo hagan de manera tan rabiosa y apasionada. Se
preguntan como es posible que jóvenes americanos ni siquiera
consideren dar solidaridad y ayuda a los Osama bin Laden y Saddam
Hussein (y a los comunistas antes que ellos). Una respuesta completa
implicaría, quizás, estudiar las estructuras profundas de la psique
humana, y su anhelo incoercible de alguna ilusión redentora. Pero la
respuesta corta hay que encontrarla en los escritos y discursos de
un amargado académico y sus simpatizantes.
Durante 40 años, Noam Chomsky
ha producido libro tras libro, panfleto tras panfleto y discurso
tras discurso con un mensaje, un solo mensaje: Estados Unidos es el
Gran Satán; es la fuente de la maldad en el mundo. En el mundo
demente de Chomsky, Estados Unidos no sólo es responsable por sus
errores sino por los errores de otros, incluyendo los de los
terroristas que atacaron el World Trade Center y el Pentágono. Esto
es el fundamento de la actitud de todos esos que ahora buscan en las
ruinas de Manhattan no las víctimas sino “las raíces” de la
catástrofe
Un pequeño panfleto de Chomsky
– Lo que el Tío Sam Realmente Quiere – ya ha vendido
160,000 copias pero esto sólo representa la punta del iceberg de
Chomsky. Su venenoso mensaje es difundido en casetes y discos
compactos, en el circuito de conferencias universitarias y es
promovido en los conciertos de rock por bandas de superestrellas
como Pearl Jam, Rage Against the Machine y U-2 (cuyo principal
cantante Bono llama a Chomsky “un rebelde sin pausa”). Chomsky es el
ídolo de actores como Matt Damon cuyo supuestamente genial personaje
en Good will Hunting lo invoca como una máxima
autoridad política.
Según el Chicago
Tribune, Noam Chomsky es “el autor vivo más citado del mundo”.
Entre las luminarias intelectuales de todos los tiempos, Chomsky es
colocado octavo, justo detrás de Platón y Freud.”
En la Internet, hay más salones de discusión sobre Noam
Chomsky que sobre el vicepresidente Dick Cheney y 10 veces más que
sobre líderes demócratas del Congreso como Richard Gephardt y Tom
Daschle. La razón es que Chomsky es el mentor de los académicos de
izquierda, las legiones de los radicales de los años 60 que se han
atrincherado en las universidades americanas para adoctrinar a los
estudiantes en sus doctrinas antiamericanas. The New York
Times llama a Chomsky, “probablemente el intelectual vivo más
importante” y Rolling Stone – que en otros sentidos ni
siquiera reconoce el ámbito de la mente – lo llama “ uno de los más
respetados e influyentes intelectuales del mundo.”
En realidad, la mejor manera de
comprender la influencia de Chomsky es no verlo como un intelectual
sino como el líder de un culto religioso secular – como el Ayatola
del anti-americanismo. Sus seguidores reconocen esta resonancia
cultista. El más importante de sus devotos, David Barsamian, un
oscuro productor de la radio pública en KGNU en Boulder, Colorado,
ha creado una biblioteca con fragmentos de grabaciones en
entrevistas con el maestro. Los ha convertido en panfletos y libros.
En la introducción de uno de ellos, Barsamian describe el poder de
Chomsky sobre sus discípulos: “Aunque decididamente secular, para
muchos es nuestro rabino, nuestro predicador, nuestro pundit,
nuestro imán, nuestro sensei.’’
La teología que predica Chomsky
es maniquea, con Estados Unidos como el Mal. Para Chomsky ningún mal
puede exceder el de Estados Unidos. Y Estados Unidos también es la
causa del mal en los demás. Esta es la clave del misterio del 11 de
septiembre: fue Estados Unidos el que los obligó a hacerlo. Este fue
el tema central de los agitadores en cada una de las 150 bochornosas
manifestaciones universitarias del 20 de septiembre donde se exigió
que Estados Unidos no tomara las armas en su autodefensa. En “las
raíces’’ de este ataque criminal estaba la culpa de Estados Unidos.
En su primera declaración sobre
los ataques terroristas, la respuesta de Chomsky al ataque de Osama
bin Laden contra un edificio donde trabajaban 50,000 seres humanos
fue tratar de eclipsarlo con una atrocidad todavía mayor, atrocidad
que estaba seguro le podía atribuir al presidente Bill Clinton. La
infame declaración de Chomsky del 12 de septiembre, “Sobre los
Ataques” empezaba así:
Los ataques
terroristas fueron grandes atrocidades. En su escala, sin embargo,
puede que no lleguen al nivel de muchas otras, de los bombardeos de
Clinton sobre Sudán, por ejemplo, hechos sin ningún pretexto
creíble, que destruyeron la mitad de sus recursos farmacéuticos y
mataron un número desconocido de personas (nadie sabe, porque
Estados Unidos bloqueó una investigación y en la ONU a nadie le
interesa continuarla.)
Observen la sintaxis. La
oración inicial sobre los ataque es exangüe, puramente formal, algo
de lo que tiene que salir del paso antes de anunciar su verdadero
tema – los crímenes de Estados Unidos. La acusación contra Clinton
es deslizada furtivamente dentro del texto cuando, en realidad, es
el verdadero mensaje. No se fijen Estados Unidos en las heridas que
acaban de recibir, y contemplen las heridas que ustedes han
conferido. En este acto de prestidigitación Chomsky revela su
verdadero talento, hacer que la víctima, Estados Unidos, aparezca
como más perverso que los mismos terroristas. Por malo que nos
parezca este ataque, Estados Unidos ha hecho cosas peores.
