Adolfo
Rivero Caro
Hay intelectuales que consideran a Miami como un
territorio salvaje poblado por una tribu de carácter bronco y
agresivo. Dicen que los cubanos tienen un estilo político ''paranoide''.
Uno de ellos afirma que defender una solución violenta del
problema cubano es ''una ceguera voluntaria'' frente al momento
actual de la oposición cubana. La dictadura no ha cambiado, dice
nuestro amigo, pero la oposición, que vive en democracia, sí. Los
opositores de hoy no son enemigos militares, sino adversarios
pacíficos. Sus recursos más valiosos no son las armas, sino las
ideas y los valores democráticos.Dice nuestro amigo que aunque
dicho régimen siga vigente, su plataforma internacional ha
desaparecido y la mentalidad revolucionaria que lo alimentó
durante tres décadas, a él y a sus amigos, está virtualmente
agotada. Nada más lejos de la verdad. Lo esencial de la plataforma
internacional del movimiento comunista internacional era el
anticapitalismo y, por consiguiente, la más virulenta oposición al
buque insignia del capitalismo mundial: los Estados Unidos de
América. En América Latina, estas tendencias no sólo no han
desaparecido, sino que ahora tienen el respaldo del petróleo
venezolano y, si no el apoyo práctico, al menos las pudibundas
simpatías de Brasil y Argentina. Aunque los llamamientos a las
''nacionalizaciones'' y la ''planificación'' ya no sean tan
populares como antes, siguen estado ahí, en espera de una
oportunidad.
La realidad es que mientras el antiamericanismo sea popular, la
plataforma internacional de Fidel Castro no habrá desaparecido y
la mentalidad revolucionaria que lo alimentó no estará agotada. El
colapso de la Unión Soviética y el campo socialista no va a acabar
con las nostalgias reaccionarias del precapitalismo. Es difícil
vivir en el capitalismo, es demasiado revolucionario.
Nuestro amigo pasa a decir que vivimos en la era de la
corrección política, dentro y fuera de las naciones, en la
política doméstica y en la foránea. Cuidado. El pensamiento
''políticamente correcto'' es un invento de los (ultraizquierdistas)
medios académicos americanos. Tiene íntimas y soterradas
conexiones con aquella moda de ''correcto, compañero'', tan típica
de los primeros años de la revolución cubana. Es un intento por
cambiar el lenguaje (saludos de Orwell) para afianzar la hegemonía
de una determinada ideología. Nada más reaccionario.
''No es posible pedirles a soldados de la guerra fría como
Ernesto Che Guevara y a Luis Posada Carriles que no mataran
porque ésa era su función''. Aquí se plantea la guerra fría en
términos de equivalencia moral. Esto es inaceptable. El
enfrentamiento entre la Unión Soviética y Estados Unidos, entre
comunismo y capitalismo, fue el enfrentamiento entre la barbarie y
la civilización. Las ideas que inspiraron a Saint-Just y
Robespierre y las que que inspiraron a Adam Smith y Jefferson son
diametralmente opuestas. Tan diferentes como las que inspiraron a
sus herederos intelectuales: Lenin y Ronald Reagan. La
violencia, el quebrantamiento del estado de derecho, es parte
intrínseca de la ideología revolucionaria. El respeto al estado de
derecho es intrínseco a los que quieren mantenerlo. En toda
guerra, la función del soldado es matar. Pero ya Santo Tomás de
Aquino reconocía que hay guerras justas. No se puede equiparar a
los SS con los soldados americanos que desembarcaron en Normandía.
Solamente apagando las luces se puede conseguir que todos los
gatos sean pardos.
La mayoría de la
oposición cubana quiere un tránsito pacífico a la democracia. No
es de extrañar. Tiene muchas razones para quererlo así. Una de
ellas, por cierto, es que no tiene alternativas. No se trata de
que, teniendo poderosos ejércitos bajo su mando, toleren la
opresión y la miseria inducida contra el pueblo cubano por
convicción pacifista. No se trata de que Martha Beatriz mantenga
sus legiones en reserva ni de que Vladimiro tenga sus cohortes en
entrenamiento. Es que no las tienen. La violencia es inaceptable
dentro de un estado de derecho y es por eso que, bajo esas
condiciones, uno tiene adversarios pacíficos. Pero cuando vive
bajo una dictadura que mata, reprime y viola todos los derechos
humanos de su pueblo, uno no tiene adversarios, sino enemigos. Si
algunos elementos dentro de esta dictadura allanan el camino hacia
la democracia, obviamente no serán tratados como tales. Pero,
desgraciadamente, estamos en guerra y, en esas condiciones, es
políticamente torpe y moralmente innoble confraternizar con el
enemigo.