En defensa del neoliberalismo

 
Liberalismo y el imperio de la ley

“Tanto más fuertes son los vicios del sistema que la virtud de los que lo practican”
Alexis de Tocqueville

Por Armando Ribas

Aparentemente uno de los conceptos más confusos en el léxico político es el liberalismo. Tanto así que en Estados Unidos, el eje quasi fundacional del sistema liberal, se les llama liberales a los socialistas. Y esta confusión es tanto más dramática por cuanto el sistema liberal y el socialista representan la antítesis política prevaleciente. Otros de los aspectos que nos lleva a la confusión es el del conservadorismo. En tanto que el liberalismo es un sistema el conservadorismo es una actitud valorativa frente a la vida. En otras palabras se puede ser liberal y conservador y liberal y no conservador respecto a supuestos valores preestablecidos en la sociedad. El conservadorismo implica asimismo la adhesión al status quo, y desde tal punto de vista se puede ser conservador y comunista nacionalista.

El pensar que un liberal debe aceptar el matrimonio homosexual, la libertad sexual o el aborto per se, es otra de las aberraciones de la semántica política. El liberalismo es un sistema político que parte del reconocimiento de la naturaleza falible del hombre. Y esa falibilidad se encuentra tanto en el ámbito de la razón como en el de las creencias. Podría decir que la idea liberal comienza con John Locke y la publicación de sus “Tratados del Gobierno Civil”, y la importante “Carta de la Tolerancia”. Fue entonces que a partir de la idea primigenia de la falibilidad de la naturaleza humana que Locke desafió la noción del derecho divino de los reyes y reconociera que “los monarcas también son hombres”. Por tanto estableció la necesidad de que se limitaran las prerrogativas del rey, a fin de proteger los derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad.

En función de esas ideas se produjo en Inglaterra la Glorious Revolution en 1688, cuando empezara la transformación política inglesa, que le permitiera adelantarse a Europa, y surgiera la denominada Revolución Industrial. Esta última fue la consecuencia de la revolución ético política mencionada. Más tarde en pleno siglo XVIII David Hume, en su historia de Inglaterra reconoció el atraso y la falta de libertad en Inglaterra hasta la llegada de la Glorious Revolution. Partiendo entonces de criterios empíricos llegó a conclusiones similares a las de Locke y desarrolló lo que considero el criterio fundamental del liberalismo establecido por Hume: “Dado que la naturaleza humana es inmodificable, si queremos cambiar los comportamientos tenemos que cambiar las circunstancias”. Por esa razón igualmente sostenía la diferencia entre moral y justicia y escribió “si la naturaleza fuera pródiga y los hombres generosos la justicia no tendría razón de ser”. Y consecuentemente: “La estabilidad de la sociedad dependía de la seguridad en la posesión la transferencia por consenso y el cumplimiento de las promesas”.

En esa línea continuó el pensamiento escocés con la llegada de Adam Smith. Diría que el pensamiento fundamental del maestro de los “Sentimientos Morales” fue el desarrollo de la idea de la mano invisible. Así dijo: “En la búsqueda de su propio provecho el individuo colabora con los demás. He visto muy poco bien hecho por aquellos que pretenden actuar por el bien público”. En estas sabias palabras se reconocía una vez más el principio liminar del liberalismo que es el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad. Tal es el reconocimiento jurídico de la eticidad de los intereses particulares que no son contrarios per se al interés general. Fue en ese sentido que Alberdi dijera: “El egoísmo bien entendido de los ciudadanos, es solo un vicio para el egoísmo de los gobiernos que personifican los estados”.

Fue esa línea de pensamiento la aceptada por los Founding Fathers, por más que probablemente dado el agnogticismo de David Hume jamás fue citado por ellos. Pero no podemos ver más que los principios del pensamiento de Hume en las declaraciones de James Madison en la Carta 51 de El Federalista donde escribió: “Pero que es el gobierno en si sino la mayor de todas las reflexiones sobre la naturaleza humana. Si los hombres fueran ángeles ningún gobierno sería necesario. Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres ningún control interno o externo sería necesario. Pero al formar un gobierno que va a ser administrado por hombres sobre hombres la gran dificultad yace en esto: Primero se debe capacitar al gobierno para controlar a los gobernados; y en segundo lugar obligarlo a controlarse a si mismo”. Por tanto las mayorías no tienen el derecho de violar los derechos de las minorías..

Esa es la esencia del constitucionalismo americano. Ella constituye la estructura político jurídica que determina la libertad individual que es el rule of law. El rule of law es la denominación de una forma particular de lo que se conoce genéricamente como estado de derecho. Por ello me he permitido mantener esa denominación en su idioma original. Y en ese constitucionalismo surge la función preponderante de las instituciones judiciales, que en nombre de la Constitución son las encargadas de hacer respetar los derechos individuales y las limitaciones al poder político. O sea lo que se denomina la revisión judicial. Toda ley contraria a la Constitución es nula.

Lamentablemente este sistema ético-político-jurídico está confundido con un supuesto sistema económico denominado por Marx capitalismo y descalificado éticamente conforme a las falacias de las teorías de la explotación y de la alienación. Más tarde la descalificación fue extendida por Lenín al imperialismo como etapa superior del capitalismo. Es decir cuando los capitalistas ya no pueden explotar a sus conciudadanos exportan los capitales para explotar a los vecinos. Pero ya debiéramos haber aprendido, por más que el presidente Obama parece haberlo olvidado, que existe en la historia un solo sistema que permite la libertad y la creación de riqueza, y ese es el sistema liberal.
(El rule of law)  

Diego R. Roqué

drroque2@comcast.net

 

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