En realidad, por mal concebida
que haya sido la decisión de Clinton de lanzar un misil contra
Sudán, no es ni remotamente comparable con la masacre del World
Trade Center. En su misma concepción era precisamente lo contrario –
una respuesta defensiva que trataba de minimizar las bajas. Clinton
ordenó el misil en reacción a la voladura de dos de nuestras
embajadas en Africa, el asesinato de cientos de personas inocentes y
las heridas de miles, civiles africanos en su mayoría. Fue concebida
con toda la precaución posible para evitar la pérdida de vidas
inocentes. El misil se disparó de noche para no hubiera nadie en el
edificio. El objetivo se seleccionó sobre la base de la mejor
información disponible. Esta indicaba que no era una fábrica de
productos farmacéuticos sino una fábrica para la producción de armas
biológicas. El uso que hace Chomsky de este incidente para disminuir
la monstruosidad del ataque terrorista es una maniobra típica, una
medida de su extraordinaria mendacidad, y un índice de esa demencia
antiamericana que satura todo lo que dice o escribe.
El mismo odio psicótico
conforma la perspectiva “histórica” que le ofreció a sus discípulos
en una entrevista realizada pocos días después del ataque contra el
World Trade Center. Su objetivo era presentar a Estados Unidos como
la encarnación del demonio – y, por consiguiente, como un objetivo
válido para los guerrilleros de la “justicia social” en todo el
mundo. Era la primera vez que Estados Unidos mismos – o, como dijo
Chomsky, el “territorio nacional” – había sido atacado desde la
guerra de 1812. Pearl Harbour no cuenta para Chomsky porque Hawai
era una “colonia” en aquella época. El hecho que fuera una colonia
benévolamente dirigida y que ahora sea un estado no cuenta para
nada, por supuesto, a los ojos de Chomsky.
Durante estos años
(entre 1812 y 1941), los EEUU aniquilaron la población indígena
(millones de personas), conquistaron la mitad de México,
intervinieron violentamente en las regiones aledañas, conquistaron
Hawai y las Filipinas (matando cientos de miles de filipinos) y, en
el último medio siglo en particular, extendieron su recurso a la
fuerza a gran parte del mundo. El número de víctimas es colosal. Por
primera vez, las armas han disparado para el otro lado. Eso es un
cambio dramático.
Escuchando a Chomsky, uno casi puede sentir la justicia del ataque
de Osama bin Laden contra el World Trade Center.
Si
usted fuera uno de los cientos de miles de jóvenes que han sido
expuestos a esta propaganda – y a las enseñanzas
igualmente viles de sus discípulos académicos – usted también podría
extender su bochorno antiamericano hasta el día de hoy.
Según Chomsky, en la primera batalla de la posguerra con el imperio
soviético, “los Estados Unidos estaba recogiendo donde los Nazis
habían quedado.”
Según Chomsky, durante la Guerra Fría, las operaciones
norteamericanas tras la Cortina de Hierro incluyeron:
“un ‘ejército secreto’ bajo los auspicios
nazi-norteamericanos que buscaba suministrar agentes y pertrechos
militares a los ejércitos establecidos por Hitler y que todavía
estaban operando dentro de la Unión Soviética y Europa oriental a
principio de los años 50.”
Según Chomsky, el apoyo de Estados Unidos a los gobiernos
latinoamericanos contra la subversión comunista durante la Guerra
Fría condujo a una complicidad con “los métodos de los escuadrones
de exterminio de Henrich Himmler’’ durante los gobiernos de John F.
Kennedy y Lyndon Johnson.
Según Chomsky, hay “una estrecha correlación mundial entre la
tortura y la ayuda de Estados Unidos.”
Según Chomsky, Estados Unidos “invadió” a Vietnam para masacrar su
pueblo y aún después de que EU se fuera en 1975, bajo Jimmy Carter y
Ronald Reagan, “el gran objetivo
político de Estados Unidos ha sido maximizar la represión y el
sufrimiento en los países que fueron devastados por nuestra
violencia. El grado de crueldad es realmente asombroso.”
(6)
Según Chomsky, “el pretexto para las
guerras terroristas de Washington (en Nicaragua, el Salvador, Chile,
Guatemala, Iraq, etc.) fue la autodefensa, la justificación oficial
para prácticamente cualquier acto monstruoso, incluyendo el
Holocausto nazi.”
(7)
En
suma, según Chomsky, “legalmente
hablando, hay un caso muy sólido para la destitución de todo
presidente americano desde la Segunda Guerra Mundial. Todos han sido
o francos criminales de guerra o han estado implicados en serios
crímenes de guerra.”
(8)
¿Qué persona decente no quisiera ver a Estados Unidos y sus
criminales de guerra llevados ante la justicia?
Según Chomsky, lo que EU verdaderamente quiere es robarle a los
pobres para darle a los ricos. “La
cruzada americana contra el comunismo fue realmente una cruzada. (9)
Lanzamos una nueva cruzada contra el terrorismo tras el fin de la
Guerra Fría
para proteger nuestra doctrina de que los
ricos deben de saquear a los pobres.
Por supuesto,
el fin de la Guerra Fría también plantea sus problemas. La
técnica para controlar la población nacional tenía que cambiar…
Había que inventar nuevos enemigos. Se hacía difícil esconder el
hecho de que el verdadero enemigo siempre había sido “el pobre que
trata de saquear al rico’ – en particular, esos imbéciles del Tercer
Mundo que quieren librarse de su papel de servidores. (10)
Según Chomsky, EU tiene miedo del éxito de los países del Tercer
Mundo y no quiere que estos triunfen por sí mismos. Los que amenazan
con triunfar, como los gobiernos marxistas de Vietnam del Norte,
Cuba, Nicaragua y Granada son considerados como virus. Según
Chomsky, durante la guerra Fría, “con
la excepción de unos cuantos dementes e imbéciles, nadie temía la
conquista (comunista) – en realidad, tenían miedo del ejemplo
positivo de desarrollo exitoso. “¿Qué hacer cuando se tiene un
virus? Primero hay que destruirlo, entonces se inocula a víctimas
potenciales para que la enfermedad no se difunda. Básicamente, esa
es la estrategia de EU en el Tercer Mundo.”
