En defensa del neoliberalismo

                                         

 

 

Cuba y el modelo chino

 

 
El inicio del 2008 ha traído insistentes rumores sobre la posibilidad, e inclusive la inminencia, de importantes cambios en la isla. Es difícil pero no imposible. Cincuenta años de dictadura crean un espejismo de eternidad. Es sólo un espejismo. El cambio es posible. La Unión Soviética parecía mucho más sólida y se vino abajo como un castillo de arena. El colectivismo comunista es un sistema totalmente artificial e irremediablemente estéril. Lo único que explica su supervivencia es la represión. La abolición de la división de poderes con el pretexto de un gran proyecto revolucionario conduce a la dictadura y con ella al terror. Pese a las esperanzas que pueda haber suscitado, en esa sociedad sin libertad no puede haber progreso. Sus dirigentes podrán eternizarse en el poder, pero el pueblo se hundirá, inevitablemente, en una pobreza sin esperanzas y potencialmente explosiva.

Hace cincuenta años, Cuba era uno de los países más prósperos de América Latina. Hoy es uno de los más pobres. Lo único que explica esa involución es la revolución castrista. La situación cubana encierra una curiosa paradoja. La nomenclatura exalta constantemente la figura de Fidel Castro pero, al mismo tiempo, ansía su desaparición. Nadie ignora que es el gran responsable de la crisis nacional y el principal obstáculo para su superación. Le agradecen el poder, pero saben de la desesperación popular y les aterra la posibilidad de un estallido social.

La nomenclatura sabe que los logros sociales de la revolución cubana son un mito. La razón es obvia: la revolución siempre ha sido un colosal fracaso productivo. Desde sus mismos inicios ha estado en bancarrota. ¿Qué servicios sociales hubiera podido garantizar sin los enormes subsidios soviéticos? ¿Cómo viven ahora, realmente, los cubanos pese al millonario subsidio petrolero de Hugo Chávez? Y cuidado, porque el futuro del dirigente venezolano es cada vez más precario. Es muy probable que este mismo año veamos una sustancial erosión de su poder. Ahora bien, ¿qué sería de Cuba sin la ayuda de Chávez? Y, en estas condiciones, ¿qué porvenir tiene la nomenclatura cubana?

No es inconcebible que el miedo la decida a emprender algunas reformas. Sin embargo, para conseguir cualquier reacción positiva las reformas tendrán que ser significativas. Y, cualesquiera que sean, van a significar un rechazo al legado de Fidel Castro. Esto, a su vez, va a provocar una marejada de expectativas. Se comenta, por ejemplo, la posibilidad de que se permita entrar y salir libremente del país. Pero, ¿qué significaría esto? ¿Estrechar relaciones con el exilio de Miami? Es bueno recordar que Oswaldo Payá le había propuesto esto mismo a la Asamblea Nacional. De conseguirse podría considerarse como un triunfo de la oposición.

También se ha hablado de estimular a los campesinos. En Cuba hay muchas organizaciones de campesinos independientes. Según ellos, lo fundamental no sería repartir tierras. ¿Tierras para qué si los campesinos tienen que venderle su producción al estado a precios irrisorios? Lo indispensable sería liberar el mercado. Pretender eliminarlo ha sido la causa de la escasez. El hambre en Cuba es inducida, es el resultado de una política gubernamental. Los productos agrícolas serán caros mientras sean escasos. Que nadie critique los altos precios para desprestigiar a los productores privados. Esos precios elevarían la producción y, dentro de poco tiempo, tendrían que bajar. ¿Cuándo no fue así?

En todas partes de la isla la gente tiene incontables necesidades. Si aparecieran condiciones favorables a los cambios, la gente experimentaría la necesidad de organizarse. Reformas significativas desde arriba provocarían, inevitablemente, un movimiento reformista desde abajo. ¿Qué sería de la dictadura en estas condiciones?

Todas estas reformas se asocian con el llamado modelo chino. Como sabemos, éste consiste en liberalizar la economía manteniendo la dictadura política. Nadie discute que el progreso económico de China en los últimos 30 años ha sido espectacular. ¿Sería posible aplicarlo en Cuba? Aparentemente, nada más fácil. Yo no estoy tan seguro. China nunca conoció la democracia ni nunca tuvo vínculos con un país democrático. Durante miles de años fue gobernada por un mandarinato. Por otra parte, la revolución china fue dirigida por un poderoso partido comunista. Sus dirigentes, Liu Shao-chi, Chou En-lai, Teng Psiao-ping, Chu Teh, Lin Piao, Chen Yi y muchos otros eran brillantes organizadores. En definitiva, la dictadura del partido no fue sino la continuación del mandarinato.

Nada de esto tiene que ver con Cuba.

Cuba, como nación independiente, nació íntimamente vinculada a la democracia más poderosa del mundo. Su vigoroso desarrollo económico se produjo, en lo fundamental, bajo gobiernos democráticos. La democracia no es extraña a nuestro país, es su régimen natural. Por otra parte, en Cuba, el Partido Comunista no juega ningún papel. La revolución cubana ha dependido totalmente de Fidel y Raúl Castro. ¿Quién va a garantizar la dictadura cuando ellos desaparezcan? El único poder real lo tienen los jefes militares y la dictadura los ha mantenido aislados del pueblo.

Fidel Castro siempre pensó que la liberalización económica era peligrosa para su dictadura. Es por eso que nunca la permitió. Sus herederos se están viendo empujados a la misma. Quizás nos estemos acercando al final de ese régimen de terror, dependencia y miseria.

 

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