The Commanding Heights / Los Puestos de Mando
Simon & Schuster, 1998. (440 pp.)
por Daniel Yergin y Joseph Stanislaw
Introducción
Ahora los socialistas de todo el mundo están abrazando el
capitalismo, los gobiernos están vendiendo las compañías que habían
nacionalizado anteriormente y tratando de atraer a las
transnacionales que habían expulsado veinte años antes. El marxismo
y el control estatal están siendo lanzados por la borda a favor del
espíritu de empresa; el número de las bolsas de valores está
creciendo vertiginosamente y los administradores de fondos mutuales
se han convertido en verdaderas celebridades. En la actualidad, los
políticos de la izquierda admiten que sus gobiernos ya no pueden
pagar el expansivo estado del bienestar social y los "liberales"
americanos reconocen que más gobierno pudiera no ser la solución de
todos los problemas. Muchas personas se están viendo obligadas a
reexaminar y reevaluar los presupuestos básicos de su manera de
pensar. Estos cambios están abriendo nuevas perspectivas y nuevas
oportunidades en todo el mundo. Pero, para muchos, el cambio también
está generando nuevas tensiones e inseguridades. Temen que el
gobierno ya no vaya a estar ahí para protegerlos en la medida en que
se imbrica cada vez más en una economía global que ignora las
fronteras nacionales. Y expresan inquietud sobre el precio que los
mercados exigen de sus participantes. Las crisis y las turbulencias
en los mercados internacionales de capital, como las que
estremecieron América Latina en 1995 y el Sudeste de Asia en 1997,
convierten esas inquietudes en cuestiones fundamentales sobre el
peligro e inclusive la legitimidad de los mercados. Pero todos estos
puntos de vista necesitan ser puestos en su contexto.
¿Por qué el cambio?
¿Por qué ese desplazamiento al mercado? ¿Por qué y cómo se había
efectuado ese cambio de una época en la que el "estado" - los
gobiernos nacionales - buscaban capturar y ejercer control sobre sus
economías a una época en las que las ideas de la competencia, la
apertura, la privatización y la desregulación habían conquistado el
pensamiento económico mundial? Estas preguntas, a su vez, generan
otras. ¿Son estos cambios irreversibles? ¿Forman parte de un
continuo proceso de desarrollo y evolución? ¿Cuáles será las
consecuencias y las perspectivas -políticas, económicas y sociales-
de esta alteración fundamental en las relaciones entre el gobierno y
el mercado? Estas son las preguntas básicas que este libro pretende
responder.
La frontera dónde deba fijarse la frontera entre el estado y el
mercado nunca ha sido un asunto que pueda resolverse, de una vez por
todas, en alguna conferencia de paz. En vez de eso, en el curso de
este siglo, ha sido el objeto de enormes batallas intelectuales y
políticas así como de constantes escaramuzas. En su conjunto, esta
lucha constituye uno de los mayores y decisivos dramas del siglo XX.
Hoy el choque es tan importante y tan amplio que está rehaciendo
nuestro mundo, y preparando el terreno para el siglo XXI.
La frontera no define los límites entre naciones sino la división
de papeles dentro de ellas. ¿Cuál es la responsabilidad del estado
en la economía, y qué tipo de protección debe de garantizar a sus
ciudadanos? ¿Cuál es el ámbito de la decisión privada, y cuáles son
las responsabilidades del individuo? Esta frontera no es clara ni
está bien definida. Está cambiando constantemente y es con
frecuencia ambigua. Con todo, durante la mayor parte del siglo, el
estado ha estado en ascenso, extendiendo su dominio más y más en lo
que había sido el territorio del mercado. Sus victorias fueron
impulsadas por revoluciones y dos guerras mundiales, por la Gran
Depresión, por la ambición de políticos y gobiernos. En las
democracias industriales también fue impulsada por la demanda
popular de una mayor seguridad y en los países en desarrollo por la
búsqueda progreso y de la mejoría en las condiciones de vida - y
también por la búsqueda de justicia. Detrás de todo esto, estaba la
convicción de que los mercados implicaban excesos, de que podían
fallar fácilmente, de que había muchas necesidades y servicios que
no podían proporcionar, que los riesgos y el costo humano y social
eran demasiado altos y la posibilidad de abuso demasiado grande.
