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Editorial: ¿Quiénes son los indignados? Muchos ven las manifestaciones sociales en muchos países y se preguntan: ¿Quiénes son los indignados? Los medios entrevistan a algunos de ellos, pero no hacen énfasis en saber quiénes son y cuáles son sus razones personales para estar indignados. El caso es tan curioso, que la gran mayoría no tiene el menor concepto del papel que juegan las corporaciones y como los perjudican o no. En su protesta contra la avaricia corporativa, repiten como slogan lo que les asignan sus mentores ideológicos. Los indignados, no muestran un programa de demandas, sino un cúmulo de peticiones, muchas veces ilógicas e irracionales. Estos supuestos descontentos sociales, paradójicamente se encuentran en los países más desarrollados, con mayores beneficios y más libertades. La libertad realmente es la que garantiza que los “indignados” puedan manifestarse, y en nombre de ella, violar muchas veces las leyes y del derecho de los demás. Sin embargo, en los países como Cuba, Corea del Norte, China, Venezuela, etc. las personas tienen muchas más razones para estar súper indignadas, pero no pueden mostrar su indignación y se presentan como las más felices del mundo. Un vistazo a las congregaciones indignadas ponen en evidencia su supuesta marginación social. Sus recursos logísticos ponen en dudas sus afectaciones económicas, y si los matices ideológicos que las caracterizan, con camisetas del Che y símbolos y banderas del otrora comunismo soviético. Además, usan los mejores y más modernos equipos de comunicación, están bien vestidos y reciben alimentación, avituallamientos y hasta consumen alta cantidad de bebidas alcohólicas y drogas en los lugares de acampamiento. Una revisión individual de los participantes, al menos en los Estados Unidos, de los supuestos trabajadores desempleados, la mayoría está recibiendo compensación económica y por ende, otras prestaciones sociales. Cuando son ciudadanos americanos reciben hasta servicios médicos gratuitos, como el Medicaid. Entre los indignados existen personas, que como dijimos anteriormente, están recibiendo compensación por desempleo, otras trabajan en fundaciones y organizaciones no gubernamentales, que reciben financiamientos de Agencias federales, estudiantes que reciben préstamos y becas estudiantiles, deshabilitados y hasta madres solteras, todos de una forma u otra reciben compensación económica por parte del Estado. A todos estos hay que agregar un grupo de personas de gran inestabilidad social, que gustan de estas circunstancias, caldo de cultivo para su indisciplina social, pero por supuesto, reciben algunas contribuciones y cuando menos, comida y avituallamientos gratuitos. En sí, que hay muchas personas que carecen de razones para estar indignadas. Y lamentablemente una gran cantidad son ilegales en el país, que aunque no reciben los beneficios anteriores por su status migratorio, sus hijos si reciben compensación económica, asistencia médica y sellos de alimentos, como ciudadanos americanos. Una prensa honesta y balanceada, para no llamarla imparcial, debiera enfocar sus servicios investigativos también a estas áreas de interés informativo. Otra parte que la prensa ignora y evita documentar son los daños a la propiedad privada y colectiva, así como a la sanidad pública y medio ambiental. Una reflexión final sobre los indignados tendría que recurrir a dos aspectos importantes: los que exponen sus rostros públicamente y quienes manejan los intereses ideológicos por detrás, que no están indignados por su falta de recursos, sino con la intención de imponer su poderío político, como las Uniones Sindicales y multimillonarios de izquierda, entre otros. Y el otro aspecto digno de destacar es la incapacidad de las autoridades de lidiar con el asunto del desorden público, algo que debe partir de las propias leyes establecidas. El uso de la fuerza es lo más contraproducente contra este fenómeno social, que precisamente viene y ha aprendido a sacar partida de la violencia. Y no es que se esté en contra del derecho a protestar, pero nunca en detrimento del derecho y los bienes ajenos. La aplicación de la ley, ya sea a través multas, suspensión de licencias y de personalidad jurídica, entre otras, pudieran ser medidas más efectivas y políticamente correctas, que el uso de la fuerza. Así lo hizo Rafael Correa en Ecuador, donde La Fiscalía demandó a 13 personas como autores materiales e intelectuales del delito de sabotaje a las instalaciones del canal público Ecuador TV (ECTV), durante los sucesos del pasado 30 de septiembre del 2010, por lo que podrían cumplir varios años de cárcel, con lo que le han frenado su indignación. Los ciudadanos no están en la obligación de sufragar los gastos y daños ocasionados por un grupo de ellos, producto de su actitud irresponsable. Las organizaciones e individuos que participan en estos desórdenes sociales, debían resarcir a la comunidad, sufragando los costos de todos los daños causados. Y así, pudiéramos saber, quiénes son los indignados. Noviembre, 26 del 2011
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