Estamos
viviendo uno de los momentos más importantes de
la guerra mundial contra el terrorismo islámico
y sus extraños aliados. Su último episodio se
está desarrollando en el Líbano. Irán y Siria
son los enemigos jurados de Estados Unidos y de
todo el mundo occidental en la región. Irán es
una teocracia reaccionaria y agresiva que se ha
lanzado en un programa para conseguir armas
atómicas. Es ella, fundamentalmente, la que
sufraga a los terroristas de la región, es ella
la que mantiene la insurgencia terrorista en
Irak, uno de cuyos instrumentos es la milicia
chiita de Moqtada Sadr. Otro de esos
instrumentos es Hezbolá, el partido de Alá, una
organización terrorista chiita radicada en el
Líbano cuyo objetivo declarado es la destrucción
de Israel. Aunque su jefe es Sheik Hassan
Nasrallah, su verdadera jefatura está en Irán,
que le da entre $20 millones y $40 millones
mensuales. Sus oficinas están en el mismo centro
de Teherán.
Hezbolá ha sido responsable de
numerosos ataques terroristas contra EEUU,
Israel y otros objetivos occidentales,
incluyendo un ataque suicida contra un cuartel
americano en Beirut, en 1984, que costó la vida
de 241 marines y de otro cuartel en el
que murieron 58 franceses. También de un ataque
suicida contra la Torre Khobar en Arabia Saudita,
en el que murieron 19 personas, y de la bomba en
un centro judío de Buenos Aires en 1994 que
cobró 85 víctimas.
Hezbolá gobierna, en la práctica, el sur del
Líbano y el gobierno libanés no tiene ningún
control sobre sus acciones. Desde allí ataca
regularmente a Israel. Sus partidarios están
infiltrados en toda la estructura civil y
militar del país. Ha creado un movimiento
político que incluso tiene 14 de los 128 escaños
del parlamento libanés. En septiembre del 2004,
la resolución 1559 de Naciones Unidas,
patrocinada por Estados Unidos y Francia, exigía
la disolución de Hezbolá. Nunca se cumplió. En
el sur del Líbano hay inclusive una fuerza
mantenedora de la paz de Naciones Unidas que,
obviamente, ha demostrado ser totalmente
inefectiva.
El último incidente se produjo cuando
comandos de Hezbolá hicieron un túnel a través
de la frontera para saltar un puesto fronterizo
israelí. En el operativo capturaron y luego
asesinaron a un excursionista judío de 18 años
pero también secuestraron a dos soldados
israelíes. A cambio de ellos, exigían la
liberación de los terroristas detenidos,
juzgados y condenados en Israel. Grave error. La
reacción israelí no ha sido la modesta respuesta
a la que se han acostumbrado. Ha sido una gran
ofensiva destinada a barrer con la capacidad
militar de los terroristas. Desde Francia y
Rusia hasta Arabia Saudita y Egipto, han tenido
que responsabilizar a Hezbolá por este conflicto.
Al principio de las recientes hostilidades,
Israel estimaba que Hezbolá tenía
aproximadamente 13,000 cohetes y misiles
suministrados por Irán, la gran mayoría cohetes
katyusha que pueden viajar entre 15 y 20 millas.
En los últimos días había disparado unos 1,500
contra Israel. Hezbolá también tiene unos
cuantos cientos de misiles de mayor alcance fajr-3
y fajr-5 y el misil zelzal, de fabricación
iraní, que puede llegar hasta Tel Aviv (los
israelíes destruyeron uno el lunes mientras
estaba siendo trasladado a Beirut.) Y también
tiene otro peligroso misil, el C802, igualmente
suministrado por los iraníes, que recientemente
impactó un barco israelí matando a cuatro
marineros. Y hay que recordar que Tel Aviv está
a sólo 70 millas de la frontera con el Líbano.
Todos conocemos la decisión del gobierno de
Ehud Olmert de retirarse unilateralmente de Gaza.
Lo ha hecho desarraigando, por la fuerza, a los
10,000 colonos israelíes en el área. (Aunque
eran menos del uno por ciento de la población,
representaban el 10 por ciento de todo el
producto nacional bruto del país.) ¿Qué
resultados ha tenido ese gesto de buena
voluntad? Que Gaza se convirtió inmediatamente
en una rampa para los ataques de Hamas contra
Israel. No debía sorprender a nadie. Después de
todo, Israel se retiró del Líbano con el
compromiso de que el gobierno y el ejército
libanés asumirían el control del sur del país y
desarmarían a los terroristas de Hezbolá. Nunca
sucedió. Todo lo contrario, han estado
utilizando ese territorio para lanzar constantes
ataques contra Israel.
Es por eso que no hay negociación con estos
grupos terroristas. Su objetivo inmediato es la
destrucción de Israel, el ''pequeño Satán'',
pero su objetivo a largo plazo es la destrucción
de Estados Unidos (el ''gran Satán'') y de todo
el mundo occidental. Sus supuestas negociaciones
nunca son reales, son simples maniobras a las
que recurren cuando están debilitados para
reorganizarse, cobrar nuevas fuerzas y volver a
atacar. Han podido hacerlo porque han contado
con la estúpida complicidad de Europa
Occidental.
Hay que aprovechar el error que ha sido la
provocación de Hezbolá. Si ahora no es
conveniente una guerra con Irán, podemos, al
menos, destruir uno de sus ejércitos. Y Hezbolá
es uno de ellos. Israel está sacando la cara por
Estados Unidos, por el mundo occidental y por la
civilización. Un inmediato cese a las
hostilidades sólo beneficiaría a los terroristas
porque mantendría un status quo que
nuestros enemigos han aprovechado para hacerse
cada vez más fuertes. Ahora están buscando armas
nucleares. Una de ellas pudiera destruir una
ciudad americana. Es absurdo hablar de paz con
los terroristas. Hay que aniquilarlos.