En defensa del neoliberalismo

                                         

 

 

                                   La batalla del no

 

 

Los dirigentes estudiantiles venezolanos están llamando a votar en contra de la reforma constitucional de Hugo Chávez. Es la posición correcta. No puedo enfatizarlo lo suficiente. En Venezuela todavía no existe una dictadura totalitaria. Aunque bajo ataque constante, todavía sobrevive una democracia. Chávez quiere destruirla apoyándose en la artificial popularidad que le permite un boom petrolero sin precedentes. Por favor. ¿Qué presidente venezolano no hubiera sido popular con el barril de petróleo a $80 y $90? A ninguno, sin embargo, se le hubiera ocurrido tratar de cambiar la Constitución para eternizarse en el poder. Se supone que las constituciones no se cambien. Es por eso que cualquier reforma necesita de una mayoría extraordinaria. Las constituciones establecen las reglas de juego de la democracia. Se supone que nadie quiera cambiarlas. Pero, cuidado, ese peligro siempre existe. Sobre todo, entre nosotros.

En los países de capitalismo malo, de íntima alianza entre el estado y unos pocos empresarios, donde no hay ninguna preocupación por estimular nuevas empresas, donde una densa burocracia dificulta extraordinariamente su formación, donde la única forma de superar esos obstáculos es sobornando funcionarios y donde se obstaculiza la inversión extranjera, el desarrollo económico es forzosamente mínimo. Por consiguiente, grandes masas quedan condenadas a vivir en una pobreza irremediable. Impera el status quo del estancamiento. No es de extrañar que haya quienes quieran cambiarlo radicalmente.

Yo les pregunto a mis lectores: ¿qué explicación tiene que China lleve décadas creciendo al 9 por ciento anual? ¿Cómo es posible que los llamados tigres asiáticos hayan tenido ritmos similares y que esos índices, que nosotros necesitamos desesperadamente en América Latina, sean inalcanzables para nosotros? ¿Por qué? La explicación puede encontrarse fácilmente leyendo el Indice de la Libertad Económica (ver www.neoliberalismo.com) pero, en todo caso, la realidad es que hay grandes masas legítimamente resentidas en nuestro continente. No participan en la política porque, en definitiva, ningún partido les ofrece soluciones a sus problemas. Hasta que llega un líder populista y las moviliza. Ese es el caso de Hugo Chávez.

La gran clase media venezolana está desconcertada. Durante muchos años, era la única participante en la vida política. Y, desde hace mucho tiempo, se ha puesto masivamente en contra de Chávez. ¿Cómo es posible entonces que pierdan elecciones? No lo pueden comprender. Para ella, es obvio que Chávez se las está robando. Sin embargo, hay otra lectura. Ahora la clase media no es la única participante en el proceso político. Y no lo es porque Chávez invierte vastos recursos en movilizar a masas anteriormente marginalizadas. Que esas masas estén poco politizadas y que se movilicen por estímulos muy sencillos carece de importancia. Lo importante es que ahora participan, y que hay que tener un discurso para ellas. El de Chávez es muy sencillo: nunca se ocuparon de ustedes. Ahora yo me ocupo, ahora yo soy su representante. La oposición está en una situación más difícil. Tiene que explicar por qué una clase media tan rica no fue más sensible a la miseria de los cerros.

A pesar de todo, la oposición tiene un discurso claro y contundente: la solución de Chávez es un engaño. El modelo comunista ha fracasado en el mundo entero. Pese a la subvención de Chávez, Cuba vive en una crisis permanente. Todas las encuestas dicen que los venezolanos no quieren vivir como los cubanos. Obviamente, Chávez y sus adláteres quieren copiar la experiencia de Fidel Castro. Por supuesto. Nada mejor que estar medio siglo en el poder. Para ellos es una perspectiva magnífica. Para el pueblo venezolano, sin embargo, la perspectiva es muy distinta. El pueblo venezolano intuye que es una trampa. Si la burguesía cubana desapareció hace casi 50 años, ¿por qué se juegan la vida decenas de miles de cubanos todos los años, desde hace décadas, por escapar de su país? ¿Es ése el paraíso que les propone Chávez? ¿Es ése el futuro que quieren los venezolanos? Cuidado. La actual Constitución les garantiza toda una serie de derechos. ¿Por qué renunciar a ellos? ¿Cómo los van a reconquistar cuando los pierdan? Todos los países civilizados limitan estrictamente el poder de sus gobernantes. Todos dividen el poder gubernamental en ejecutivo, legislativo y judicial. Todos defienden el derecho de los medios de comunicación a criticar despiadadamente al gobierno. Todos prohíben la reelección indefinida. ¿Lo hacen por gusto o porque una experiencia secular les dice que es estrictamente necesario?

Hace medio siglo, Cuba era el tercer país más próspero de América Latina. No es la opinión de los nostálgicos cubanos de Miami, era la evaluación de Naciones Unidas. Hoy, sin embargo, Cuba y Haití son los países que menos teléfonos tienen en el continente. ¿Ese es el futuro que quieren los venezolanos? No ir a las elecciones parlamentarias fue un error catastrófico. No ir a éstas o anular el voto es todavía peor. La abstención no significa nada. En todos los países desarrollados, hay grandes masas que no votan porque saben que el status quo no está en peligro. De aquí que una gran abstención no sea significativa en ninguna parte del mundo. Por otra parte, los votos anulados ni siquiera se cuentan. No hay alternativas. Hay que votar contra la reforma. Es la batalla por el no. Los líderes estudiantiles tienen razón. Hay que seguirlos.

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