|
|||
La propiedad estatal no es la propiedad de todos La verdadera justicia social está en poner a todos los individuos en capacidad de pago, no en exponerlos de ello. La gratuidad prostituye el concepto del valor. Diosmel Rodríguez
Los políticos, para su conveniencia - con apoyo mediático - han logrado fijar la idea de que la propiedad estatal es la propiedad del pueblo. Así aparece reiteradamente en estos días en los medios mexicanos, refiriéndose a la empresa estatal PEMEX: “El petróleo es nuestro”. Y aunque muchos no se lo lleguen a creer, los políticos actúan y gobiernan bajo esa retórica prerrogativa. Hay que distinguir entre lo que es el producto o el bien común y su administración, algo que se tiende a confundir a profeso sistémicamente. Aunque los recursos de un país son su patrimonio y como tal, pertenecen a todos, el problema está en su administración. En la administración se pueden producir dos fenómenos: el apoderamiento de los bienes o recursos, lo que se denomina como la corrupción y la apatía administrativa, con el concerniente descuido o falta de interés y protección de los medios, bienes, servicios o recursos de financieros. Por esa razón, no importa que la organización criminal de los “Zetas” se roben el petróleo mexicano y lo trafiquen para los Estados Unidos, y que equipos bajo una dependencia estatal se deterioren a la intemperie. Sin embargo, el concepto de la propiedad se ha manipulado políticamente tanto, que gran parte de la población interpreta que la propiedad estatal es también suya. De esta interpretación surge el concepto, de que la propiedad estatal, más que la propiedad de todos es la propiedad de nadie. Eso trae por consiguiente, que cada cual se abrogue el derecho a tomarse su parte, so pretexto de que los de arriba se llevan la mayor tajada. Por tanto, tiene el derecho a la justa compensación para resolver su insatisfacción económica y social. Pero no es así, los bienes en la propiedad estatal quedan como en un limbo, que permite que a la vista de todos, se deterioren o desprecien con total indiferencia. Lo paradójico es que bajo el concepto de que esos bienes son propiedad de todos, propiedad del pueblo un ciudadano que trate de apropiarse esos bienes en abandono, enseguida le será impedido, por alguien que tampoco se hace responsable por la situación existente y en lo adelante tampoco se preocupará, por lo que las cosas seguirán igualmente abandonadas. El Estado como administrador, su incompetencia está más que demostrada. El Estado como administrador no se diferencia en nada de una administración privada, a no ser por su ineficiencia, por aquello de: “si no soy parte de la ganancia como dueño, al menos disfruto de los privilegios del poder como administrador” Quienes han vivido bajo un régimen de economía centralizada o estatal, tienen el privilegio de conocer sus efectos, tantos físicos como psicológicos. Esa condición de la propiedad, degenera la mentalidad del ser humano y crea una personalidad de indolencia y arrogancia sobre los demás. Esa apatía se refleja, tanto en la productividad como en su relación social para con sus iguales. A pesar de lo negativo de la propiedad estatal para la sociedad, los políticos manipulan a las personas y logran protestas y marchas contra la privatización. Alegando que serían perjudicados, pero en realidad muchas veces los participantes nada tienen que ver con el bien en litigio, objeto de la privatización. Es decir, que estos manifestantes son manipulados políticamente, ya que su interacción con la propiedad estatal es la misma que se ha explicado anteriormente.
Una manera de administrar los recursos de la sociedad y hacer con
ellos los que se les antoje, son los fondos producto de los
impuestos. Con los impuestos de todos, se acometen los más
inverosímiles proyectos y se financian muchas de las organizaciones
no gubernamentales, que muchas veces solo hacen engrosar la propia
burocracia estatal. No es que todos los individuos sean honestos, sino que existan los mecanismos para que todos se comporten honestamente. La propiedad individual es el mecanismo idóneo, con propietarios a pequeña escala, porque la propiedad privada ilimitada también produce los mismos males, que la propiedad estatal. En conclusión, que de la suma de las grandes individualidades surjan las grandes colectividades, para el bien común de la sociedad. Noviembre 8 del 2013
|