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Editorial: Cuba y el concepto de la victoria “El bando vencedor no es el que aniquila a su enemigo, sino el que simplemente doblega la voluntad de su adversario” Carl von Clausewitz (1780-1831) Una interpretación de este concepto de la victoria, nos conduce a dos escenarios posibles. El triunfo, mediante la aniquilación contrario, para hacerse por la fuerza del control total del poder y de las posiciones enemigas. La otra variable sería, doblegar la voluntad del contrario, haciéndolo comportarse de un modo diferente, o sea, en sintonía con las fuerzas que lo adversan. Esta última fórmula, aunque válida, se puede utilizar como una rendición simulada, pero con acciones controladas, sin perder el poder. En este encuadre es donde más se visualiza que se dirigen los ideólogos del régimen castrista. Sin embargo, no es compatible con los intereses y anhelos de muchos de los luchadores más antiguos contra el gobierno castrista, que siempre concibieron como victoria, la aniquilación de su enemigo. Incluso, algunos como parte de una revancha por el poder perdido. De este concepto de la victoria, se desprende una estrategia de lucha, que con el tiempo se ha interpretado como una posición política o ideológica. Y a su vez, esa posición política o ideológica se ha asociado con toda una generación, que se conoce o identifica con lo que se le llama exilio histórico. Hay que saber, que esa posición adoptada por los que tenían vida política activa y participación en los medios, reforzaba un sentimiento de toda una comunidad que marcaba una diferencia en las campañas electorales para los políticos locales. El decursar del tiemplo y el remplazo de las circunstancias vividas, junto al fracaso de la estrategia del exterminio del enemigo, provocó un cambio de estrategia que muchos la consideraron una claudicación, produciéndose una ruptura de los que perseguían el mismo fin, pero ahora en grupos diferentes. Un grupo mantiene su posición beligerante, aunque carece de toda capacidad para remover al régimen castrista, pero al menos en retórica la siguen defendiendo. Esos supuestos de línea dura se identifican como el exilio histórico, y como ironía de la vida es donde más se infiltran y son más efectivos los agentes castristas. El otro grupo, asume como estrategia la descalificación del régimen, mediante denuncias y documentación de sus excesos. Aquí surgen los llamados grupos de derechos humanos y otras manifestaciones de la incipiente sociedad civil. En ambas estrategias hay algo en común, el ataque directo a la élite gobernante. O sea, que convergen en el concepto de la victoria, a partir de la destrucción del adversario. Esta intención descuidó dos aspectos fundamentales de la lucha política: la capitalización de los intereses sociales y la captación y formación de líderes sociales, naturales y por capacitación. La ausencia de estos factores impiden que se cumplimenten dos condicionales básicas de la lucha político-social: el poder de convocatoria y la capacidad movilizaiva. Por esta razón no se ha podido llegar a una oposición madura, con base social y mecanismos para a partir de sí, estar en capacidad de formar gobierno. La falta de una estrategia inteligente o proactiva, facilitó a los órganos de inteligencia del régimen cubano, que de por sí - como sistema totalitario lo lleva implícito - desarrollar una serie de iniciativas que hacían caer a la oposición, en todas sus variantes, en sus propias trampas. La infiltración y el involucramiento en acciones moralmente incorrectas, fueron y son hasta hoy día la táctica más efectiva de la inteligencia política cubana y a la cual la oposición no ha logrado superar. Retomando el tema, no es menos cierto que se han escrito varias teorías para llegar al poder desde la base, principalmente a partir de la experiencia de la extinta Unión Soviética y del llamado campo socialista de Europa del Este. Hay muchos cubanólogos, principalmente en el exilio, que se consideran verdaderos especialistas en transiciones democráticas. Sin embargo, no reconocen que las circunstancias son distintas y realmente, no han podido desarrollar un proyecto coherente y sostenible en Cuba, que ponga a la población en capacidad de desobedecer al régimen imperante, unos de los fundamentos teóricos para deponer el poder. Una de las hipótesis recurrentes, sobre el control político de las masas, era que el Estado como único empleador impedía las manifestaciones de inconformidad o rebeldía popular y con eso sometía la voluntad del individuo. Luego vinieron las remesas familiares, donde ya el individuo dejó de depender económicamente del Estado, pero tampoco eso produjo un efecto político notable. Ahora se tratan de reducir o eliminar y muchos cuestionan su legitimidad y afirman que más que beneficio, dan soporte económico al régimen. Esto demuestra que el problema no era una, ni la otra, sino la falta de una estrategia a partir de la inquietud social, como demanda política, para que las masas tomen conciencia social de sus propios problemas e identifiquen y cuestionen a sus responsables. En su artículo, Hacia una resistencia inteligente, Alexis Jardines, del proyecto Estado de Sats en Cuba define con claridad meridiana muchos de estos aspectos, fundamentalmente el concepto de la unidad y de liderazgo único. En la búsqueda de estos dos elementos, al menos en retórica, se ha desgastado la oposición cubana, haciendo llamados y redactando documentos, tras documentos. No es menos cierto que en la diversidad, como él plantea, se puede encontrar una gran fuerza política, por demás espontánea e incontrolable, pero no se puede dejar de reconocer que se necesita de los mecanismos de selección y elección para alcanzar la capacidad de formar gobierno. Esa unidad estructural es imprescindible. Los líderes son necesarios, pero se llega a la condición de líder de diferente manera. El líder más convincente es el que surge al calor de las luchas sociales, pero tiene que cumplir una serie de requisitos y condicionales, como la persistencia, capacidad de riesgo, el carisma y la inteligencia. Una de las causas que ha conspirado más contra un liderazgo sostenido en la oposición política interna cubana ha sido la emigración política. Una serie de factores convergen entre sí que la precipitan, pero no se trata de la justificación, sino de su realidad.