(11)
No hay que extrañarse de que quieran bombardearnos
Adoctrinados en estas grandes mentiras, habiendo aprendido que
Estados Unidos es la Avaricia Encarnada y un gemelo político del
Tercer Reich, ¿por qué no van a creer los jóvenes que los peligros
que tenemos por delante provienen de Washington y no de Bagdad o de
Kabul?
Sería fácil demostrar que en cada página de cada libro, y en cada
declaración de Chomsky, los hechos han sido retorcidos, su contexto
político distorsionado (y frecuentemente invertido) y los
expedientes históricos ideologizados. Toda prueba, todo análisis ha
sido subordinada al gran objetivo vital de Chomsky: justificar su
odio patológico por su propio país.
Sin embargo, harían falta volúmenes para hacerlo, y realmente no
hace falta. Porque cada argumento de Chomsky
existe para servir este fin y esto es transparente en cada una de
sus absurdas y ofensivas alegaciones. Como la comparación entre el
torpe misil de Clinton y el monstruoso atentado contra el World
Trade Center.
En
realidad, los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono
representan un verdadero problema para los izquierdistas americanos,
como Chomsky, que saben que no pueden festejar un evento que es casi
la realización de sus sueños. Los edificios destruidos son los
símbolos del imperio americano con el que han estado en guerra desde
hace 50 años. En una memoria publicada víspera del ataque, Bill
Ayers, un terrorista americano de los años 60, registró su júbilo al
golpear uno de esos mismos objetivos: : “todo
estaba absolutamente ideal el día en que bombardee el Pentágono. El
cielo estaba azul. Los pájaros cantaban. Y los h de p…
iban finalmente a recibir lo que se merecían.”
(12) tras el ataque del 11 de septiembre, Ayers
- un “distinguido profesor de educación (!) en la Universidad
de Illinois – tuvo que dar marcha atrás frenéticamente y explicar
que revelar los sentimientos de un izquierdista “anti-guerra”
no significaba lo obviamente significaban.
Alegando estar “lleno de horror y pena,” Ayers trató de
reinterpretar sus años terroristas como un esfuerzo por explorar su
propia lucha con “las intrincadas relaciones entre justicia social,
compromiso y resistencia.” (13)
Chomsky es muy superior a Ayers mintiendo. Consideren primero el
hecho de que el Trade Center es el símbolo por excelencia del
capitalismo americano y de la “globalización” que Chomsky y sus
camaradas tanto desprecian. Es Wall Street, sus torres gemelas
llenas aquel día fatídico con hombres y mujeres de “la clase
dirigente” que, según Chomsky, gobiernan el orden mundial. Las
torres gemelas son el palacio del Gran Satán. Son el vientre de la
Bestia, el objeto de la cólera de Chomsky. Pero es demasiado astuto
y demasiado cobarde para admitirlo. Sabe que, en esta hora de dolor
nacional, tiene que tener cuidado. Y descarta el verdadero
significado del objetivo de los terroristas con estas palabras:
Las víctimas, como siempre, son trabajadores: mozos de limpieza,
secretarias, bomberos, etc. Probablemente sea un golpe aplastante
contra los palestinos y otros pueblos pobres y oprimidos.
La forma en que Chomsky trata de hacer desaparecer las
víctimas que no eran simples “bedeles, secretarias, bomberos, etc…”
habla elocuentemente de su hipocresía.
Su
preocupación está exclusivamente reservada para las fuerzas
revolucionarias de su visión maniquea, el Tercer Mundo oprimido por
los malvados americanos. El mensaje de Chomsky a sus discípulos en
este país, los jóvenes de nuestras universidades, los radicales en
nuestras calles, los topos en las oficinas de nuestro gobierno, es
un mensaje de acción y por consiguiente tiene que ser atendido
inclusive por los que nunca han leído sus repugnantes trabajos. Para
los que creen en sus palabras de odio, Chomsky tiene esta
recomendación:
Los pueblos del Tercer
Mundo necesitan nuestra comprensión y, mucho más que eso, necesitan
de nuestra ayuda. Nosotros podemos dársela, con un margen para
sobrevivir, mediante la disrupción interna de Estados Unidos. Si los
pueblos del Tercer Mundo pueden triunfar contra el tipo de
brutalidad que nosotros les imponemos depende, en gran medida, de lo
que suceda aquí. (14)
Esta es la voz de la Quinta Columna de la izquierda.
Disrupción en este país es lo que los terroristas quieren, y
lo que necesitan, y lo que los seguidores de Noam Chomsky pretenden
darles.
En
su discurso ante el Congreso el 19 de septiembre, el presidente Bush
nos recordó: “Los hemos visto
anteriormente. Son los herederos de todas las ideologías asesinas
del siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para servir sus visiones
radicales, al abandonar todos los valores excepto la voluntad de
poder, siguen el camino del fascismo, el nazismo y el totalitarismo.
Y van a seguir ese camino hasta donde éste termina, en la tumba sin
nombre de las mentiras descartadas.”
El
presidente Bush estaba hablando de los terroristas y de sus
patrocinadores en el exterior. Pero hubiera podido estar hablando de
la quinta columna de sus aliados dentro de Estados Unidos.
Es
hora de que los americanos que aman su país se pongan de pie para
defenderlo.
