Concesiones calculadas
Adolfo Rivero Caro
Como es sabido, el pasado miércoles, Raúl Castro se reunió con el cardenal Jaime Ortega y el canciller español Miguel Angel Moratinos. Castro le informó a Ortega que en las próximas horas seis presos políticos serían trasladados a cárceles en sus provincias de residencia y que otros cincos serían liberados y podrían salir para España junto con sus familiares. Los restantes 47 presos de la Primavera Negra del 2003, serían liberados en un período de tres a cuatro meses.
¿Cómo interpretar estas medidas del gobierno cubano? Por supuesto, todos nos regocijamos con la liberación de estos opositores. Han cumplido casi diez años de prisión sin haber cometido absolutamente ningún delito. Su encarcelamiento ha sido una verdadera monstruosidad. La negativa a liberarlos, la brutal represión a las Damas de Blanco y, sobre todo, lo que prácticamente fue el asesinato de Orlando Zapata Tamayo, provocó una verdadera ola de críticas internacionales, sin precedentes desde hace muchos años.
La obcecación represiva de una dictadura que lleva más de medio siglo en el poder y que no enfrenta ningún movimiento de masas en su contra, resultaba inexplicable y embarazosa para muchos de sus, más o menos encubiertos, simpatizantes. En esas condiciones, les resultaba imposible hacer prosperar sus gestiones para levantar todo tipo de sanciones contra la dictadura e incorporarla a la comunidad latinoamericana como “una democracia de nuevo tipo.” (Es pertinente recordar que las dictaduras comunistas impuestas por los soviéticos en la Europa del Este al final de la II Guerra Mundial se denominaban a sí mismas “democracias populares.”). Todo esto era particularmente penoso, teniendo en la presidencia de Estados Unidos a un hombre más que dispuesto a hacerle todo tipo de concesiones a la dictadura cubana. Obama, sin embargo, como señalara el mismo Fidel Castro en una de sus reflexiones, podría estar muy “bien intencionado” pero operaba dentro de un sistema que le imponía serias limitaciones.
De cualquier forma, en el Congreso de EE. UU, controlado por los demócratas, se está discutiendo actualmente un proyecto de ley que autorizaría los viajes de los turistas americanos a Cuba. De aprobarse, representaría miles de millones de dólares en nuevos ingresos para la dictadura castrista. Esto es particularmente importante, puesto que el relativo aislamiento de la misma ha coincidido con una profunda crisis económica producto, en lo fundamental, de la radical ineficiencia de las empresas estatales, exacerbada por la recesión internacional.
Todas estas circunstancias han persuadido al Gobierno cubano de la conveniencia de hacer un cambio de política tan humanitariamente importante como políticamente intrascendente. Pero es importante comprender que no se trata de ninguna victoria política de la oposición. Para subrayarlo, Raúl Castro permitió, para sorpresa de Ortega, que la Iglesia hiciera el anuncio y convocó a ese inveterado simpatizante del castrismo, que es el canciller español Miguel Angel Moratinos, para que estuviera presente durante el mismo. Una forma de decir que los que estén dispuestos a rogar con la debida humildad durante suficiente tiempo pueden obtener algunas concesiones que sean mutuamente beneficiosas.
Como es sabido, la Iglesia cubana, bajo la dirección de Jaime Ortega, ha mantenido una actitud francamente colaboracionista con la dictadura. En esto hay, sin duda, una gran responsabilidad, no sólo del Cardenal cubano, sino del Vaticano y de Benedicto XVI personalmente. Tal parece como si la Iglesia se negara a aceptar que el problema fundamental de Cuba no es la escasez o la falta de libertades o el apoyo de su gobierno al terrorismo internacional, entre otros, sino la existencia misma de la dictadura comunista, fuente de todos los problemas y que, por consiguiente, cualquier medida que tienda a fortalecerla es radicalmente opuesta a los intereses del pueblo cubano y de los amantes de la libertad en el mundo entero. No es por gusto que Raúl Castro se fotografiara sonriente junto al Cardenal cubano.
Estas nuevas medidas le permitirán a Moratinos impulsar la campaña para que la Unión Europea cambie su actitud crítica ante la dictadura cubana y a los simpatizantes de la misma en Estados Unidos, exigir el relajamiento de las sanciones contra el régimen - posibilidad duramente criticada por Mary Anastasia O´Grady en el Wall Street Journal – así como la posible aprobación del turismo americano a la isla.
En efecto, a las pocas horas del anuncio, el Cuba Study Group, radicado en Washington, estaba llamando al Gobierno americano, a que “respondan al desarrollo positivo en Cuba con medidas sustanciales”. En los próximos días veremos una verdadera explosión de llamamientos similares. Si han defendido a la dictadura en medio de la más brutal de las presiones, ¿qué no harán ahora? Insisto, se han logrado concesiones humanamente importantes, pero que no representan ningún éxito político, sino más bien todo lo contrario.
Si se condena a muerte a un inocente, es justo alegrarse porque se le conmute la sentencia por una cadena perpetua, pero nunca se puede olvidar que es inocente. Todo este proceso ha sido una monstruosa injusticia, y que los únicos y verdaderos criminales están en la calle.