En defensa del neoliberalismo

 

Revolución en Ucrania

 

Adolfo Rivero Caro

No es exagerado afirmar que el destino del mundo se está jugando en Ucrania. Estamos hablando de un país más grande que Francia, el segundo estado más rico de la antigua Unión Soviética, uno de los graneros de Europa con una fuerte base industrial, de casi 50 millones de habitantes y que tiene fronteras con Rusia, Bielorrusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumania. Históricamente, Ucrania ha sido una víctima del imperialismo ruso desde el tiempo de los zares hasta el período comunista. Entre 1929 y 1933, por ejemplo, con el objetivo de someter al rebelde campesinado ucraniano, Stalin organizó una hambruna que costó la vida de millones de ucranianos. La memoria colectiva de los pueblos es incapaz de olvidar horrores como ese. De aquí que, tradicionalmente, el nacionalismo ucraniano sea anti-ruso.

Tras la disolución de la Unión Soviética, se acometieron algunos intentos de liberalización que fueron paralizados poco después por Leonid Kuchma, un reciclado dirigente comunista y antiguo procónsul soviético. En las últimas elecciones se postularon Víctor Yanukovich, presunto sucesor de Kuchma, partidario de mantener las relaciones tradicionales con Rusia, apoyado enérgicamente por Vladimir Putin, y Víctor Yuschenko, el candidato pro-occidental. Kuchma invitó observadores de la Unión Europea a las elecciones confiado a las enormes ventajas que le daba una prensa controlada por el gobierno y decenas de millones en fondos rusos invertidos en la campaña. Sin embargo, a pesar de todo, los resultados no fueron los que esperaban y, para conseguir el triunfo de Yanukovich, se hizo necesario organizar un masivo fraude electoral. La reacción del pueblo ucraniano fue inmediata y colérica, cientos de miles de personas salieron a las calles a protestar. Los observadores de la Unión Europea actuaron con energía y firmeza denunciando el fraude. Esto facilitó que Estados Unidos  y hasta Canadá (¡) lo denunciaran igualmente. El pueblo ucraniano no se sintió solo ni aislado. “El mundo entero está observando los acontecimientos en Ucrania”, dijo el viernes el presidente Bush. El secretario de Estado ya había emitido duras declaraciones criticando el fraude y afirmando que violar la voluntad del pueblo ucraniano “tendría consecuencias”.

Las masivas manifestaciones populares, similares a las que frustraron no hace mucho un intento de fraude similar en la vecina Georgia, han empezado a desintegrar la estructura semi-totalitaria del gobierno ucraniano. En respuesta a un llamado de Yuschenko para que los periodistas rechazaron la censura gubernamental, una presentadora del canal estatal UT1, anunció en vivo durante el noticiero vespertino del jueves: “No vamos a seguir mintiendo”. Por primera vez en años, el boletín de la UT1 transmitió los puntos de vista de la oposición. Un par de horas anteriormente, los periodistas del canal privado pro-gubernamental One Plus One había tomado una posición similar. El director del canal Oleksander Rodnyansky emitió una breve declaración ante un solemne grupo de sus colegas:

“Comprendemos nuestra responsabilidad por las prejuiciados noticias que el canal ha estado trasmitiendo hasta ahora bajo la presión de diversas fuerzas políticas”. El director de la emisora prometió una cobertura noticiosa “completa e imparcial” y el subsiguiente boletín de noticias fue fiel a esta promesa.

La importancia de esta revolución informativa es obvia. Las imágenes de las inmensas manifestaciones en Kiev y otras ciudades ucranianas van a poder llegar a todo el país.

Durante el viernes, hubo una reunión en Kiev entre representantes de la Unión Europea y miembros del gobierno y la oposición. Los resultados todavía no están claros, pero una reunión del parlamento acordó declarar ilegales los fraudulentos resultados electorales. El pueblo ucraniano está dando una extraordinaria batalla por la libertad que merece y necesita la solidaridad de todos los pueblos del mundo.