En defensa del neoliberalismo

Editorial: Las elecciones como expresión democrática

Las elecciones para ocupar cargos públicos, incluyendo la presidencia de un país eran la expresión más genuina de democracia y de un Estado de Derecho. Tanto así, que se cría que con elecciones se resolvían todas las aspiraciones de libertad de los pueblos: se eliminaban dictaduras y regímenes totalitarios. Los cubanos nos desgastamos por años buscando hacer valer ese derecho. Y no para unas elecciones amañadas de un solo partido, sino de elecciones libres y transparentes.

Con un proceso electoral, se aseguraba que de forma pacífica y con un abrumador respaldo popular se llegaría a la democracia. Todavía algunos lo piensan. Sin embargo, la historia ha demostrado que se necesita algo más que elecciones, para vivir en democracia. Y lo más preocupante, que no se vislumbra como corregir el comportamiento social, para evitar la manipulación de las masas.

Si las elecciones son la expresión de la voluntad popular de la mayoría, no se entiende como los pueblos eligen tan fácil a sus propios verdugos. Aquí algo más complejo y difícil de desentrañar. No son electos los más capaces e inteligentes y muchos se tilden de ineptos, estúpidos, incultos y hasta delincuentes. Lo real es que con estos atributos son elegidos por el voto de una mayoría. Lo que significa, y está científicamente probado es que la mayaría no siempre tiene la razón.

Lo que sí se puede asegurar es que hay una simbiosis entre la realidad colectiva y una la peculiaridad individual de ciertas personas, que no depende su preparación profesional, capacidad intelectual o reputación personal. La descalificación o subestimación de ciertos individuos como candidatos ha llevado a la presidencia, solamente en América Latina, elementos como Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa, los  Kirchner, Lula, Fernando Lugo y finalmente Ollanta Humala. Unos mejores y otros peores, pero de conjunto forman el nuevo imperio latinoamericano.

Si los malignos anti pueblos han logrado un método de compulsión social para manipular la psicología de las masas, los hombres de bien tienen que lograr algo mejor, para llevar un mensaje verdadero y que no se lucre con las inquietudes sociales, para convertirlas en una estafa política.

Se requiere de un verdadero estudio, donde se involucre un equipo multidisciplinario, que pueda detectar el origen del problema y dar sus recomendaciones para corregirlo. Esto puede conllevar a determinar nuevos mecanismos para elegir la Administración de los países. Y no solo la elección, sino la gerencia de sus funciones, porque luego que llegan al poder desarrollan una maquinaria política, que anula o desnaturaliza las funciones de las instituciones.

Los mecanismos de control institucional, que obliguen a los presidentes elegidos a cumplir con su programa de gobierno pre electoral, en la actualidad no existen en muchos países y donde existen no se implementan. Esto permite que muchas democracias de origen se conviertan en dictaduras en ejercicios. Y lo más grave, que luego en el poder cambian las leyes y las acomodan a sus intereses, como viene sucediendo reiteradamente en América Latina.

Lo inconcebible es que países blindados con constituciones que evitan golpes de estado institucionales, como ocurrió en Honduras, desde el Ejecutivo se muevan los hilos del poder y se cambien las leyes y se permita la impunidad contra delitos calificados. No tiene explicación racional que Fidel Castro después de asaltar un Cuartel del Ejército y provocara decenas de muerto, después de 22 meses de un encarcelamiento privilegiado fuera amnistiado. Algo parecido sucedió con Hugo Chávez y ahora se repite con Ollanta Humala, lo que da la impresión de que no existe justicia para ciertas personas, como si estuviesen destinadas para el fatalismo social.

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