Obama
y Bush
Adolfo Rivero Caro
La muerte de Osama bin Laden se presenta como un gran triunfo
político del presidente Barak Husein Obama. Sin embargo, la
reconstrucción del cuerpo de inteligencia y el reforzamiento de las
tropas norteamericanas fue una de las principales metas de campaña
del presidente George W. Bush. El proceso de captura y
ajusticiamiento de bin Laden, o sea el trabajo de inteligencia que
arrojó finalmente los resultados positivos se produjo gracias a los
interrogatorios realizados en la Base Naval de Guantánamo.
Interrogatorios que fueron muy cuestionados en su momento. Sin
embargo, se confirmó la teoría de Bush, de que si sirven para salvar
vidas, los métodos están justificados. Así que al final, la
estrategia del presidente Bush fue la que triunfó, aunque los
méritos se le atribuyan al presidente Obama.
En este sentido, es muy importante subrayar el papel positivo de
Pakistán. Se trata de una sociedad muy compleja, que tiene armas
atómicas y un perenne conflicto con la India, debido a la situación
de Cachemira. Pakistán es fundamental para contener a Irán. Es
particularmente preocupante que esos mismos extremistas islámicos
que han decidido convertir a Irán en una amenaza nuclear contra
Israel, Europa Occidental y los mismos Estados Unidos hayan
conseguido insólitos aliados en América Latina. Cuba fue uno de los
primeros países en reconocer al gobierno revolucionario de Irán en
1982 y el mismo Fidel Castro fue a Teherán en 2001. No es por gusto
que Hugo Chávez esté luchando por desarrollar la influencia de Irán
en el continente, algo que ha conseguido con Bolivia, Ecuador,
Nicaragua y, en menor medida, Uruguay. Todos los dirigentes de esos
países se han reunido con Ahmadinejad. No hay que olvidar que
Hezbolá, un instrumento de Irán, fue el autor de los ataques contra
la comunidad judía en Buenos Aires en 1992 y 1994, y que Hugo Chávez
se ha convertido en un estridente antisemita, para pena y bochorno
de los venezolanos.
Irán es, sin duda, el problema internacional más grave que confronta
Estados Unidos. El gobierno de Teherán está trabajando a toda
máquina, no sólo para fabricar armas nucleares, sino también los
misiles para transportarlas. Otros países han tenido armas atómicas
y Estados Unidos ha podido contenerlos pero, a diferencia de ellos,
Irán no está motivado por cálculos racionales, sino por un fanatismo
religioso que le hace despreciar la posibilidad de sufrir
represalias, inclusive, de ser aniquilado en un holocausto nuclear.
Es esta actitud suicida la que lo hace, no sólo peligroso, sino
hasta impensable que pueda convertirse en una potencia nuclear. Por
otra parte, Irán domina el Golfo Pérsico, en cuyas orillas yace 55
por ciento de las reservas mundiales del petróleo y unos 17 millones
de barriles de petróleo crudo pasan diariamente por el Estrecho de
Ormuz.
La confianza de Irán y su constante desafío al resto del mundo es
explicable. Después de todo, nadie ha podido frenar su intento de
conseguir armas atómicas y, hasta ahora, ninguna sanción
internacional ha conseguido disuadirlo. En el Líbano, entre 1982 y
2000, Hezbolá (el Partido de Alá, un instrumento iraní) derrotó a
los israelíes en el campo de batalla e Israel tuvo que optar por
retirarse del Líbano.
Como es sabido, los musulmanes están divididos en un grupo
mayoritario, los sunitas, y uno minoritario, los chiitas. Los
sunitas, encabezados por Arabia Saudita, ven con profunda
desconfianza los esfuerzos de Irán (de mayoría chiita) para
convertirse en la fuerza hegemónica del Medio Oriente. La idea de
que Israel pueda atacar las instalaciones atómicas iraníes es bien
vista entre los países árabes sunitas.
Esto es crítico para Israel. Desde los años 60, cuando desarrolló su
propia capacidad nuclear como respuesta al Holocausto, un punto
clave de su doctrina de seguridad nacional ha sido que no se debe
permitir que ningún adversario regional alcance igualdad nuclear con
el estado judío. Irán, por su parte, se ha convertido en el
principal enemigo de Israel y, en más de una ocasión, ha amenazado
con su aniquilamiento. Esto coloca al estado judío en una situación
extremadamente difícil.
En dos ocasiones anteriores, Israel ha atacado y destruido programas
nucleares enemigos. En 1981, aviones israelíes bombardearon el
reactor nuclear iraquí de Osirak, terminando definitivamente, como
resultó ser, con las ambiciones nucleares de Saddam Hussein y, en el
2007, aviones israelíes destruyeron un reactor nuclear en Siria,
construido por Corea del Norte
Un ataque israelí contra Irán tendría desastrosas consecuencias. Los
precios del petróleo se dispararían poniendo al mundo en un período
de grave turbulencia económica. Todas las comunidades judías del
mundo se verían amenazadas por ataques terroristas patrocinados por
Irán. Un incremento de los ataques terroristas a través de Hamas y
Hezbolá, sería casi seguro, con posibles ataques con misiles del
Líbano y la Franja de Gaza.
¿Tendrá que intervenir militarmente Estados Unidos para impedir que
Irán se convierta en una fuerza nuclear? Permitir que Irán lo
consiga sería un desastre para Estados Unidos y alteraría el balance
de fuerzas mundial. Impedirlo por la fuerza, por otra parte, es una
posibilidad llena de peligros para todos. Es un riesgo que habría
que correr. El ajusticiamiento de Osama bin Laden sólo puede
significar el reforzamiento de la lucha mundial contra el terrorismo.
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