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Semana Santa El sentimiento religioso es uno de los más profundos del espíritu humano. Tiende a personificar la infinitud del universo y, en cierto sentido, volverla una relación personal. En sus orígenes, toda civilización posee un poderoso y definido sentimiento religioso. Con el pasar del tiempo, sin embargo, la expansión misma de la civilización crea numerosas diversiones que van debilitando ese sentimiento. La única forma de evitarlo es vincularlo a otras causas. Es decir, poner los grandes sentimientos religiosos al servicio de esas otras causas populares. En su oposición al cristianismo, por ejemplo, el islamismo fue una fuerza decididamente anticolonizadora y, por consiguiente, se hizo profundamente popular. En este sentido, en esta Semana Santa me ha parecido útil especular sobre el futuro de la Iglesia en Cuba. Es conveniente enfatizar que la Iglesia cubana no jugó un papel positivo en la guerra de independencia. El clero era fundamentalmente español y colonialista. Sólo hubo un puñado de curas mambises. Por consiguiente, la Iglesia no pudo representar una fuerza profundamente popular en el inicio de la Cuba republicana. Llenó sencillamente un vacío ideológico jugando un papel más formal que sustancial. Iglesias llenas pero poca devoción. Cuando Fidel Castro bajó de la Sierra Maestra, sus tropas llevaban crucifijos y medallas de la Virgen de la Caridad del Cobre. Una vez instaurada la dictadura totalitaria en Cuba se hicieron manifestaciones religiosas como forma de protesta contra la misma. De forma prácticamente espontánea, esas manifestaciones levantaban los grandes principios del cristianismo como repudio ideológico concreto contra el totalitarismo marxista. Algunas figuras aisladas, como el padre José Conrado, párroco de Santiago de Cuba, entre otros, se convirtieron en verdaderos adalides de este movimiento, prácticamente subterráneo. Es cierto que la Iglesia hace un trabajo caritativo alimentando a los viejos y otros sectores particularmente desfavorecidos de la población. Sin embargo, en este sentido eso también le quita responsabilidades al gobierno revolucionario y le sirve de silencioso y efectivo colaborador. Eso no se le escapa a las masas católicas, donde hay numerosos opositores rebeldes e insatisfechos. Por cierto, hace poco comentábamos que los gobiernos, académicos y encuestadores del mundo entero habían salido en busca de la felicidad. El primer ministro británico, David Cameron, lanzó una iniciativa para medir el estado de ánimo nacional de una manera que no es capturada por las estadísticas económicas tradicionales. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y legisladores alemanes estudian iniciativas similares. Investigadores del gobierno de Estados Unidos y encuestadores de Gallup les preguntan a cientos de miles de ciudadanos todos los años cuán satisfechos están con sus vidas. Pero en los intentos de los estadísticos para medir la felicidad abunda la incertidumbre. En todo el mundo, las personas tienden a describirse como felices aunque expresan muchas quejas específicas y dudas respecto de sus vidas o sus gobiernos. Algunos economistas dicen que aunque se diseñara una prueba confiable sobre la felicidad, sería arriesgado implementar una política determinada sobre una estadística tan amplia. En lugar de ello, sugieren, la felicidad se ve reflejada en forma más confiable en cosas que son medibles, como los ingresos, la salud y las condiciones de vida. El intento del Reino Unido para medir el estado de ánimo nacional muestra lo incipiente que es este tipo de investigación. Por instrucciones de Cameron, la Oficina Nacional de Estadísticas del país investiga cómo evaluar el bienestar pidiendo información a través de Facebook y Twitter, y en más de 100 reuniones públicas a lo largo del país. La agencia también publicó en su página web una encuesta en la que pregunta cuál sería la mejor forma para que el gobierno evalúe el estado de ánimo de la gente. En un mensaje de Twitter reciente se preguntaba: ¿Le gusta cantar y bailar? ¿Puede la música afectar el bienestar del Reino Unido? Las reuniones terminan en abril y la agencia espera emitir una primera serie de indicadores sobre el bienestar a fines del 2011. Los investigadores británicos esperan producir una medida que pueda ser comparable con las de otros países. Pero no están seguros de si las diferencias nacionales reflejan variaciones reales en la felicidad o diferencias lingüísticas y culturales. Hacen notar, por ejemplo, que los países latinoamericanos (donde hay mayor sentimiento religioso) habitualmente muestran niveles superiores de felicidad, mientras los asiáticos obtienen calificaciones menores. Algunos escépticos señalan otro problema potencial: las personas están, en general, bastante contentas o al menos eso dicen cuando se les pregunta. Por ejemplo, desde el 2005, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos realizan una encuesta telefónica enorme en la que preguntan: "En general, ¿está satisfecho con su vida?". Cada año, al menos 92% de los sondeados responden que se sienten satisfechos o muy satisfechos. Eso podría ser algo bueno para el estado anímico nacional, pero no ayuda tanto para determinar qué cambios en las políticas públicas mejorarían el bienestar. Hacer preguntas muy amplias acerca de la felicidad no parece calibrar bien los cambios en el estado de ánimo de las personas, Gallup considera que cuando hace preguntas específicas sobre el gozo, el estrés y las preocupaciones aparece un cuadro más complicado. Infortunadamente, como institución, la Iglesia cubana nunca ha querido servir como base de un movimiento opositor. La Iglesia ha ignorado el gran mensaje del Papa Juan II, “No tengáis miedo”. Esto significa que en el futuro, a menos que se produzcan cambios, nunca va a tener una profunda y enraizada popularidad en Cuba.
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