En defensa del neoliberalismo

 

Las guerras secretas de Fidel Castro

 

Adolfo Rivero Caro

Nunca en la historia contemporánea un país tan pequeño y escaso de recursos ha ejercido la influencia internacional de Cuba en los últimos decenios'', afirma Juan Benemelis en la introducción de su último libro Las guerras secretas de Fidel Castro. Sus 400 páginas están dirigidas a demostrar la validez de esta inquietante afirmación. Benemelis sigue las aventuras castristas a través de 25 fascinantes capítulos. Los primeros ocho empiezan con las expediciones armadas a Panamá y Santo Domingo en abril y junio de 1959 y concluyen con la muerte del Che Guevara en 1967. Todo está aquí. La subversión latinoamericana. La intervención en Venezuela. La crisis de los cohetes y la claudicación de los soviéticos. La subversión africana. El Congo. El Che en Bolivia.

La revolución cubana nació dedicada a una empresa de vasta subversión internacional a la que no ha renunciado nunca. Inicialmente fue latinoamericana. En un discurso del Che Guevara el 17 de enero de 1959 éste afirmaba que ``un pequeño grupo de hombres decididos, apoyados por el pueblo y sin miedo a morir si fuera necesario, puede llegar a imponerse a un ejército regular disciplinado y derrotarlo definitivamente --la revolución no está limitada a la nación cubana, sea éste el primer paso hacia la victoria de América''.

No era la primera vez que un inesperado triunfo revolucionario provocaba expectativas fantásticas y que el nacimiento de un pollo con cuatro patas hacía soñar con fabulosas exportaciones avícolas. Los comunistas rusos vieron el triunfo de la revolución de 1917 como el inicio de la revolución proletaria mundial. Les sorprendió que fuera en Rusia porque siempre habían pensado que ésta debía empezar por los países más industrializados, particularmente Alemania con su formidable Partido Obrero Socialdemócrata. En las convulsiones sociales de fines de la Primera Guerra Mundial vieron el pronosticado hundimiento del sistema capitalista. Cuando los conatos revolucionarios fueron fracasando en un país tras otro, llegaron a la decepcionada conclusión de que ''la condiciones objetivas estaban maduras'', pero que la debilidad ideológica de los revolucionarios, la falta de ''condiciones subjetivas'', habían pospuesto el Armagedón capitalista. La fórmula del triunfo, como enseñaba la experiencia rusa, era radicalizar a los partidos socialdemócratas. De aquí la fundación de la III Internacional y las 21 condiciones de la ''bolchevización'' para poder ser admitido en la misma. Su objetivo era la transformación de los partidos socialistas de masas en partidos comunistas ''de nuevo tipo'', rígidamente centralizados y hostiles a toda ilusión reformista. Los socialistas (social-fascistas) eran el enemigo fundamental. Esto se precisó en el Congreso de la Internacional Comunista de 1928. Fue, dicho sea de paso, lo que determinó la hostilidad comunista contra Grau y Guiteras en 1933 durante el gobierno de los cien días.

En el caso de la revolución castrista, se repitió la ilusión bolchevique. Ahora, sin embargo, la debilidad ideológica de los revolucionarios residía en la línea de la ''coexistencia pacífica'' adoptada por el Partido Comunista de la Unión Soviética desde su XX Congreso en 1956. La fórmula del triunfo, como enseñaba la experiencia cubana, era la lucha armada.

Irritados contra los nuevos ''reformistas'', como lo habían estado los bolcheviques medio siglo antes, los cubanos también formaron su propia internacional revolucionaria. En 1966, Castro convocó una conferencia de movimientos armados y terroristas del tercer mundo: la Tricontinental, a la que acudieron 513 delegados de 83 grupos subversivos de Asia, Africa y América Latina. Le disputaba así la hegemonía del movimiento revolucionario mundial no sólo a la URSS, sino también a China. Las 27 organizaciones de América Latina constituyeron la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), dirigida a impulsar la lucha armada en el continente e inflamar una ''tenaz y continuada campaña contra Estados Unidos''. Benemelis nos cuenta de las relaciones con las Panteras Negras y resto del movimiento revolucionario americano de los años 60 y 70, de los oscuros tratos con las Brigadas Rojas italianas, con la ETA, con el IRA.

Agobiado por sus múltiples fracasos militares y por el rápido colapso de la economía cubana, Castro decidió apoyar el aplastamiento de la primavera de Praga en 1968 y convertirse en un estado cliente de la URSS. Era su única posibilidad de supervivencia. Benemelis prosigue durante el resto del libro con el papel de la dictadura cubana como punta de lanza soviética en el tercer mundo. En la conferencia de los No-Alineados de 1970 en Zambia, Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores, defendía la conveniencia de una alianza estratégica con la Unión Soviética.

Las guerras secretas de Fidel Castro es una compacta enciclopedia sobre la proyección mundial de la revolución cubana. Todo está aquí. Las relaciones de Castro con Feltrinelli, su amistad con Cayetano Carpio, el entrenamiento en Cuba del venezolano Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos, el Chacal, las guerras de Angola y Etiopía, la revolución sandinista y Granada, la insurgencia centroamericana y la participación cubana en el narcotráfico. Y Benemelis nos advierte que sólo conocemos una pequeña parte de esta vasta empresa destructiva. Este es un libro importante y es necesario que se traduzca. En el nuevo mundo después del 11 de septiembre resulta una advertencia singularmente oportuna sobre la realidad del terrorismo castrista y su permanente amenaza. Todos tenemos que estarle agradecidos a este combativo y erudito manzanillero, testigo, partícipe y notario de una historia inconclusa e infame.

El libro Las Guerras Secretas de Fidel Castro puede adquirirse en la Librería Universal, 3090 SW 8 Street,Miami, FL - (305)642-3234  - www.ediciones.com