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Nosotros si somos arrechos Una serie de razonamientos anteriores nos permitían presagiar los acontecimientos que se producirían en Venezuela durante el mandato de Hugo Chávez. Y como era necesario diseñar una estrategia para enfrentarlos, acorde a las características de esos regímenes autoritarios de corte totalitarios; ahora reciclados y camuflados en el nuevo socialismo: “el socialismo del Siglo XXI”.
El proceso cubano, como referente en cuanto
a
métodos para imponerse,
pudo haber ayudado mucho a las fuerzas prodemocráticas venezolanas.
Ya en diciembre del 2000, durante un evento celebrado en Sao Paulo,
Brasil por el Movimiento Mundial para la Democracia, se alertaba a
la delegación venezolana del inminente peligro que corría la
democracia en su país. Muchos, y con cierta razón han utilizado el proceso de la Unión Soviética y el llamado campo socialista, para buscar una estrategia común: de como desmontar los regímenes totalitarios. No obstante, las causas del colapso de esos regímenes se atribuyen a diferentes factores, pero los más posibles, muy raras veces se abordan.
Lo más importante es tener en cuenta las propias características del
sistema. El llamado sistema socialista no prevé la sustitución del
poder desde abajo hacia arriba. El Gran Jefe, El Camarada en Jefe,
el Comandante en Jefe, y todas sus denominaciones que les atribuyen
al gran líder,
pero que siempre responden a un mismo comportamiento.
Esa persona emblemática, casi mesiánica no se equivoca, los que se
equivocan
son
los cuadros intermedios. El Jefe nunca tiene la culpa.
Esto impide el cuestionamiento y toma de decisiones de los
subordinados. Así llegó Mikhail Sergeyevich Gorbachev con su glasnov
y la perestroica, conociendo los mecanismos del poder y sin cometer
los errores de Nikita Jruschov, pero a diferencia de
éste, Gorbachev no tenía la responsabilidad histórica y jurídica de
los excesos y crímenes ocurridos durante tantos años en la Unión
Soviética.
Aquí se van abriendo ciertas disyuntivas, si la experiencia
demuestra que el fin de estos regímenes se da con la desaparición
biológica de los que los implantaron, Cuba no tiene muchos problemas,
pero los venezolanos tienen sobradas razones para preocuparse. Un
líder y principal responsable del proceso, relativamente joven, una
izquierda internacional rejuvenecida, un nuevo eje hegemónico en
franco desarrollo, con Rusia y China económicamente fortalecidas y
un mundo árabe en franca alianza, contra un Estados Unidos,
totalmente debilitado y con dudosa conducción por el presidente
Barack Obama,
entonces el problema es grave. La estrategia de la oposición a Castro, al principio del triunfo de la Revolución en 1959, fue utilizar los métodos, que llevaron al propio Castro al poder, sin tener en cuenta la naturaleza del nuevo sistema, razones por lo que todos sus esfuerzos fracasaron. Bien valdría hacer un estudio de los fracasos de la oposición cubana en su lucha por instaurar la democracia y derrocar esa terrible dictadura. Errores que en similitud y por desgracia, comete la oposición venezolana. La oposición interna en Cuba no ha sabido canalizar las tenciones sociales y exacerbarlas. En más de 50 años no se ha producido un líder social, un luchador social que trascienda en las masas. Y no por falta de represión y abusos del poder, sino porque la lucha se ha dirigido en otros sentidos, primero hacia la confrontación armada y luego a la lucha política a partir de derechos humanos, algo justo, pero que no tiene poder de convocatoria. Por ende, no alcanza capacidad movilizativa.
La oposición venezolana tiene que adaptarse a la nueva propuesta, el
socialismo del Siglo XXI. En el tiempo que le queda para la nueva
contienda electoral, debe prepararse para ella, pues no tiene otras
alternativas, para alcanzar el poder e imponer la democracia. En este período, un tanto de tregua política de Chávez, las fuerzas políticas de oposición pueden actuar de forma independiente, pero con un objetivo común, desgatar el capital político del gobierno. Necesitan capitalizar las inquietudes sociales, convertirse en sus voceros y movilizar las masas en busca de las promesas ofrecidas. Todo tiene que convertirse en una demanda, desde la propiedad de las tierras, las viviendas, los servicios de salud, etc. Las demandas constantes son las únicas que comprometen al gobierno con su responsabilidad ante su pueblo, las que ponen en evidencia la insatisfacción social y muestran un liderazgo, que va más allá de un simple interés por ser los nuevos dueños del poder. El tiempo se acaba, si no se aprovecha, luego será tarde y llegará el momento que ni para protestar habrá tiempo, pues quedarán prohibidas las protestas hasta para los “arrechos”.
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