En defensa del neoliberalismo

 

Razón y fuerza

 

Adolfo Rivero Caro

El pasado 8 de marzo, el Consejo de Gobierno iraquí firmó una constitución interina. Conseguir un consenso político, aunque sólo fuera provisional, fue un importante paso de avance. El presidente Bush lo calificó de ''hito histórico en el largo recorrido del pueblo iraquí de la tiranía y la violencia a la libertad y la paz''. Sin duda lo ha sido. El problema es que el valor de las constituciones, pactos, tratados y acuerdos depende de la fuerza capaz de imponerlos. En los países donde respetar la ley es un hábito cultural se considera natural respetar cualquier convenio. Donde no ha habido una larga tradición del estado de derecho, la situación es muy diferente. En los países civilizados, la costumbre es más importante que la policía. En la mayor parte del mundo, la policía es más importante que la costumbre. A los americanos que están en el exterior, los traicionan sus costumbres.

La 82da División Aerotransportada que estaba a cargo de Faluya le pasó el control de la ciudad a la policía iraquí. Es fácil comprender y simpatizar con el espíritu que animó esta decisión. Lamentablemente fue un error que está costando sangre. Faluya está en el epicentro mismo del triángulo sunita. Cuando la 82 División se retiró a las afueras de la ciudad, la principal estación de policía fue inmediatamente asaltada y tomada por insurgentes ansiosos de liberar a sus hermanos tribales presos. La retirada de las fuerzas americanas a guarniciones fortificadas de las afueras de las ciudades transmite un mensaje de debilidad que luego tiene que ser rectificado. Ahora hay que tomar Faluya. Y hay que hacerlo mientras se combate en otras ciudades en las que se han alzado las milicias de al Sadr, que habían sido prohibidas, pero nunca desarmadas, y algunos elementos baasistas que quieren morirse.

Es bueno recordar que un juez iraquí había ordenado la detención de Muqtada al Sadr desde hacía casi un año. Estaba acusado de instigar el asesinato en abril del 2003 del respetado clérigo chiita Majid al Khoiue, prácticamente descuartizado mientras oraba en un templo de Najaf. Las tropas americanas, renuentes a detener a un líder religioso, nunca llegaron a hacerlo. Esto le dio sensación de impunidad y de fuerza. Siempre hay que recordar que los radicales toman cualquier intento de moderación o de compromiso como señal de debilidad. Su periódico se convirtió en un centro de agitación desde el que se llamaba a tomar las armas contra las fuerzas de la coalición. De aquí la reciente decisión de cerrarlo, y la reacción de Al Sadr de levantarse en armas.

En Najaf, Bagdad y Basra, los seguidores de este personaje han aterrorizado a las poblaciones locales. Desde la liberación, los iraquíes han tenido libertad para ver televisión por satélite, excepto en Najaf, donde los milicianos de Muqtada al Sadr entran en las casas y destrozan los platos de los satélites en escenas que recuerdan al Afganistán de los talibanes y no al Irak liberado. En Bagdad y Basra, las brigadas de acción rápida de Al Sadr golpean y hostigan a las mujeres. Los chiitas en Najaf, Nasaria, Bufa y Kut observaban cómo sus milicias secuestraban a la gente en la calle, la juzgaban en improvisados tribunales islámicos y le infligía castigos medievales. El 2 de abril, al Sadr anunció su solidaridad con Hezbolá y Hamas. ''Déjenme considerarme su mano vengadora en Irak cuando surja la necesidad'', afirmó. El 4 de abril, la cadena de televisión Al Yazira reportó su llamado a empezar operaciones armadas. La mayoría de los iraquíes se preguntaba por qué la coalición permitía que este fanático actuara con total impunidad.

Muqtada al Sadr no representa a la comunidad chiita. El gran ayatolá Ali Sistani no tiene ningún trato con él. Tampoco lo tienen los ayatolás menores de la gran comunidad chiita. Su apoyo es débil inclusive en ciudad Sadr, un barrio marginal chiita en las afueras de Bagdad que toma su nombre de otro clérigo. Buena parte de sus ataques no han estado dirigidos contra las fuerzas de la coalición, sino contra clérigos tolerantes y tradicionalistas como Al Khoie, que están por la separación de la iglesia y el estado. En realidad, su principal sostén está en Irán. Recibe fondos del ayatolá Kazim al Hisauni, un confidente del dirigente supremo iraní Alí Jomeini. Es gracias a ese dinero que alquila decenas de autobuses que luego carga de público para que asista a sus sermones. Igualito que Chávez.

Decir que Muqtada al Sadr sólo representa a una pequeña minoría chiita, aunque sea verdad, no debe servir de consuelo. Después de todo, las minorías suelen hacer la historia. El alzamiento de estos grupos, sin embargo, significa que están localizados y expuestos a nuestra ofensiva. Y el tiempo está contra los enemigos del pueblo iraquí. Que nadie se equivoque, cada día que pasa el país se fortalece en todos los sentidos: económica, política y militarmente. Nadie más ansioso que Estados Unidos por ver un Irak fuerte e independiente. Nada va a quebrantar esa voluntad. Es cierto que ahora vamos a confrontar una escalada de la violencia, pero estos enfrentamientos van a despejar el futuro. Los iraquíes perciben cualquier debilidad en la defensa de la ley y el orden como una seria debilidad. Es hora de rectificar radicalmente esa percepción. La justicia es impotente cuando no está respaldada por la fuerza.