En defensa del neoliberalismo

Bochorno en Seúl
Wall Street Journal 

¿Ha habido alguna vez una importante cumbre económica en que un presidente estadounidense y su secretario del tesoro hayan sido tan completamente rechazados como lo fueron esta semana en la reunión G-20 en Seul? No podemos recordar ninguna. El presidente Obama fracasó en conseguir cualquiera de sus principales objetivos, a tiempo que fue vapuleado por otros dirigentes mundiales por el fracaso de las políticas estadounidenses e insuficiente crecimiento.  

La raíz de este bochorno es política e intelectual: En lugar de liderar el mundo desde una posición fuerte, Obama y Timothy Geithner, su secretario del tesoro, vinieron a Seúl culpando al resto del mundo por la debilidad económica estadounidense. El problema de Estados Unidos, en su opinión, son las políticas de exportación y tasas de cambio de alemanes, chinos o brasileños. Y la solución estadounidense es hacer que la Reserva Federal imprima suficiente dinero como para devaluar el dólar, de forma que Estados Unidos pueda crecer robándole demanda al resto del mundo. 

¡Pero por qué debiera alguien prestar atención a esa letanía estadounidense? Los alemanes están creciendo rápidamente después de haber rechazado en 2009 el consejo de Geithner de unirse al estímulo de explosión de gastos estadounidense. China a su vez está creciendo aceleradamente después de rechazar consejos de tres gobiernos estadounidenses de que abandonara su disciplina monetaria. El Reino Unido y aun Francia están siguiendo más contención fiscal. Sólo el gobierno de Obama está determinado a mantener bien abiertas las llaves fiscales y monetarias, a la vez que culpa a todos los demás por los resultados domésticos.  

El fracaso norteamericano fue más notorio en el comercio, cuando Estados Unidos y Corea del Sur no pudieron ponerse de acuerdo en un pacto bilateral que los dos países habían firmado hace tres años. Obama había hecho campaña contra ese pacto en 2008, lo dejó languidecer durante dos años de gobierno, y ahora desea de repente que los surcoreamos acepten nuevos términos.  

Pero los coreanos no son tontos, y quieren a cambio nuevas concesiones norteamericanas. Además, ven asimismo una necesidad menos urgente de un nuevo pacto con Estados Unidos porque, mientras Obama ha estado perdiendo el tiempo, los coreanos han estado negociando otros pactos comerciales de todo y con todos-sin excluir un pacto con la Unión Europea que tiene términos casi idénticos a los que el gobierno de Bush negoció en 2007. Los negociadores de Obama abandonaron Seúl con las manos vacías.

En el ínterin, China y otras economías asiáticas ven, de primera mano, que la laxitud monetario estadounidense ha inundado las economías del mundo en desarrollo con dólares que no han sido capaces de absorber; produciendo torbellinos en las tasas de cambio, en detrimento de los comerciantes regionales; produciendo alza de precios en productos denominados según el dólar.  

En lugar de distanciarse de esta política de la Reserva Federal, Obama la ha defendido más de una vez.. "Por todo lo que puedo ver, esta decisión no estaba diseñada para tener un impacto en la moneda, en el dólar," dijo Obama en Seúl. "Estaba diseñada para hacer crecer la economía."  

Pero esa defensa sólo confirmará a la mayoría del mundo que la meta de la laxitud monetaria estadounidense es sólo doméstica y política. ¿No se supone que el Banco Central estadounidense sea independiente? Obama puede llegar a lamentar su abrazo político con el presidente de la Reserva, Ben Bernanke, si el aumento de precio de los productos fluye hacia lo que pagan los consumidores, y deja a los norteamericanos sintiéndose más pobres de lo que ya se sienten.  

Las dudosas teorías monetarias del gobierno condujeron igualmente a derrochar valiosa energía política al insistir con China en un improbable acuerdo para que devaluara el yuan (y devaluara el dólar). En su lugar, Obama hubiera podido argumentar en favor de reformas a la cuenta de capitales de China, que hubiera producido un genuino beneficio. La tasa de cambio china no ha contribuido por si misma a un desequilibrio global, lo que si es el caso de las regulaciones en las cuentas de capital.

En particular, el hecho de que Pekin esterilice las entradas de capital y las recicle como deuda del gobierno estadounidense, en lugar de permitir al capital que entre y salga más libremente, contribuye a una equívoca localización de recursos. Geithner está demasiado ocupado, al concentrarse en la tasa de cambio, para darse cuenta y mucho menos para responder, a las quejas de Pekín sobre la inestabilidad monetaria estadounidense, cuando desafía a China a liberalizar su propia cuenta de capital.  

El mundo rechazó asimismo la muy notoria sugerencia de poner un límite de 4% al excedente o déficit comercial de una nación, que equivaldría a nuevos controles políticos sobre el comercio y flujos de capital. Eso contradice al menos tres décadas de consejo político estadounidense contra barreras nacionales al flujo de dinero y bienes. No nos gusta ver a los Secretarios americanos del Tesoro tan completamente rechazados por el resto del mundo, excepto cuando están tan claramente equivocados.

Nada de eso debe ser causa de celebración, pues el mundo sin liderazgo estadounidense es un lugar más peligroso. Estados Unidos es aún la mayor economía mundial, el emisor de su reserva monetaria, y su única superpotencia militar. Ninguna otra nación tiene la voluntad o capacidad para dirigir, como lo ha hecho Estados Unidos por setenta años, de forma que una influencia norteamericana vacilante producirá un vacío en que cada nación tendrá que buscar ventajas menores.

 Si Obama quiere restaurar su liderazgo económico, en el país y en el exterior, necesita un urgente cambio de prioridades. Lograr un acuerdo con los republicanos para una extensión general de las actuales tasas de impuestos, seguir la reducción de gastos propuesta por su propia comisión de déficit, terminar el exceso de regulaciones que ha coartado los impulsos empresariales de Estados Unidos, detenerse en el intento de dirigir el capital hacia espejismos políticos como los "trabajos verdes", y presionar al Congreso para que apruebe los acuerdos comerciales con Corea, al igual que otros pendientes.

El mundo seguirá de nuevo el liderazgo norteamericano sólo cuando vea políticas que restauren un robusto crecimiento económico estadounidense.

Tomado del Wall Street Journal

 

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