II PARTE
Una de las ilusiones típicas
del culto a Chomsky es la creencia de que su imam y
sensei no es el enloquecido derviche del
anti-americanismo que todo el mundo ve sino un gigante analítico
cuyos escritos se derivan del laborioso y científico análisis de los
hechos. “La única razón por la que Noam Chomsky es una fuerza
política internacional en sí mismo’’, escribe un fervoroso acólito,
“es que pasa una considerable parte de su tiempo analizando,
corroborando, desconstruyendo y explicando desapasionadamente los
problemas mundiales.” Esta convicción es casi tan ilusoria como la
misma concepción del mundo de Chomsky. En relación con su obra,
sería mucho más exacto decir que todo lo que ha escrito es
mentira.
Los partidarios de Chomsky que
leyeron la primera parte de este ensayo se han quejado de que “no
hay un solo comentario… que contradiga las investigaciones de
Chomsky.” Por consiguiente, mi refutación de Chomsky no se consiguió
“con argumentos razonados o el señalamiento de errores fácticos o
lógicos sino desprestigiando su carácter y trivializando sus
convicciones mediante acusaciones de que no es patriota.”
Confieso sentirme un tanto
intrigado ante esta objeción. Habiendo señalado que Chomsky había
descrito como equivalentes los Estados Unidos posteriores da la II
Guerra Mundial y la Alemania nazi, realmente no se me ocurrió que
esto requiriera refutaciones ulteriores. No, en todo caso, entre
personas cuerdas. Es cierto, por otra parte, que los aduladores de
Chomsky comparten una sicosis de grupo con millones de otros que
anteriormente habían adorado figuras pre-chomskytas como Lenin,
Stalin y otros genios de la fe progresista.
Ahora pasemos a los hechos
Esa pequeña obra de arte de
Chomsky, Las intenciones del Tío Sam, utiliza las
acciones de EEUU en la Guerra Fría como banco de datos para su
retrato del Gran Satán en los asuntos mundiales. Como señalan los
simpatizantes de Chomsky, en el texto hay muchos hechos o, más
precisamente, parecen haber. No cuesta mucho trabajo darse cuenta de
que cada uno de ellos aparece sacado de cualquier contexto histórico
significativo. Y luego son tan cínicamente distorsionados que el
resultado es tan objetivo y científico como las Profecías de
Nostradamus.
Según Chomsky, el mundo bipolar
de la Guerra Fría es visto como si sólo hubiera sido unipolar.
En el mundo real, la Guerra Fría giró sobre los esfuerzos de
Estados Unidos para organizar una coalición democrática contra un
imperio expansionista que conquistó y esclavizó a más de 1,000
millones de personas. Terminó cuando el imperio se rindió, y cuando
se derrumbaron las murallas donde tenía encerrados a
sus pueblos. En el mundo de Chomsky, el imperio soviético
apenas existe. Ninguna acción americana es vista como respuesta a
una iniciativa soviética, y la Guerra Fría es “analizada” como si
hubiera tenido un solo lado.
Esto es como escribir una
historia de la II Guerra Mundial sin mencionar a Hitler. O sin tomar
en cuenta que las acciones de las potencias del Eje influyeron en
los acontecimientos. Pero, en las manos de Chomsky, la deformación
de la historia es todavía peor. Si uno fuera a seguir su método,
haría una lista con cada acto problemático cometido por cualquier
elemento de la vasta coalición que trataba de detener a Hitler, y le
atribuiría a todos a una calculada intención política
norteamericana. Utilizaría entonces un informe de estos “crímenes”
como si se tratara de un expediente histórico. La lista de los
peores actos de los que se pudiera acusar a los aliados - y los
motivos más deshonestos que se pudieran imaginar tras ellos – se
convertirían entonces en el banco de datos a partir del que se
trazaría el retrato de Estados Unidos. Inevitablemente, el resultado
sería ese Gran Satán que sólo existe en la mente enferma de Chomsky.
En Las intenciones del
Tío Sam, Chomsky empieza con el hecho de cómo emerge Estados
Unidos de la II Guerra Mundial. Característicamente, describe este
hecho como que Estados Unidos “se ha beneficiado enormemente” del
conflicto en contraste con “sus rivales industriales” – omitiendo
cualquier mención de las 250,000 bajas norteamericanas, ni a la
generosa ayuda del Plan Marshall para reconstruir Europa y, en
realidad, ni a su misma victoria sobre la Alemania nazi y las
fuerzas del Eje. Muy por el contrario, en el cuadro de Chomsky,
Estados Unidos en 1945 es una rica potencia que se aprovechó de la
miseria de los demás y ahora está en busca de la dominación mundial.
"La gente que determina la política americana estaba planificando
cuidadosamente cómo conformar el mundo de la posguerra," afirma de
manera totalmente gratuita. "Los planificadores americanos - desde
los del Departamento de Estado hasta los del Consejo de Relaciones
Exteriores (un gran canal mediante el que los líderes empresariales
influyen en la política exterior) - estuvieron de acuerdo en que
había que mantener la dominación de Estados Unidos."
Chomsky nunca precisa quiénes
fueron esas personas reales que se pusieron de acuerdo en que la
política americana debía ser de dominación
mundial ni cómo consiguieron unanimidad en decidir la transformación
de un país famoso por su aislacionismo en una potencia mundial.
Según esta visión, Estados Unidos no tiene
política interna. Chomsky no se molesta en reconocer o en tratar de
explicar la poderosa corriente aislacionista no sólo en la política
americana sino en el Partido Republicano - el partido de Wall Street
y de los empresarios del Consejo de Relaciones Exteriores que, según
él, ejercía semejante influencia en la política. Y, sobre todo, no
explica por qué - si realmente en 1945 el objetivo de la política
exterior norteamericana era la dominación mundial - Washington
desbandó, de la noche a la mañana, los ejércitos
que había creado para la guerra, y los hizo regresar a casa.
