En defensa del neoliberalismo

 

Tiempo de revocatorios

 

Adolfo Rivero Caro

Estamos en tiempo de revocatorios. California, cuya economía estatal es la más grande de la nación y la séptima más grande del mundo, ha decidido celebrar unas elecciones extraordinarias para decidir si revocar el mandato del gobernador y, en caso afirmativo, quién habrá de sustituirlo. Es en estas elecciones donde está postulado como candidato Arnold Schwarzenegger, el Terminator. Es primera vez en la historia de Estados Unidos que un estado de la Unión plantea revocar a su gobernador. Gray Davis, un demócrata furiosamente liberal, ha conseguido esta hazaña, entre otras cosas, poniendo en bancarrota las finanzas del estado. No ha sido fácil. En los primeros cuatro años de su administración, los ingresos de California aumentaron en 25 por ciento, mientras que la inflación y el crecimiento de la población combinados sólo aumentaron en 21 por ciento. El problema, por supuesto, es que los gastos generales crecieron en 40 por ciento.

Todo ha sido demagogia y populismo. En el 2001, la administración de Davis firmó contratos energéticos, valorados en $42,000 millones, muy por arriba del precio del mercado. Por otra parte, las feroces regulaciones ecológicas del estado hacen prácticamente imposible construir plantas eléctricas, haciéndolo extremadamente dependiente y proclive a estos tipos de crisis. En vez de subir los precios de la electricidad para los residentes --lo que sería políticamente costoso-- Davis aumentó el precio de la electricidad para los negocios. Conocemos la historia: que paguen los ricos, estrangulando de esa forma el desarrollo de los negocios, la creación de puestos de trabajo y su propia base impositiva. No es de extrañar que las empresas estén abandonando California masivamente, empobreciendo cada vez más al estado. La mediocridad y corrupción del gobierno estatal provocaron una insólita campaña en la base para revocar al gobernador que recogió más de un millón de firmas.

Otra insólita campaña revocatoria se está desarrollando simultáneamente con la de California. Extrañamente, ésta es mucho más importante para Estados Unidos que la extraordinaria conmoción californiana. Es la revocatoria de Venezuela. Davis es un fuerte candidato a la beatificación en comparación con Chávez. Tras cuatro años de gobierno, este supuesto campeón de los pobres se las ha arreglado para hacer aumentar el desempleo al 17 por ciento de la población laboral activa, con posibilidades de llegar al 24 por ciento para fines de año. La fuga de capitales en los últimos cuatro años suma $21,717 millones mientras la deuda interna avanzó del 7 al 12 por ciento del producto interno bruto. En cuanto a desastres económicos, Chávez es, sin duda, un aventajado alumno de Fidel Castro.

A muchos americanos les sorprendería el planteamiento de que las elecciones revocatorias de Venezuela son más importantes, para Estados Unidos, que la revocatoria de California. Y, sin embargo, esto me parece evidente. Mientras Fidel Castro esté vivo, su vasta red de agentes estará trabajando, día y noche, por desestabilizar América Latina. Y esto es infinitamente más peligroso que el control izquierdista de California.

El peligro es real. Aunque los americanos no lo crean, Castro está en todas partes. Está en el apuntalamiento de Chávez, en la lucha por conseguir la presidencia de la república para el secretario general del Partido Comunista de El Salvador, en la reconquista sandinista del poder en Nicaragua, en influir sobre Lula, en mover a Kirchner contra Estados Unidos, en la interferencia cubana de las trasmisiones americanas a Irán... La lista es enorme. Mientras tanto, la quinta columna liberal-fascista, que ha estado infiltrando el Departamento de Estado y los organismos de inteligencia de este país desde hace treinta años, insiste en que, sin la ayuda de la Unión Soviética, Castro no es más que un viejo fatigado e inofensivo.

En la vasta campaña de Castro en América Latina, el eslabón fundamental es Venezuela. Castro sufre amargamente con la infinita torpeza de Chávez, pero trata de apuntalarla con su constante asesoramiento. No recibe o despide con impaciencia a los funcionarios que quieren discutir los problemas de la industria azucarera o cualquier otra agonizante industria cubana, no tiene tiempo. Hay que elaborar una buena estrategia para el revocatorio venezolano. Tiene que aprovechar al máximo el éxito de sus médicos y sus alfabetizadores en Venezuela. Ríe jubiloso ante la posibilidad de que la oposición vaya a luchar por quitarle los médicos cubanos a los barrios marginales y las agrestes zonas rurales de Venezuela. A sólo una mínima fracción de esos médicos o alfabetizadores se les pide alguna información o algún trabajo ideológico. No hace falta. Su simple presencia es un acto de acusación contra una sociedad que se robaba los dineros petroleros o los usaba para garantizar baratísimos precios en la gasolina de los automóviles y no para desarrollar el país y atender la salud y la educación de sus pobres. Por otra parte, para Castro es obvio que ese trabajo hay que hacerlo donde es importante: en las fuerzas armadas y los órganos de seguridad .

No es de extrañar que el pueblo venezolano se haya movilizado ante la perspectiva de la instauración de una dictadura afín al siniestro modelo cubano y se hayan recogido unas tres millones de firmas para revocar el mandato de Chávez. Y, sin embargo, ¡qué diferencia entre California y Venezuela! A nadie se le ocurrió discutir la validez de las firmas californianas. Para todo el mundo era evidente que un intento de fraude significaría un fulminante suicidio político. Tras su presentación, tal como lo exigía la ley, inmediatamente se fijó la fecha la fecha de las elecciones para el 8 de octubre. En Venezuela, sin embargo, ahora nos encontramos en medio de una larga, compleja y difícil batalla. Sin embargo, de su exitosa culminación depende en gran medida el futuro de Venezuela, de Cuba, de América Latina y, aunque los americanos no lo crean, de Estados Unidos.