ADOLFO RIVERO
CARO
Los
militares venezolanos están condenados a muerte. Y lo curioso es
que van como ovejas al matadero. Recientemente, un periodista
venezolano reportaba sobre el descontento en las fuerzas
armadas. Las conclusiones que yo derivo de su reportaje, sin
embargo, son radicalmente diferentes a las que parecen inferirse
del mismo. Lo increíble no es que haya descontento en las
fuerzas armadas venezolanas sino que éste sea tan mínimo e
ineficiente. Tengo entendido que el nivel cultural de sus mandos
es elevado. Y esto me hace preguntarme, con amargura, ¿para qué
sirve la cultura?
La experiencia política más importante del siglo XX ha sido
el fracaso del modelo comunista como alternativa de la sociedad
capitalista y democrática. El modelo se ha ensayado y ha
fracasado en sociedades tan diferentes como Checoslovaquia y
Mongolia. Se ha contrastado de manera tan explícita como en
Alemania Oriental y Alemania Occidental, o en Corea del Norte y
Corea del Sur. Ha puesto a Cuba, uno de los países más prósperos
y desarrollados de América Latina hace 50 años, al nivel de
Haití. Cualquiera que visite La Habana, una ciudad literalmente
en ruinas, tiene que preguntarse: ¿quién puede querer esta
dictadura asfixiante para su país? ¿Para conseguir qué?
Inevitablemente, uno tiene que llegar a la conclusión de que el
modelo comunista sólo tiene un inmenso atractivo, el de la
dictadura eterna. Son esos 50 años de Fidel Castro en el poder
los que ejercen un atractivo hipnótico sobre los Chávez, Evo
Morales, Ortega y Correa.
Y, sin embargo, no se puede concebir nada más reaccionario
que esa pretensión al poder total. Toda la modernidad que
arranca con la revolución americana de 1776 y la francesa de
1789 fue una gran rebelión contra ese poder total.
Políticamente, todo el mundo moderno se caracteriza por ese
repudio. De él se derivan la división de poderes, el imperio de
la ley, la prensa libre como implacable crítica de los
gobernantes. Políticamente, lo que caracteriza la modernidad es
la voluntad de darle el mayor poder posible al individuo.
Esa ha sido y sigue siendo la gran batalla política de nuestro
tiempo. Los verdaderos reaccionarios son los que pretenden
regresar a ese pasado donde el Estado lo decidía todo y el
individuo nada. Fue lo normal desde Nínive y los faraones. ¿Cómo
pueden ser ''progresistas'' los que quieren regresar a ese
milenario pasado?
Pero volvamos a los militares venezolanos. ¿Cómo es posible
que ese sector educado, culto y poderoso se deje llevar
pasivamente al matadero? Algunos se preguntarán por qué digo
eso. ¿Acaso Chávez no es un militar? ¿Cómo puedo sugerir que se
va a volver contra sus camaradas? No lo digo por gusto. Es la
experiencia histórica. Chávez ha elegido el modelo comunista.
Pero, ¿qué tipificó la primera revolución comunista triunfante
en el mundo? Nadie recuerda ningún salto positivo en el nivel de
vida de las masas populares. Lo que se recuerda es el Terror. El
11 de junio de 1937, la prensa soviética anunciaba que la flor y
nata del ejército soviético, los mismos que se habían
distinguido en la guerra civil, habían sido acusados de traición
,juzgados y ejecutados. Invito a mis lectores venezolanos a leer
el capítulo 7 de The Great Terror, de Robert Conquest.
En una sociedad muy distinta, la China de los años 70, Lin
Piao, el ministro de Defensa y heredero designado de Mao Tse
Tung, cayó en desgracia y trató de escapar con algunos de sus
compañeros, altos mandos del ejército. Su avión fue derribado en
la frontera. Cientos de sus seguidores fueron ejecutados.
Nadie está fuera de peligro. El general Arnaldo Ochoa era uno
de los pocos Héroes de la República de Cuba pero eso no impidió
que fuera detenido, sumariamente juzgado y fusilado. De los
gemelos La Guardia, íntimos amigos de Fidel Castro, uno,
Antonio, un coronel, fue fusilado y el otro, Patricio, un
general, sobrevive, bajo libertad vigilada, gracias a la
solidaridad internacional.
Y si estamos hablando de ejércitos comunistas, formados desde
la base por hombres absolutamente leales y probados en la lucha,
¿qué destino les puede esperar a los integrantes de un ejército
republicano formado en la defensa de los valores democráticos
tradicionales? Hay que estar ciego para no ver la realidad.
Están condenados. Las fuerzas armadas son, y seguirán siendo, el
gran obstáculo a la dictadura de Hugo Chávez. Y ese obstáculo
tiene que ser eliminado.
En una democracia, las fuerzas armadas son el fundamento
mismo de las libertades civiles. Son ellas las que las
garantizan. ¿Qué impide que cualquier grupo terrorista armado
(como las FARC de Colombia) se adueñe del poder del estado? Lo
impiden las fuerzas armadas, a un alto costo de sangre y
sacrificios que una cierta prensa menosprecia y desdeña. Honor y
gloria a todos esos jóvenes soldados que dan la vida, todos los
días, en esa terrible batalla.
Aplastar
las libertades civiles va en contra de la esencia misma de las
fuerzas armadas. Las fuerzas armadas no deben ser políticas, no
deben ser partidarias, porque su misión esencial es proteger la
libertad de todos. Y, en primer lugar, la libertad de discrepar
de los que están en el poder. Esa es la maravilla de la
democracia.
¿Establecer una dictadura a nombre de la justicia social? Por
favor. No hay nada más precioso que la libertad. Esa fue la
verdadera herencia de Bolívar. Aceptar una dictadura sería
traicionar la causa de nuestros libertadores. Defender la
libertad es el gran papel de las fuerzas armadas en una
democracia moderna. Y traicionar esa causa es condenarse a
muerte.
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