En realidad, entre 1945 y 1946,
Estados Unidos desmovilizó 1.6 millones de soldados. En contraste,
la Unión Soviética (a la que Chomsky no menciona) mantuvo su
ejército de 2 millones de soldados en los países de Europa oriental
cuyos gobiernos ya había empezado a socavar y destruir.
En realidad, fue la absorción soviética de los estados
independientes del este de Europa entre 1945 y 1948 lo que disparó
el subsiguiente rearme de Estados Unidos, la creación de la OTAN y
la extensión del poder americano en ultramar. Poder destinado a
contener un imperio soviético expansionista y evitar una repetición
del proceso de apaciguamiento que condujo a la II guerra Mundial.
Estos pequeños detalles nunca parecen en el texto de Chomsky y, sin
embargo, determinan todo lo que vino después, especialmente la
presencia global de Estados Unidos. No hay otra excusa para esta
omisión sino que Chomsky no quiere que la historia sea como fue. La
historia ha mostrado que la Guerra Fría, la formación de las
alianzas occidentales de la posguerra y la movilización de las
fuerzas occidentales fue esencialmente un producto de la conquista
soviética de la Europa del este. Fue por eso que la Guerra Fría
terminó tan pronto como cayó el Muro de Berlín y los estados de la
Europa del este se vieron libres de seguir sus caminos
independientes. Fue conseguir esta liberación de cientos de millones
de personas lo que explica la política americana de la Guerra Fría.
Pero estos hechos no aparecen nunca en las páginas de Chomsky.
Al empezar su narración con un
cuadro completamente falso de las fuerzas históricas en juego,
Chomsky está listo para desencadenar su campaña de tierra arrasada
contra la democracia en la que ha vivido una existencia privilegiada
durante más de 70 años. "En 1949", escribe Chomsky, acudiendo a su
calumnia favorita, "el espionaje de Estados Unidos en la Europa
oriental había sido entregado a una red dirigida por Reinhard
Gehlen, que había estado al frente de la inteligencia militar nazi
en el frente oriental. Esta red fue una parte de la alianza entre
Estados Unidos y los nazis…"
Detengámonos por un momento a
observar este ejemplo del método favorito de Chomsky. Hemos saltado
- o Chomsky nos ha hecho saltar - de 1945 a 1949, pasando por alto
el insignificante detalle que el Ejército Rojo había rehusado
retirarse de Europa oriental y que el Kremlin había aniquilado todos
los gobiernos independientes de la región. En vez de esto, el lector
es confrontado con lo que parece ser un hecho chocante sobre
Reinhard Gehlen, rápidamente transformado en la descarada mentira de
una "alianza entre Estados Unidos y los nazis." El factoide de
Gehlen ha sido distorsionado desde su misma presentación. Estados
Unidos utilizó a Gehlen - no al revés, como implica la turbia frase
("el espionaje de EU. había sido entregado.") Más chocante todavía
es la mentira misma. No hubo ninguna alianza entre Estados Unidos y
los nazis. Estados Unidos había aplastado a la Alemania nazi cuatro
años antes, y para 1949 - a diferencia de la Unión Soviética - había
impuesto una democracia en la estructura política de Alemania
occidental como condición de la paz con Alemania.
En 1949, Alemania occidental,
que estaba controlada por Estados Unidos y sus aliados, era un
estado democrático y lo siguió siendo hasta el final de la Guerra
Fría, 40 años más tarde. La Alemania oriental, controlada por la
Unión Soviética (cuya política Chomsky no examina) era un estado
policial y siguió siendo un estado policial hasta el final de la
Guerra Fría, 40 años más tarde. En 1949, con la ocupación de todos
los países del este de Europa por el Ejército Rojo de Stalin, los
comunistas habían establecido estados policiales en cada uno de
ellos y estaban arrestando y ejecutando miles de personas inocentes.
Estos satélites del imperio soviético siguieron
siendo estados policiales, bajo tutela soviética, hasta el final de
la Guerra Fría 40 años más tarde. El ejército rojo de 2 millones de
hombres siguió ocupando Europa oriental hasta el final de la Guerra
Fría 40 años más tarde, y durante cada uno de esos años estuvo en
una postura agresiva amenazando a los estados democráticos de Europa
occidental con invasión y ocupación.
En estas circunstancias - que
Chomsky no menciona - el uso de la red de inteligencia militar
alemana con experiencia y activos en la Europa del este y la Unión
Soviética era una medida enteramente razonable para defender a los
estados democráticos de Occidente y las inocentes vidas de los
súbditos soviéticos. El trabajo de espionaje es sucio y todo el
mundo lo reconoce. Pero este episodio no fue una mancha “nazi’ sobre
Estados Unidos sino una parte necesaria del esfuerzo norteamericano
durante la Guerra Fría para defender la causa de la libertad humana.
Con la ayuda de la red Gehlen, Estados Unidos mantuvo bajo control
la expansión soviética y eventualmente logró liberar a cientos de
millones de hombres de los horrores del gulag comunista.
Chomsky describe estos eventos
como si Estados Unidos no hubiera derrotado a Hitler sino hubiera
hecho un pacto con el diablo para atacar
inocentes: “Estas operaciones incluían una ‘armada secreta’
potenciado por la alianza nazi-estadounidense, que facilitó armas y
agentes a pequeños ejércitos creados por Hitler, que seguían
operando dentro de la Unión Soviética y de los países de Europa
Oriental, durante los primeros años de la década de los cincuenta”.
Esta distorsión, típica de Chomsky, es una mentira tan grosera como
la propaganda comunista que el Kremlin distribuyó durante esos años,
de donde está tomada.
