Y el referéndum en Cuba… ¿cuándo?
Por: Leopoldo Escobar
Quizás cuando usted lea este artículo, ya se haya celebrado la 85 entrega de los premios “Oscar”. No sería ninguna sorpresa, que la película NO, gane el premio como la “mejor” película en lengua no inglesa, pues Hollywood es un baluarte de los izquierdistas de la peor calaña. Véase si no, la fascinación de la “Meca del cine” con los asesinos en masa Fidel Castro y Ernesto Guevara, que bien explica Humberto Fontova en su obra “Fidel, el tirano favorito de Hollywood”, baluarte que produce bodrios insufribles como “Che”, en el cual Steven Soderbergh hace apología y justifica los crímenes de lesa humanidad de “El Carnicero de la Cabaña”.
Con el "Oscar", no se premiaría el supuesto valor de la película NO, de Pablo Larraín, sino se envía un mensaje político e ideológico acerca del supuesto rechazo del pueblo chileno a la dictadura de Augusto Pinochet, quien derrocó en 1973 al gobierno del socialista Salvador Allende. Pero incluso, si el film no ganara, su mera nominación cumple el papel político e ideológico que los involucrados en la realización de la película y los izquierdistas de Hollywood persiguen.
En el referéndum de 1988 en Chile - en efecto - ganó la opción del “No” a que continuara Pinochet en el poder hasta 1997. Pero para empezar, quien hizo posible el plebiscito de ese año fue el propio Pinochet, de acuerdo a la Constitución de 1980 que él impuso.
El tirano más odiado por la izquierda latinoamericana, no era tan anti-democrático después de todo. Incluso, si en 1973 debió dar el golpe de Estado fue porque Allende no le dejó otra alternativa a los militares, pues su gobierno había roto el orden constitucional con expropiaciones, ocupaciones de fábricas, violación de las facultades del congreso, desacato a las resoluciones del poder judicial, el intento de entrega de los mandos militares a la dictadura de Fidel Castro y la formación de milicias que ayudarían a la implantación del socialismo.
Durante la dictadura de Pinochet, unos tres mil izquierdistas fueron asesinados. Pero si Allende y la izquierda chilena se hubieran salido con la suya, si los militares no hubieran intervenido, cientos de miles de personas habrían sido asesinadas y se habría establecido un reinado de terror, que seguramente se mantendría hasta hoy. Salvo muy escasas excepciones, la implantación de regímenes comunistas implica el genocidio.
Es imposible apoyar o justificar las violaciones graves a los derechos fundamentales, ya se trate de las ejecuciones extrajudiciales o la tortura. Pero las cifras de los crímenes de la dictadura de Pinochet deben ponerse en perspectiva. A mediados de los años setenta, Chile y Cuba tenían una población equivalente de más de 8 millones de habitantes. Pero para entonces, la dictadura de Castro ya había cometido casi 9 mil de los más de 10 mil asesinatos que Cuba Archive ha documentado escrupulosamente: tres veces más que el régimen de Pinochet.
Pero además, Pinochet finalmente se sometió al voto, aceptó su derrota en las urnas y entregó el poder, 15 años después de haberlo tomado. En cambio, la dictadura castrista ya ha cumplido 54 años…
Pero no sólo eso. Hoy Chile se encuentra en el umbral del desarrollo económico y quizás en unos años sea la primera nación de América Latina en superar el subdesarrollo. Esto es resultado de la política favorable a la libertad económica seguida por ese país en las últimas décadas, pero que fue aplicada en la segunda mitad del régimen de Pinochet y que en esencia fue continuada por los gobiernos posteriores a la dictadura. En contraste, el pueblo cubano se debate en una espantosa miseria que viene a sumarse a la opresión en todos los órdenes.
De eso es de lo que no hablan Steven Soderbergh, Pablo Larraín o el actor mexicano Gael García, quien lo mismo estelarizó el churro cinematográfico Los Diarios de la motocicleta (ooootra apología al asesino en masa, Ernesto Guevara), que la película NO ¿Por qué ellos no hacen un film en torno a la elemental pregunta, cuándo los cubanos podrán decidir sobre la continuación de la dictadura de las hienas Castro, como los chilenos pudieron decidir si Pinochet continuaba en el poder?
Yo no me hago la menor ilusión con la democracia ni la confundo con la libertad, como suelen hacerlo los políticos conservadores estadounidenses. Hay regímenes democráticos liberticidas y, en contraste, regímenes autoritarios que garantizan más libertad (al menos económica) que muchas democracias, como es el caso de Singapur. Pero a veces libertad y democracia coinciden, a veces la segunda le abre el paso a la primera, y un plebiscito en Cuba podría ser el caso.
Y en ello habría que insistir para que tal vez, y sólo tal vez, por esa vía lograr una “primavera cubana”. Y por supuesto, para demandar el plebiscito en Cuba habría que pedirle la firma a los Soderbergh, a los Larraín, a los García, a los (Benicio) Del Toro o hasta a los (Carlos) Santana, que por supuesto no van signar una petición así, lo cual ayudaría adicionalmente a exhibirlos como los grandes hipócritas y enemigos de la libertad que son.