ADOLFO RIVERO CARO
Admiro
enormemente al pueblo colombiano. Es un
pueblo excepcionalmente valiente que lleva
décadas luchando contra una de las redes de
narcotráfico más poderosas del mundo, y
contra una guerrilla comunista que ha
contado con un vasto apoyo internacional,
encabezado por Cuba. Es un motivo de orgullo
para todos nosotros que ahora, finalmente,
esté ganando ambas batallas. Los
cubanoamericanos sentimos los triunfos del
gobierno de Uribe como nuestros. E
igualmente sentimos como nuestros sus
combates y sus frustraciones. Y pocos
momentos están siendo más frustrantes que el
presente. Los colombianos y los
latinoamericanos en general tienen que
observar con mucha atención la posición del
Partido Demócrata ante el Tratado de Libre
Comercio con Colombia. Y digo tienen
porque la mayoría de los cubanoamericanos
llevamos muchos años observando al Partido
Demócrata y hemos llegado a nuestras
conclusiones desde hace tiempo.
No es ningún secreto que el Partido
Demócrata responde a los intereses de la AFL-CIO,
y que el movimiento sindical americano es
esencialmente hostil al libre comercio y a
la libre competencia. En el caso de
Colombia, lo único que hacen es buscar
pretextos. El año pasado, Nancy Pelosi y
otros líderes demócratas justificaron su
oposición el TLC con Colombia diciendo que
''en el Congreso hay una gran preocupación
sobre el nivel de violencia en Colombia, la
impunidad, la falta de investigaciones y
encausamientos, y el papel de los
paramilitares.'' No cabe duda de que
Colombia es un país peligroso para los
sindicalistas. Desde 1991, más de 2,000
miembros de sindicatos han sido asesinados.
Pero la verdadera historia en Colombia no es
el actual nivel de violencia, sino la
dramática disminución de la violencia bajo
el gobierno de Uribe. Desde unos 200
asesinatos anuales en el 2001 y el 2002, esa
cifra disminuyó a la mitad en el 2003 y ha
seguido bajando desde entonces. Según la AFL-CIO,
38 sindicalistas fueron muertos en el 2007,
según el Ministerio de Protección Social de
Colombia fueron 25. En cualquier caso, esto
significa una disminución de entre el 80 y
el 90 por ciento en los asesinatos bajo el
gobierno de Uribe.
Y todo esto tiene que verse en el
contexto de una de las sociedades más
violentas del planeta. Hasta hace unos pocos
años, Medellín era la ciudad más peligrosa
del mundo. Se estima que el 90 por ciento de
la cocaína que se consume en EEUU viene de
Colombia. Hay que comprender los miles de
millones de dólares que esto significa y la
posibilidad de comprar refugios seguros en
Venezuela y Ecuador, dos de sus vecinos. La
AFL-CIO habla de más de 2,000 sindicalistas
muertos desde 1991, pero más de cuatro de
cada cinco de esos casos se produjeron
antes del gobierno de Uribe. En vez de
elogiar a su gobierno por la radical
disminución de los asesinatos, la AFL-CIO
insiste en sancionar al actual presidente y
al pueblo que lo eligió por los fracasos de
anteriores gobiernos.
Los demócratas van a impedir la
aprobación del tratado que el presidente
Bush le presentó al Congreso hace pocos
días. Es lamentable. Un reciente estudio de
la Universidad de Antioquía muestra que no
aprobar el TLC disminuiría las inversiones
en Colombia en 4.5 por ciento. Aumentaría el
desempleo en 1.8 puntos porcentuales, una
pérdida de unos 460,000 empleos; el producto
nacional bruto (PNB) bajaría en 4.5 por
ciento y el nivel de pobreza subiría en 1.4
puntos. ¿Cómo es posible que los demócratas
estén dispuestos a perjudicar de esa manera
al principal aliado de Estados Unidos en el
hemisferio?
En mi opinión, precisamente por eso. No
sólo se trata de los intereses económicos de
la AFL-CIO, sino de una izquierda radical,
cada vez más influyente dentro del Partido
Demócrata, que simpatiza con las FARC y con
Hugo Chávez. Quiero subrayarlo: muchos
demócratas simpatizan con las FARC y con
Hugo Chávez. No se trata solamente de
simpatías económicas, sino de simpatías
políticas. No creo que se trate de una
mayoría dentro del Partido Demócrata, pero
está claro que una fracción izquierdista ha
conquistado la hegemonía política del
partido. Y esa fracción simpatiza con Hugo
Chávez y, por consiguiente, es visceralmente
hostil a Uribe. Chávez y Uribe representan
polos opuestos del espectro político y, con
el creciente interés colombiano en la
experiencia de Irlanda, también pudieran
serlo en sus opciones económicas.
Obviamente, no es fácil declararse
abiertamente simpatizante de un hombre como
Chávez, que se proclama comunista y
admirador de Fidel Castro. En la práctica,
sin embargo, esas simpatías son fácilmente
comprobables. Basta ver la reacción de los
Kennedy ante los regalos petroleros de
Chávez. O la posición del Congreso,
controlado por los demócratas, que les
impone enormes impuestos a las compañías
petroleras americanas, pero declara exenta a
la venezolana.
La
izquierda radical que se aloja dentro del
Partido Demócrata quiere la derrota de
Estados Unidos y la de sus aliados, Y lo
hace porque quiere demostrar que la sociedad
de la libre empresa y la democracia es una
sociedad fallida. Hay algunos amigos que se
proclaman ''optimistas'' y piensan que el
TLC se va a aprobar después de las
elecciones de noviembre. No sé por qué. El
Congreso va a seguir siendo demócrata y
tanto Hillary Clinton como Barack Obama se
han manifestado totalmente hostiles al TLC
con Colombia. El único candidato que lo ha
defendido ha sido el republicano John McCain.
En lo inmediato, los colombianos, los
cubanoamericanos y los latinoamericanos en
general no vamos a poder hacer nada. Pero,
que nadie se equivoque, podemos golpear a la
izquierda demócrata donde más le duele: en
las próximas elecciones. Lo único que hace
falta es tener memoria.
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