Una vez equiparados Estados
Unidos y la Alemania Nazi, en estricta imitación de la propaganda
estalinista, Chomsky amplía la analogía con un conjunto de episodios
de ficción que compusieron la Guerra Fría. Según Chomsky, el
establecer un orden del mundo de tipo nazi - con los intereses de
negocio en la cumbre y las "clases trabajadoras y los pobres " abajo
- estaba en la verdadera agenda americana de la posguerra. Por lo
tanto, "el mayor impedimento consistía en la resistencia
antifascista, de manera que fue suprimida y sustituida por fascistas
y colaboradores de los nazis en todo el mundo."
Afirmaciones como éstas son las
que dan mala fama a las teorías de la conspiración.
Sería aburrido (y no ayudaría
en nada a nuestra comprensión) examinar todos los casos
perversamente torcidos por Chomsky, que siguen el modelo sin
escrúpulos de su informe de la red de Gehlen. Uno más debería ser
suficiente. En 1947, una guerra civil en Grecia se convirtió en la
primera prueba de la Guerra Fría para comprobar la determinación de
Estados Unidos de evitar que el imperio soviético se extendiera más
allá de Europa Oriental. Naturalmente, Chomsky presenta el conflicto
como lucha entre la " resistencia anti-nazi, " y los intereses
promovidos por los EE.UU (y los nazis). En palabras de Chomsky,
estos intereses eran los "de inversores estadounidenses y de hombres
de negocios locales, " y - por supuesto - " entre los beneficiarios
se encontraban colaboradores de los nazis, mientras que las
principales víctimas fueron los trabajadores y los campesinos de la
resistencia anti-nazi."
Los líderes de las fuerzas
anticomunistas en Grecia no eran nazis. Por otra parte, lo que
Chomsky denomina la " resistencia anti-nazi" era de hecho el partido
comunista y sus compañeros de viaje. Lo que Chomsky deja fuera de su
relato, como un asunto banal y poco importante, es la proximidad del
ejército rojo soviético a Grecia, la intención de los comunistas
griegos de establecer un estado policial soviético si ganaban la
guerra civil, y el hecho de que su derrota abrió el camino a un
desarrollo económico sin precedentes que benefició a todas las
clases. Y al eventual establecimiento de una democracia que en poco
tiempo llevó a los socialistas democráticos al poder.
Es innecesario decir que ningún
país en el que los antifascistas de Chomsky hayan ganado, se ha
establecido nunca una democracia, o producido alguna
mejora significativa en las condiciones de vida de las masas.
Esto pone en una perspectiva algo diferente lo que sucedió en Grecia
y de lo que hicieron los Estados Unidos allí. El único punto de
vista desde el cual la versión de Chomsky de esta historia tiene
sentido es el punto de vista del Kremlin, cuya propaganda ha sido
simplemente actualizada por el profesor del MIT.
Un capítulo clave del mentiroso
folleto de Chomsky se llama La Amenaza de un Buen Ejemplo.
En él, Chomsky ofrece su explicación para el comportamiento
diabólico de Estados Unidos en los países del Tercer Mundo. En la
historia ficticia de Chomsky, "lo que las fuerzas de la contra,
ayudadas por EE.UU., hicieron en Nicaragua, o lo que hacen nuestros
gobiernos terroristas en El Salvador o Guatemala, no son solo
matanzas ordinarias. Un elemento importante es la tortura brutal,
sádica – niños aplastados contra las rocas, mujeres colgadas por los
pies con sus pechos cortados y la piel de su cara pelada detrás para
desangrarlas, cabezas cortadas y puestas en estacas." No hay citas
en el texto de Chomsky que corroboren que sucediera cualquiera de
estas atrocidades, o que los Estados Unidos las dirigieran, o que
los Estados Unidos sean de cualquier manera significativa
responsables de ellas. Pero, según Chomsky, las fuerzas “ayudadas
por EE.UU” y "nuestros gobiernos terroristas" hacen esta clase de
cosas rutinariamente y por todas partes: "no hay país que se libre
de este trato, no importa lo poco importante que sea."
Según Chomsky, los negocios
estadounidenses son las diabólicas manos que están detrás de todas
estas políticas. Por otra parte, "por lo que a los negocios
americanos concierne, Nicaragua podría desaparecer y nadie lo
notaría. Lo mismo sucede con El Salvador. Pero ambos fueron
sometidos a agresiones homicidas por los EE.UU., al costo de cientos
de miles de vidas y varios miles de millones de dólares." Si estos
países son tan insignificantes, ¿por qué los Estados Unidos se
molestarían en tratarlos tan monstruosamente, sobre todo teniendo en
cuenta que atrocidades menos graves cometidas por americanos – como
la masacre de My Lai – atrajeron la atención del mundo entero, y no
sólo la de Noam Chomsky? "Hay una razón para esto," explica Chomsky.
"Cuanto más débil y pobre sea el país, más peligroso es como
ejemplo. Si un país pequeño y pobre como Granada puede prosperar
dando una vida mejor a su pueblo, algún otro país con mayores
recursos se preguntará ‘¿por qué nosotros no?’"
Es una idea interesante. La
lógica va así: las intenciones del tío Sam son controlar el mundo;
el control de los EE.UU. significa la miseria absoluta para todos
los que viven bajo su dominio; lo que significa que los EE.UU. deben
de evitar que los pueblos pequeños y pobres del mundo se den cuenta
de que hay mejores maneras de desarrollarse que con inversiones o
influencias norteamericanas. Por ejemplo, Granada. "Granada tiene
cien mil personas que producen un poco de nuez moscada molida, y
difícilmente podría encontrarla en un mapa. Pero cuando Granada
comenzó a experimentar una pequeña revolución social, Washington se
movió rápidamente para destruir la amenaza " Éste es el comentario
completo de Chomsky sobre la intervención de los Estados Unidos en
Granada.
