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Editorial: Cuba y el Papa Benedicto XVI La visita del Papa a Cuba es un tema obligado, aunque sea más de lo mismo. Por eso preferimos no caer en la tentación de las especulaciones y analizar con realismo el acontecimiento al concluir la visita. Como bien ya se había vaticinado, la visita del Papa pasó sin muchas penas ni glorias. Aquellos que decían que sería un espacio de libertad para la oposición poder manifestarse, no pecaron de ingenuos, si no de inmaduros políticamente. La represión antes y durante la visita papal no ha tenido nombre. Incluso en sus propias narices arrestaron y golpearan al opositor Andrés Carrión Álvarez y el propio Cardenal Jaime Ortega autorizó a las fuerzas represivas a entrar, desalojar y golpear a los miembros del Partido Republicano Cubano de una iglesia en la Habana. Ahora para no quedar mal, muchos dicen que el Papa sembró una semillita y que a largo plazo dará sus frutos. Los mismos frutos, que ahora les atribuyen a Juan Pablo II, y no a la oposición. Qué ironía tiene la vida. Nada importan los sacrificios y hasta la inmolación de algunos, como Orlando Zapata Tamayo y Wilman Villar Mendoza. Cuando de repartir los méritos se trata, se los indilgan al que mejor les parezca. La libertad de Cuba, cuando se produzca, no faltarán los que se la atribuyan a Benedicto XVI. El enunciado de Juan Pablo II de “no tengan miedo” fue una manifestación hipócrita, si bajo su papado los principales líderes de la Iglesia católica en Cuba siempre fueron serviles a las imposiciones de la policía política. En 1996, incluso siendo Pedro Meurice el Arzobispo de Santiago de Cuba, el Padre Medina, de origen panameño fue sacado de la Iglesia de San Francisco por su labor pastoral y apoyo moral y estratégico a la oposición política. En este contexto, lo que la jerarquía de la Iglesia católica y de otras denominaciones, llaman aprovechar el espacio que el Gobierno cubano permite, no es más que lo que se ha denominado “doble moral”. La doble moral es algo que nos permite comprender la naturaleza de los regímenes totalitarios. Es el acomodo consciente o no a un régimen que siempre preconiza: “Conmigo todo, fuera de mí, nada”. Por lo que se interpreta que todo lo que esos regímenes permiten es porque les conviene. Así que la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba no es más que una decisión política por conveniencia del Gobierno cubano. Quienes hablan de los años de experiencia de la Iglesia católica, olvidan que la experiencia no se acumula institucionalmente. Los hombres que la han representado en cada época han experimentado su propia estrategia y decisiones. Lo que ha sido la causa de innumerables errores históricos de lo que ha formado parte o ha auspiciado la Jerarquía de la Iglesia católica, como la colonización de América, el consiguiente exterminio de los indígenas. Al igual que las famosas cruzadas. El indio Hatuey estuvo muy claro cuando no aceptó el bautizo, para no volverse a encontrar con los españoles en el cielo. Si la jerarquía de la Iglesia católica para conseguir supuestos espacios para la prédica de su fe tiene que plegarse al régimen castrista estaría comprometiendo el futuro de la feligresía católica en Cuba. Solo hay que tener presente el costo doctrinario que tuvo que pagar la Iglesia católica por plegarse a la Corona española cuando el pueblo cubano y sus mambises se desangraban buscando su independencia. Ese castigo social a la fe católica duró por años, y luego fue potenciado por la doctrina atea marxista impuesta por Fidel Castro. Ahora la jerarquía católica pretende se les restituyan algunas de sus instituciones expropiadas por el Régimen castrista, como las escuelas religiosas y además que les permita algunos espacios en la radio y la televisión. También algunas prácticas religiosas como la celebración de la Navidad y la Semana Santa, concluyendo con el reconocimiento del Viernes Santo. En esto último, el Viernes Santo, el régimen le jugó una mala pasada al Papa Benedicto XVI. A su pedido de reconocer el Viernes Santo como día feriado, el régimen lo declaró día festivo, para humillar a la Iglesia católica, convirtiendo la muerte de Jesús en la Cruz, como motivo de fiesta y celebración. No obstante las autoridades cubanas, en su manida estrategia de ganar tiempo, le dijeron a Benedicto XVI que sus pedidos, incluyendo la liberación de Alan P Gross serían estudiados. Ahora se creará una Comisión, que jamás se sabrá cuando culminarán sus estudios. Tal vez el Gobierno cubano en su estado de culminación biológica no tenga inconvenientes de otorgarle ciertas prebendas. La Iglesia católica pudiera jugar un papel importante en una transición devenida en una sucesión, para los herederos de los Castro. Aunque los voceros de la Iglesia católica y sus acólitos dicen que su misión es pastoral, plegarse a una tiranía es una posición política. Por tanto, las autoridades democráticas de una Cuba futura deberían castigar políticamente el comportamiento actual de la Iglesia católica. Teniendo en cuenta que el Papa es un Jefe de Estado, por tanto se le pueden aplicar medidas políticas. El próximo presidente democrático, como Jefe de Estado debe suspender la invitación del Papa en funciones para visitar Cuba por igual periodo al transcurrido desde 1959 a 1998, cuando Juan Pablo II visitó Cuba. La primera vez que un Papa es permitido entrar a Cuba, dentro del periodo revolucionario. Y no solo eso, sino condicionar la visita de un Papa a Cuba al pedido de disculpa pública por el comportamiento historio de la Iglesia católica en Cuba. Los líderes con proyección política deben sentar este precedente, para enviar un mensaje a la jerarquía eclesiástica, que su actitud de hoy es vinculante con las decisiones futuras. Abril , 03 del 2012
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