Las
víctimas olvidadas del terror en Argentina
Mary Anastasia O'Grady
Aquellos que controlan el pasado, controlan el futuro; quien
controla el presente, controla el pasado."
Slogan del partido del Big Brother
1984, de George Orwell
La justicia no es asegurada fácilmente en ninguna parte del mundo.
Pero en Argentina hoy está fuera del alcance incluso mencionar en
público a las víctimas del terrorismo de izquierda de los años 70, y
menos hacer un esfuerzo para obtener para ellas o sus familiares un
día en un tribunal judicial.
Inténtelo y probablemente sea etiquetado por la izquierda argentina
como un amigo fascista del ex gobierno militar. El políticamente
correcto sabe que se supone que aquellos que fueron tratados
brutalmente por los guerrilleros que alguna vez Juan Perón llamó
"juventud maravillosa" deben ser borrados de la memoria nacional.
La abogada de 35 años y defensora de los derechos humanos Victoria
Villarruel se rehúsa a cooperar. Fundó el Centro de Estudios Legales
sobre el Terrorismo y sus Víctimas, en Argentina, con la misión de
documentar los miles de crímenes terroristas cometidos entre 1969 y
1979. Cree que arrojar luz sobre esa década oscura puede ayudar a
asegurar un futuro más justo para todos los argentinos.
Todo el mundo conoce la historia de cómo los militares argentinos
tomaron el poder en 1976 y procedieron a aplastar a los movimientos
subversivos con crueldad. Sus abusos de poder fueron legión, y en
1983 finalmente dieron un paso al costado en medio de la
hiperinflación y el caos económico.
Pero Argentina vivió otra tragedia antes, y en algunos durante un
tiempo después, de que los militares tomaran el poder. Fue una ola
de carnicería y destrucción causada por bandas de guerrilleros
inspirados por Castro que buscaban tomar el poder aterrorizando al
país. Sus acciones provocaron un caos a escala nacional que llevó al
golpe militar.
Sin embargo, debido a la deshonrosa caída del gobierno militar, los
terroristas y sus simpatizantes han tenido éxito en volver a
escribir esta historia, al describir solamente los crímenes de sus
enemigos uniformados. Algunas personas que son actuales o ex
integrantes del gobierno de Kirchner, otros que son congresistas y
otros que trabajan en los medios de comunicación fueron integrantes
bien conocidos de organizaciones subversivas.
En una entrevista en noviembre en Buenos Aires, Villarruel me dijo
que ni siquiera los políticos de la oposición hablan de las víctimas
de los terroristas porque se ha vuelto "tabú" hacerlo. El estado,
dice, los trata "como si nunca hubieran nacido".
Un resultado es que una generación de argentinos ha crecido sin
conocimiento de la historia completa de esos tiempos de terror. El
punto de vista de Villarruel es que la "verdad y justicia" demandan
que las víctimas sean reconocidas.
Su libro de 2009 "Los llaman… jóvenes idealistas" es un paso hacia
ese objetivo. En él documenta con fotografías y recortes de prensa
la devastación que los terroristas le causaron a su propia gente. "A
vencer o morir", el lema del Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), aparece en una foto como un graffiti garabateado en un
camión. Incluidas en el libro hay fotografías de algunas de las
miles de víctimas: bebés, adolescentes, diplomáticos, empresarios,
jueces, policías. Algunos fueron secuestrados y asesinados. Otros
fueron asesinados o quedaron lisiados simplemente porque estaban
cerca cuando explotó una bomba. Menores eran reclutados para los
ejércitos revolucionarios. Todo valía para los rebeldes que buscaban
rehacer su mundo a través de la violencia.En la entrevista de
noviembre, Villarruel describió el trabajo de su centro sobre el
terrorismo, basándose en artículos de diarios y conversaciones con
familiares y testigos, cuando se puede acceder a estos. Muchos,
afirmó, siguen teniendo temor a las represalias.
Me dijo que el centro ha logrado dar nombre a 13.074 víctimas de los
terroristas. Esos son totales preliminares. Villarruel está tan
preocupada por la precisión de su trabajo que hizo que fuera
auditado en forma independiente dos veces. Prevé que los recuentos
finales estén terminados a mediados de este año.
Es interesante señalar que la cantidad de casos presentados ante
tribunales contra el gobierno militar con acusaciones de abuso de
poder son menos de 9.000. Mientras tanto, la justificación del
gobierno de Kirchner para desestimar a las víctimas del terrorismo
de izquierda es el argumento que fueron víctimas de crímenes comunes
y que sus perpetradores ahora están amparados por la prescripción.
Pero Villarruel dice que su investigación demuestra que las víctimas
fueron civiles atacados por movimientos guerrilleros en una
despiadada búsqueda del poder. Si es verdad, no habría prescripción
de acuerdo con la Convención de Ginebra de 1949, ratificada por
Argentina.
Villarruel escribe que al estudiar el terrorismo de los años 70,
nunca entendió "las razones por las que un grupo, atribuyéndose a sí
mismo la representación popular, decidió asesinar a su propia gente,
alegando una supuesta causa justa y la necesidad política". Es
igualmente difícil entender porqué los argentinos han permitido que
esos villanos controlen ese pasado y disfruten de impunidad legal.
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