En realidad, lo que sucedió fue
totalmente distinto. En 1979, un golpe de estado en Granada
estableció una dictadura marxista completa con un "Politburó" al
estilo soviético para gobernarlo. Era un período tenso en la Guerra
Fría. La Unión Soviética había invadido Afganistán, y las
insurrecciones comunistas armadas por Cuba se diseminaban en Estados
Unidos Central. Después de poco tiempo, el personal militar cubano
comenzó a aparecer en Granada, construyendo un aeropuerto nuevo
capaz de acomodar bombarderos soviéticos. Las tensiones sobre el
aeropuerto inacabado surgieron entre Washington y la dictadura de
Granada. En medio de todo esto, tuvo lugar un nuevo golpe de estado
en 1983. Este golpe fue liderado por el ministro marxista de la
defensa, que asesinó al dictador marxista y a la mitad de su
Politburó, incluyendo a su embarazada ministra de educación. El
nuevo dictador puso a la isla entera - incluyendo a los ciudadanos
de los EE.UU. que residían allí -- bajo arresto domiciliario. Fue en
este punto en que la administración Reagan envió a los
marines para proteger a los ciudadanos de los EE.UU., parar la
construcción del aeropuerto militar y restablecer la democracia en
la pequeña isla. Los EE.UU. actuaron a petición de cuatro gobiernos
de los países caribeños que temían una presencia militar comunista
en su vecindario. Una encuesta a la opinión pública realizada
después de la operación de los Estados Unidos mostró que el 85% de
los ciudadanos de Granada dio la bienvenida a la intervención de los
EE.UU. y a la ayuda de Estados Unidos para restablecer su libertad.
No había ninguna "amenaza de un
buen ejemplo" en Granada y no la hay en ningún lugar del mundo de
los experimentos sociales progresistas. No hay un solo país marxista
que haya proporcionado alguna vez un buen ejemplo, en el sentido de
mejorar su economía o hacer más libre a su pueblo. Chomsky
parece haberse perdido este hecho, el más básico de la historia del
siglo veinte: el socialismo no funciona. Corea parece un ejemplo
obvio. Hace cincuenta años, en una de las primeras batallas de la
Guerra Fría, los militares de Estados Unidos evitaron que la
comunista Corea del Norte conquistara el anticomunista sur del país.
Hoy, la comunista Corea del Norte es independiente de los Estados
Unidos y está entre los países más pobres del mundo. Un millón de
sus ciudadanos han muerto de hambre en los últimos años, mientras
que su dictador marxista ha invertido febrilmente el escaso capital
del país en el programa de un Misil Balístico Intercontinental. Todo
un gran ejemplo
En Corea del Sur, por el
contrario, hay 50.000 tropas de los EE.UU. colocadas a lo largo de
la frontera para defenderla de un ataque comunista. Durante
cincuenta años, los infames negocios e inversores de los EE.UU. han
operado libremente en Corea del Sur. Los resultados son
interesantes. En 1950, Corea del Sur, con una renta per cápita de
250 dólares, era tan pobre como Cuba y Vietnam. Hoy es una potencia
industrial y su renta per cápita es más de veinte veces mayor que la
que tenía cuando se convirtió en aliado y receptor de inversiones de
los Estados Unidos. Corea del Sur no es una democracia hecha y
derecha pero tiene elecciones y más de un partido y una prensa que
le ofrece información del mundo exterior. Esto es absolutamente
diferente de Corea del Norte cuyos ciudadanos no tienen ningún
acceso a información que su dictador no apruebe. ¿Quién piensa usted
que está asustado de la amenaza de un buen ejemplo?
El comunismo era un sistema
expansivo que arruinó naciones y esclavizó a sus ciudadanos. Pero
Chomsky despacha el miedo de Estados Unidos al comunismo como una
mera "excusa" para los diabólicos planes americanos. Explica la
guerra de Vietnam de esta manera: " el verdadero miedo era que si la
gente de Indochina alcanzaba la independencia y la justicia, la
gente de Tailandia la emularía, y si funcionaba, lo intentarían en
Malasia, y muy pronto Indonesia seguiría un camino independiente, y
para entonces un área significativa [del imperio de Estados Unidos]
se habría perdido. " Ésta es la versión marxista de la teoría del
dominó. Pero por supuesto, Estados Unidos salió de indochina.
Camboya y Tailandia incluida - en 1975. Vietnam ha seguido un camino
independiente los últimos 25 años y es tan pobre como ha sido
siempre - una de las naciones más pobres del mundo. Su pueblo
todavía vive en un primitivo estado policial marxista.
Después de su derrota en
Vietnam, los Estados Unidos retiraron sus fuerzas militares de toda
la península indochina. El resultado fue que Camboya terminó
tiranizada por los jemeres rojos. Es decir, por las fuerzas
comunistas que Noam Chomsky, los comunistas vietnamitas y toda la
izquierda americana habían apoyado hasta entonces. Los jemeres rojos
procedieron a matar a dos millones de camboyanos que, en su opinión,
estorbaban el camino del "buen ejemplo” progresista. Chomsky se ganó
una mala reputación negando primero y, enseguida, reduciendo al
mínimo el genocidio camboyano hasta que los hechos destruyeron sus
argumentos. Ahora, por supuesto, culpa a los Estados Unidos del
genocidio.
Chomsky también culpa los
Estados Unidos y la guerra de Vietnam por el hecho de que "Vietnam
es un caso perdido " y no un buen ejemplo. "Nuestro objetivo
principal - el crucial, el que realmente contaba – era destruir el
virus [del desarrollo independiente], y lo logramos. Vietnam es un
caso perdido, y los EEUU están haciendo lo que pueden para
mantenerlo de esa manera." Esto es simplemente un libelo típico de
Chomsky y un ardid de usos múltiples. (El diablo les obligó a
hacerlo.) Como Chomsky sabía entonces y sabe ahora, los victoriosos
comunistas vietnamitas son marxistas. El marxismo es una teoría
demente que no funciona. Cada estado marxista ha sido,
económicamente, un caso perdido.