La ansiedad acumulada por más de 52 años de que en Cuba se produzca
un estallido social está motivando que grupos de la oposición
interna y externa traten de precipitar los acontecimientos. Algo
justo y razonable, pero las condiciones no están dadas. Los focos de
pequeños disturbios políticos no logran impactar a la comunidad, ni
identificarse con sus intereses, salvo raras ocasiones como fue el
caso de Cuatro Caminos en la Habana, algo que se debía continuarse y
estimularse. Pero aunque surgiera un gran estallido social, no hay
una oposición estructurada que se pueda encaminar hacia una
gobernabilidad democrática. Entonces, los escenarios posibles serian:
una represión brutal por parte del régimen, una intervención
extranjera, de múltiples variables posibles o una junta
cívico-militar, para controlar y estabilizar el país. La
intervención extranjera es casi descartable, por lo que las otras
variantes, la primera consolidaría al régimen y la última, sus
consecuencias son impredecibles. Ahora en Cuba se está produciendo un fenómeno político interesante. Al rigor de lo acontecido en el mundo árabe, estos acontecimientos han hecho renacer la esperanza del primer postulado del concepto de la victoria. Muchos apostaron que aquí se desencadenaría una resuelta popular al igual que en Libia. En este punto solo quiero acotar que en Libia, la población y sus líderes de base comenzaron las acciones, pero el Gobierno de Transición está compuesto por ex miembros del Gobierno de Gadafi. Eso se pudiera repetir en Cuba, pero eso no se corresponde con el concepto de victoria, de arrasar con el enemigo, por lo que no será del agrado de los voceros de línea dura. Sin embargo, el Gobierno cubano se encuentra en una encrucijada. Solo hay que poner en contexto la realidad interna y circundante. Hace solo cuatro años Raúl Castro reafirmó que el Partido era el órgano supremo de la sociedad y el estado. Hoy se dice que el partido debe dejar de ser el Órgano Rector de la Sociedad y el Estado, tal como aparece en la Constitución vigente. Así, parece que se aprobará en la Conferencia Nacional de Partido que se celebrará el próximo 28 de enero del 2012. En este mismo contexto, y siguiendo el patrón de lo ya expresado por Fidel Casto, del fracaso del sistema, Alfredo Guevara, uno de los ideólogos de le Revolución Cubana, en la Facultad de Química de la Universidad de La Habana, el pasado 22 de junio descalificó todo el sistema económico y político que se desarrolló en Cuba durante estos más de 50 años. El análisis de Alfredo Guevara y las interrogantes de los participantes ponen a las clara, que el régimen cubano viene hacia una apertura controlada, llegará en un momento dado a un punto de convergencia, con quienes ven como victoria también, cuando el enemigo pierde la capacidad de ser como antes y sede a la voluntad de su adversario. Aquí hay que señalar que el régimen castrista pudiera llegar a ese punto, sin pactar o dialogar con nadie y abrogarse el triunfo, con una apertura controlada hacia la democracia como victoria, y llegar al poder de nuevo desde el poder. El cambio de actitud y funciones de líderes más jóvenes, como es el caso de Lázaro Expósito en Santiago de Cuba, así lo sugiere. Ante esta perspectiva, un nutrido grupo de la oposición y la sociedad civil se ha enfrascado en un proyecto para contrarrestar los efectos de una apertura controlada, lo que se ha llamado el proyecto de los Municipios de Oposición. Con este proyecto se pretende crear en ejercicio, una estructura de gobernabilidad democrática y líderes con reconocimiento popular. Sin embargo, las tres fuerzas que luchan por el poder con estrategias diferentes y conceptos diferentes de la vitoria, son antagónicas con esta iniciativa. No obstante, se puede imponer por su propia naturaleza, ya que la organización administrativa y política de todo país y más en la democrática, parten de los municipios. Incluso, es uno de los pilares del Socialismo del Siglo XXI. En el problema cubano, la ecuación tiempo es la más importante. En un escenario que se complica, con una situación peor que la de los años 90. En esa época los países árabes y algunas concesiones latinoamericanas salvaron el régimen cubano del efecto dominó de la caída de la URSS y su campo socialista, con el suministro de combustible y otros financiamientos. Hoy los aliados árabes están prácticamente desaparecidos, Hugo Chávez con una situación de salud impredecible y políticamente incierta y para colmo de males, la gerontocracia cubana está tocando fin, y parece que ya está entrando en la cadena de fallecimientos continuos de sus líderes históricos como pasó en la Unión soviética. Ahora murió el General Julio Casas Regueiro, Ministro de la Fuerzas Armadas y hace no mucho, Juan Almeida, una de las figuras emblemáticas del régimen. Y varios de los que forman en círculo de poder están en pésimas condiciones de salud. En su mayoría, todos pasan de los 80 años, entre ellos el propio Fidel Castro, que en cualquier momento se confirma su fallecimiento. Ante este escenario, todos los contendientes están en conteo regresivo y contra el tiempo. El que si siempre va a estar ahí todo el tiempo es el pueblo cubano. Y todas las estrategias, al final van a tener que contar con él, cualquiera que sea el concepto de la victoria que triunfe, si es una democracia, no importa de la mano de quien venga, sino que se cumpla y con eso ya es suficiente. Lo demás se hace en el camino. Septiembre 4 del 2011
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