Un adalid de la libertad en Latinoamérica
Por Mary Anastasia O'Grady
LAGO AMATITLÁN, Guatemala— En lo alto de una colina que mira a
este pintoresco lago volcánico, Manuel "Muso" Ayau —que puede
considerarse el abanderado de la libertad más influyente de
América Latina en la segunda mitad del siglo XX— fue sepultado
el mes pasado.
Llegué hasta acá, 40 días más tarde, para asistir a una
conmemoración. Temprano por la mañana viajo una hora desde
Ciudad de Guatemala hasta el monasterio griego ortodoxo que
ahora alberga la cripta de Ayau. Muchos amigos de toda la región
y de España se saludan. La muchedumbre no cabe en la iglesia y
algunos quedan afuera, en la parte posterior. Somos jóvenes y
viejos, latinos, europeos y estadounidenses, creyentes y no
creyentes, pero todos compartimos el dolor en común de haber
perdido un maestro, un mentor, un líder y un amigo.
Zina
Saunders
Más tarde, en la prestigiosa Universidad Francisco Marroquín (UFM),
la pieza central del legado de Ayau, casi 300 personas colman la
plaza para celebrar su vida.
Los estadounidenses que se sienten desalentados por la erosión
de los derechos individuales en su país podrían aprender mucho
del valiente recorrido de Ayau. Pocas veces una vida ha
contribuido tanto a la causa de superar la tiranía simplemente
al comprometerse con la promoción del libre pensamiento, y lo
hizo en un medio que era sumamente hostil a la libertad.
Ayau, nacido en 1925, fue un ingeniero educado en Estados Unidos.
Pero fueron sus instintos como emprendedor aquí en Guatemala los
que le dieron forma a su destino de ícono de la libertad. Fundó
y dirigió varias empresas exitosas, incluida una de gas
industrial y una fábrica de mosaicos. Mientras trabajada quedó
cada vez más perplejo por la contradicción entre el potencial
emprendedor del país y la alta cantidad de bancarrotas. Esto lo
impulsó a comenzar a buscar respuestas a la terca pobreza y el
subdesarrollo de Guatemala.
Fue una época turbulenta. Los comunistas habían puesto la mira
en Guatemala. En 1954, su hombre, el presidente Jacobo Arbenz,
fue derrocado. Lo que siguió fue una mezcla tóxica de gobiernos
militares e insurgencia guerrillera que cubrió el país de
violencia.
En medio de este desorden surgió Ayau, con seis guatemaltecos
que pensaban como él, armados sólo con el deseo de descubrir las
ideas que podrían transformar a Guatemala en un país justo y
próspero. Formaron el Centro de Estudios Económicos y Sociales (CEES)
en noviembre de 1958. La meta, escribió Muso en sus memorias de
1992 sobre la fundación de la Universidad Marroquín, "era
estudiar y diseminar los principios éticos, económicos y legales
de una sociedad libre".
Ayau y sus colegas leían con voracidad y debatían de forma
vociferante. "Todos nosotros éramos autodidactas en estos temas,
lo que absorbía gran parte de nuestro tiempo", escribió. Durante
el siguiente medio siglo CEES publicaría más de 900 folletos en
defensa del mercado. Las muchas contribuciones de Ayau (98)
tenían títulos como "Sobre la moral de un gobierno", "Planificación
racional o absurda" y "Robinson y viernes inventan el mercomún".
En octubre de 1978 escribió un ensayo en un panfleto de CEES
titulado "Los controles de precios", mientras Milton Friedman
escribía "En defensa del dumping" en la misma publicación.
Esos folletos se distribuyeron por toda la región. El peruano
Enrique Ghersi, uno de los co-autores del éxito de ventas de
1986 "El otro sendero", afirma que uno llamado "Cómo
subdesarrollar un país en diez lecciones" fue "clave para
despertar en mí la vocación y el compromiso de defender la
libertad". CEES llevó a Guatemala gigantes intelectuales de la
talla de Ludwig von Mises (1964), Friedrich Hayek (1965) y
Ludwig Erhard (1968).
Al promover estas ideas Ayau se enfrentaba a los comunistas,
mercantilistas, sindicatos del sector público y a los
planificadores centrales de instituciones poderosas como el
Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero sólo
estaba entrando en calor.
Para la década de 1960, estaba claro que la izquierda había
capturado al mundo académico de Guatemala. Así que en 1971 Ayau
y los demás partidarios de la libertad fundaron UFM en una casa
alquilada con los aportes de un puñado de guatemaltecos que
ascendían a un total de US$40.000. Había ocho estudiantes en la
primera promoción que se graduó. El año pasado hubo 509.
Los egresados de Marroquín están entre los más buscados del país
debido a su competencia. Pero la universidad afirma que hay algo
más que los hace únicos: "A todos los estudiantes más allá de la
disciplina se les enseñan las causas y orígenes de la riqueza de
las naciones". Aleluya.
Ayau no vivió para ver todo lo que había soñado para Guatemala,
pero sí presenció algunos cambios significativos de los que se
podía sentir orgulloso. Los graduados de UFM participaron en la
reforma constitucional de 1993 para prohibir que el banco
central le prestara al gobierno, la ley de telecomunicaciones de
libre mercado de 1996 y la ley de 2001 que legalizó el uso de
otras monedas. Si un viajero del tiempo de los años 60, cuando
Ayau comenzó a desafiar el estatismo mientras Fidel Castro
forjaba su expresión más acabada en Cuba, aterrizara ahora
podría sorprenderse al ver cuales ideas superaron mejor la
prueba del tiempo.
Quizás Ghersi, uno de los asistentes a la celebración, captura
mejor la contribución de Ayau con estas palabras: "Es decisivo
en la historia de la libertad. UFM es la autoridad papal del
liberalismo (clásico) en América Latina; y Manuel Ayau es
nuestro papa".
Que en paz descanse Muso.
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