Vamos a tomar un ejemplo actual
como Cuba, que no ha sido bombardeada ni ha sufrido ninguna guerra,
pero que es más pobre ahora de lo que era hace cuarenta años, cuando
Castro tomó el poder. En 1959, Cuba era la segunda nación más rica
de Latino América. Ahora es la segunda más pobre, sólo por encima de
Haití. Naturalmente, los partidarios de Chomsky asegurarán que el
responsable es el embargo económico de los Estados Unidos. (The
devil made them do it.) ¿Por qué? El resto del mundo comercia
con Cuba. La isla no sólo tiene relaciones comerciales con toda
América Latina y Europa, sino que además recibe ayudas de esta
última. Más aún, en los 70 y 80, la Unión Soviética le daba a Cuba
el equivalente a tres planes Marshall en ayudas y subsidios
económicos – decenas de miles de millones de dólares. Cuba es una
isla fértil con un clima tropical. Es pobre porque ha seguido el
ejemplo de Chomsky, y no el de Estados Unidos. Es pobre porque es
socialista, marxista y comunista. Es pobre porque está gobernada por
un lunático y un sádico. Es pobre porque, en Cuba, Estados Unidos
perdió la Guerra Fría. La pobreza de Cuba es lo que la visión y el
compromiso político de Chomsky crearían para el mundo entero.
Es esa misma ilusión comunista
de Chomsky (que hay un camino a la prosperidad distinto al
capitalista) lo que ha condenado a la pobreza de
estados como Cuba, Corea del Norte y Vietnam, y que hubiera
condenado a la misma pobreza a Granada, Grecia y Corea del Sur si
Estados Unidos no hubiera intervenido.
La ilusión de que el socialismo
conduce a un futuro mejor es también la razón del culto a Chomsky.
Es esa ilusión, en el centro de la esperanza mesiánica, lo que crea
al progresista de izquierdas. Esa esperanza es una quimera que
presenta la historia en términos maniqueos – como una lucha de
buenos y malos. Aquellos que se oponen al socialismo, marxismo y
comunismo conforman el mundo diabólico. Forman el partido de Satán,
y su líder, Estados Unidos, es el Gran Satán.
Chomsky es, de hecho, el imán
de esta cosmovisión religiosa de los campus
universitarios actuales. Su gran servicio a la fe progresista es
negar la historia de los últimos cien años, que es la historia de
las atrocidades y fracasos progresistas. En el siglo veinte, los
progresistas en el poder mataron a un centenar de millones de
personas en el intento de realizar su sueño imposible. En lo que
concierne a Noam Chomsky, estas catástrofes de la izquierda jamás
sucedieron. "No me gustan mucho los términos izquierda y derecha,"
escribe Chomsky en otra absurda palabrería llamada El Bien
Común. "Entre lo que se llama izquierda se incluye el leninismo
[es decir, comunismo], al que considero ultraderecha en muchos
aspectos... el leninismo no tiene nada que ver con los valores de la
izquierda – de hecho, es algo radicalmente opuesto a los mismos".
Uno tiene que pellizcarse
cuando lee cosas como ésta
El propósito de semejantes
mutilaciones del idioma es perfectamente comprensible, sin embargo.
Hay que preservar la fe de aquellos que no pueden vivir sin alguna
forma del credo comunista. Lenin está muerto. Larga vida al
leninismo. Las catástrofes comunistas no tienen "nada que ver con
los valores de la izquierda" porque si lo tuvieran la izquierda
tendría que responder de sus actos y confortar el hecho de estar en
bancarrota moral e intelectual. Los progresistas tendrían que hacer
frente al hecho de que mataron 100 millones de personas por gusto –
por una idea que no funciona.
La verdadera amenaza de un buen
ejemplo es la amenaza de Estados Unidos, que ha rescatado a más
gente de la pobreza – dentro de sus fronteras y en todo el resto del
mundo – que todos los socialistas y progresistas que han existido
desde el principio de los tiempos. Para neutralizar esa amenaza, es
necesario matar la idea americana. De hecho, ésta es la misión de la
vida de Noam Chomsky, y su eterna deshonra.
(1)
Noam Chomsky. What Uncle Sam Really Wants, Tucson, 1986
(entrevistas con David Barsamian)
(2)
Ibid.
(3)
Noam Chomsky, Propaganda and the Public Mind, Interviews by
David Barsamian, Cambridge, 2001. Al final de este volumen, se cita
a The New York Times elogiando a Chomsky como “alguien que hace
explotar las verdades recibidas.” The Guardián (London) “Uno de los
héroes radicales de nuestra época… Un enorme intelecto…” The Times
Literary Supplement: “El trabajo de Chomsky … tiene algunas de las
cualidades de Revelaciones, los profetas del viejo Testamento y de
Blake.”
(4)
Disponible en
www.znet.og
(5)
Entrevista, septiembre 19, 2001.
www.znet.org
(6)
What Uncle San Really Wants, pp. 8, l8, 29,31, 32, 56-58.
(7)
Chomsky, Profit Over People, NY 1999, p. 102.
(8)
What Uncle Sam Really Wants, p. 32.
(9)
Ibid. p.79.
(10)
Ibid. p 82.
(11)
Ibid. pp.56-7.
(12)
Bill Ayers, Fugitive Days, NY 2001, p.256.
(13)
Declaraciones del sitio electrónico del editor,
www.beacon.org.
(14)
What Uncle Sam Really Wants, p. 100.
David Horowitz es director de FrontPage magazine.
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