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Montevideo: Tango y Energía Finalmente, le llegó el momento a Montevideo. Durante años, Uruguay —país que sufrió una dictadura durante las décadas de los años 70 y 80 y que fue golpeado por una devastadora crisis financiera en 2002— fue un lugar del que la gente se iba. Pero la demanda internacional de bienes básicos como el arroz, la carne y la soya impulsó una recuperación económica y frenó la emigración. El cuarto puesto en el Mundial de Fútbol de 2010 inyectó euforia a este país. Ahora, hay nueva energía y una explosión de la construcción en Montevideo, hogar de la mitad de la pequeña población uruguaya de 3,5 millones de personas. Bares chics están abriendo y la Ciudad Vieja está atrayendo a la clase media. Hay una abundancia de talento creativo, incluyendo a Jorge Drexler, —cuyo tema, Al otro lado del río, ganó en 2004 el Oscar a mejor canción original—, el chef Gastón Yelicich y Chiara Defféminis y Florencia Lecueder, las diseñadores detrás de la marca de moda K Bardot. Viajeros internacionales están descubriendo el encanto de esta ciudad de estilo europeo, donde se puede comer croissants, pastas y carne; gran parte de la población es de origen español o italiano y la arquitectura lo hace sentir a uno como si se estuviera en París o Madrid. No es sorprendente que muchos estadounidenses, europeos y argentinos retirados estén comprando propiedades de lujo aquí. Cuando uno piensa que está en medio de Europa, aparece el imposiblemente largo Carnaval uruguayo, que se extiende desde fines de enero hasta mediados de marzo y que celebra la cultura afro-uruguaya. Los "tamborileros" (que tocan un tipo de tambor llamado "tamboril"), lucen trajes de mangas anchas, y ejecutan el ritmo folclórico llamado "candombe", mientras que bellezas escasas de ropa se bambolean en las calles. No importa cuánto esté cambiando: la tradición está muy arraigada en Montevideo. Hay cocina innovadora, pero en las calles empedradas bajo los árboles, innumerables restaurantes todavía sirven carne de vaca alimentada con pasto cocida sobre fuego con leña. Y aunque los DJ del momento dominan la vida nocturna, a sorprendentes horas del día, los cafés están llenos de dignos parroquianos tomando whisky mientras las melodías de viejos tangos se escuchan de fondo.
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