Nada
más comprensible que el odio que la izquierda siente por
el presidente Bush. Es un hombre que lucha por la
propagación de la libertad en todo el mundo. No se lo
perdonan. Tras la presentación de las recomendaciones
del segundo informe de la Comisión de Asistencia a una
Cuba Libre, Bush declaró: ``Este informe demuestra que
estamos trabajando en una forma activa por el cambio en
Cuba, no esperando simplemente por el cambio. Exhorto a
todos nuestros amigos y aliados en el mundo a unirse con
nosotros en respaldar la libertad para el pueblo
cubano''.
Una vez más, el mensaje de Bush es claro y desagradable.
En este caso, que no hacer nada esperando la muerte de
Castro significa, en la práctica, apoyar el status
quo cubano y, por consiguiente, apoyar la sucesión
castrista. Sucesión que el gobierno de Estados Unidos
considera inaceptable. Eso es lo esencial del mensaje y
no cualquier ayuda material, innecesariamente publicada
y siempre insuficiente. Mucha gente tiene que tratar de
ignorarlo porque deja a casi todo el mundo en una
posición incómoda. Uno no puede sino preguntarse, ¿qué
hubiera sucedido si Europa hubiera respaldado la
posición americana sobre Cuba? ¿Qué sucedería hoy si
media docena de embajadas importantes en La Habana
imitaran la combativa posición de la embajada americana?
En vez de eso, tenemos a la embajada de España como
abierta colaboracionista con la dictadura, cortesía del
gobierno socialista de Zapatero, y a la embajada de
México, la otra más importante, como discretamente
hostil o enérgicamente ambigua. ¿Habrá cambio con
Calderón? Quizás, se llama una canción.
Las acusaciones que se han hecho sobre injerencia en los
asuntos internos de Cuba son producto de la mala fe, la
confusión o la ignorancia. El rechazo a la utilización
de la violencia, por ejemplo, no es ninguna abstracción,
es la forma normal de conducirse entre personas
respetuosas de la ley. Es la actividad de los
delincuentes lo que obliga a la sociedad a defenderse y
a utilizar medidas coercitivas contra ellos. De la misma
forma, la no injerencia en los asuntos internos de otros
países no es ninguna abstracción sino la forma normal de
conducirse entre países liberales y democráticos. Ahora
bien, ¿cómo tratar a los países que no son ni liberales
ni democráticos? ¿Qué hacer con los gobiernos que
utilizan los recursos del estado no sólo para oprimir y
explotar a sus propios pueblos sino para tratar de
imponer regímenes afines en otros países? No hacer nada
por impedirlo sería hacerse cómplice de un crimen,
criticar las medidas de autodefensa no es sino colaborar
con el enemigo. Cuando The New York Times revela
un plan de lucha contra el financiamiento del terrorismo
a nombre de la libertad de prensa, su actitud es
indistinguible de la traición. La página editorial de
The Wall Street Journal, la más respetada de Estados
Unidos, criticó duramente esa actitud. Simpatizar con
The New York Times no es simpatizar con la libertad
de prensa, es simpatizar con sus posiciones políticas.
Por otra parte, no son ningún misterio: hay que
demonizar a Bush para que los demócratas puedan ganar
las próximas elecciones. Es una actitud mezquina y
miserable. Es grotesco que la dictadura castrista hable
de injerencia de Estados Unidos en sus asuntos internos
cuando ningún gobierno del mundo tiene un expediente de
injerencia en los asuntos de otros países comparable con
el de la dictadura cubana. Mi amigo Juan Benemelis le ha
dedicado todo un excelente libro a Las guerras
secretas de Fidel Castro.
La oposición interna en Cuba no tiene nada que lamentar
de la posición del gobierno de Estados Unidos. El
gobierno cubano siempre la va a atacar. Si no tiene
pretextos, los va a inventar. A la incipiente disidencia
cubana la atacaron de estar a sueldo de Estados Unidos
en una época en que nunca recibimos ni una aspirina ni
de Estados Unidos ni de nadie. No es un mérito, es que
desconfiaban de nosotros. Si mis lectores me perdonan
una alusión personal, en aquella situación, a mí el
gobierno de Estados Unidos ni siquiera me dio visa para
salir del país. Fue Francia la que me dio asilo
político. País, por cierto, al que estoy profundamente
agradecido y al que siempre querré entrañablemente.
La
dictadura cubana vivió de la ayuda soviética durante
décadas. Ahora vive de Hugo Chávez. ¿Con qué autoridad
moral pude oponerse a que la disidencia cubana reciba
ayuda de sus simpatizantes? ¿Qué quieren? ¿Qué el mundo
la deje morir de hambre en un país donde hay un solo
empleador? La oposición cubana de hoy no es menos
heroica que sus predecesores pero el presidio histórico
nunca tuvo el nivel de solidaridad internacional que
existe actualmente. Sin el incansable trabajo de los
cubanos exiliados no existirían los premios ni los
reconocimientos a los opositores cubanos en la isla. Que
el gobierno de Estados Unidos, que tiene vastos
intereses mundiales, priorice el problema cubano es
labor de ese exilio cubano. La oposición cubana se ha
ganado esa solidaridad con su sacrificio. Hay que estar
orgullosa de ella, no cuestionarla.
Julio 14, 2006