En defensa del neoliberalismo

La ayuda humanitaria no es una estrategia de oposición política
Adolfo Rivero Caro

Muchos amigos, a los que aprecio y admiro mucho, se sienten entusiasmados con la idea de la ayuda humanitaria a Cuba. Quiero aclarar que yo, como todo el mundo, soy un admirador del trabajo de organizaciones como Caritas. También soy un admirador del Ballet Bolshoi y de la Orquesta Sinfónica de Filadelfia.  Ahora bien, Caritas es una organización religiosa caritativa y humanitaria, que envía y distribuye ayuda en todo el mundo. En Cuba,  solo se le permite distribuir el 20 % de las donaciones recibidas, el resto lo distribuye el Gobierno cubano a través de sus instituciones. Toda organización política con iguales características estaría condenada al fracaso y mucho menos sería una organización política de oposición a la dictadura castrista.

Desde hace años, organizaciones civiles han estado mandando millones de dólares en ayuda humanitaria a Cuba. No cabe ninguna duda de que esto ha ayudado a innumerables familias. Desde el punto de vista caritativo, humanitario, sin duda ha sido un formidable éxito. Sin embargo, yo quisiera invitar a reflexionar sobre lo que ha significado en la lucha contra la dictadura castrista. ¿Ha significado un debilitamiento, o un fortalecimiento de la misma?

Los Pastores por la Paz y otras organizaciones internacionales han llevado miles de toneladas de ayuda a Cuba, pero el Gobierno cubano utiliza su gesto, para resaltar la supuesta solidaridad y reconocimiento del régimen castrista.

Sabemos que el gran problema de nuestra oposición interna es su poco poder de convocatoria y capacidad movilizativa, por las características propias del sistema político en que se desenvuelve. Muchos han tratado de conseguirlas mediante la sustitución de las funciones del Estado,  supliendo las necesidades que éste no resuelve. Sin embargo, desde el punto de vista de la lucha política es un gran error. La oposición tiene su capital político en el cuestionamiento al gobierno y tomando su ineficiencia como su propia plataforma política, o sea que si como partido de oposición estuviera en el poder, si resolvería las necesidades que hoy plantea como demandas, fundamentalmente las sociales.

Comprendo la preocupación y buena fe de mis amigos, pero no se trata de crear una estructura u organización más. En Cuba hay organizaciones campesinas, de mujeres y hasta de derechos humanos que bien pudieran calificar ante los foros internacionales. Se pudiera buscar su inscripción en esos organismos como parte de una nuevo reordenamiento de la sociedad civil cubana.

Ahora, si lo que se quiere es ayudar al pueblo y a la vez levantar un liderazgo político, en consonancia con los intereses de la población, bien que se pudiera apoyar a los municipios de oposición, y ellos serían los encargados de entrar en contacto con el pueblo y canalizar cualquier tipo de ayuda que se quiera hacer llegar, bajo ese concepto de: “ayuda de pueblo a pueblo”. Aunque repito, no se le puede quitar la responsabilidad al gobierno, ni aliviar sus problemas, con cualquier pretexto por válido que sea, pues sería hacerle más fácil su tarea de gobernar y perpetuarse en el poder.

En Cuba, todo el mundo vive bajo una increíble presión para aceptar el sistema. Y yo le pregunto a mis lectores, ¿cómo va a interpretar la gente esta ayuda humanitaria? ¿Cómo que el gobierno es totalmente incapaz de mantener a la población y hay que cambiarlo, o cómo que Fidel siempre se las ingenia para conseguir ayuda del exterior? Creo que es tema para reflexionar.

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