Tras las traumáticas alteraciones de la primera mitad del siglo XX,
los gobiernos ampliaron sus responsabilidades y obligaciones con sus
pueblos y añadieron otras nuevas. "El conocimiento del gobierno," la
inteligencia colectiva de los expertos gubernamentales en el centro,
fue considerada como superior "al conocimiento del mercado" - la
dispersa inteligencia de los consumidores en el mercado y de los que
toman decisiones particulares.
En el extremo, la Unión Soviética, la República Popular de China
y otros estados comunistas buscaban suprimir completamente la
inteligencia del mercado y de la propiedad privada y sustituirlas
con la planificación central y la propiedad estatal. Los gobiernos
serían omniscientes. En muchos países industrializados de Occidente
y en gran parte del mundo en desarrollo, el modelo era la "economía
mixta", en la que los gobiernos usaban el saber de sus expertos y
jugaban un papel dominante aunque sin asfixiar completamente el
mecanismo del mercado. Reconstruían, modernizaban e impulsaban el
crecimiento económico; garantizarían equidad, oportunidad y una vida
decente. Para conseguirlo, los gobiernos de muchos países buscaban
capturar y mantener el control de sus economías - "los puestos de
mando."
El término tiene más de tres cuartos de siglo. En noviembre de
1922, cinco años después de llevar a s bolcheviques a la victoria,
el enfermo Vladimir Ilich Lenin subió a la plataforma del Cuarto
Congreso de la Internacional Comunista en San Peterburgo, por
entonces Petrogrado. Fue su penúltima aparición en público. El año
anterior, entre medio del caos económico y llevado por la
desesperación, Lenin había iniciado la Nueva Política Económica,
permitiendo la reanudación del pequeño comercio y la agricultura
privada. Ahora, los comunistas militantes lo estaban acusando de
buscar compromisos con el capitalismo y por vender la revolución.
Respondiendo con su habitual acritud y sarcasmo, pese a su
debilitamiento físico, Lenin defendió el programa. Aunque la
política permitía el funcionamiento de los mercados, dijo, el estado
controlaría "los puestos de mando" , los elementos más importantes
de la economía. Y eso, le aseguró Lenin a los que dudaban de él, era
lo que importaba. Todo esto fue antes de la colectivización, el
estalinismo y la total erradicación de los mercados privados en la
Unión Soviética.
La frase llego a Gran Bretaña, vía los fabianos y el Partido
Laborista, en los años entre las dos guerras mundiales, luego fue
adoptada por Jawaharlal Nehru y el Partido del Congreso en la India,
y se difundió a muchas otras partes del mundo. Se utilizara el
término o no, el objetivo seguía siendo el mismo: garantizar el
control gubernamental de los elementos estratégicos de la economía
nacional, sus principales industrias y empresas. En Estados Unidos,
el gobierno ejerció su control de las palancas de mando no a través
de la propiedad sino más bien a través de la regulación económica,
dando origen a un tipo especial norteamericano de capitalismo
regulatorio.
En general, el avance del control estatal parecía inexorable. En
los primeros años de la postguerra, sólo los gobiernos podían reunir
los suficientes recursos como para reconstruir naciones devastadas.
Los años 60 parecían probar que ellos podían dirigir sus economías
con efectividad. Para principios de los años 70, la economía mixta
era prácticamente incontestada en el gobierno seguía expandiéndose.
Inclusive en los Estados Unidos, el gobierno republicano de Richard
Nixon buscó implementar un masivo programa de detallados controles
de precios y salarios.
Con todo, para los años 90, era el gobierno el que estaba
retrocediendo. El comunismo no sólo había fallado sino que
prácticamente había desaparecido en lo que había sido la Unión
Soviética y, al menos como sistema económico, había sido echado de
lado en China. En Occidente, los gobiernos estaban desprendiéndose
de controles y responsabilidades. En vez de "las insuficiencias del
mercado," ahora se hablaba de "las insuficiencias del gobierno" -
las dificultades inherentes a estado demasiado amplio y ambicioso y
que quiere ser el jugador estelar, en vez del árbitro de la
economía. Paul Volcker, que conquistó la inflación como presidente
de la Reserva Federal de Estados Unidos, explicó la razón del cambio
en términos sencillos: "El gobierno se había vuelto presuntuoso."
La Mayor Venta
Hoy, en respuesta a los altos costos y a la desilusión con su
efectividad, los gobiernos están privatizando. Es la mayor venta en
la historia del mundo. Los gobiernos están saliendo de los negocios
vendiendo billones de dólares en activos. Todo está en venta, desde
siderúrgicas, compañías de teléfonos y líneas aéreas hasta hoteles,
restaurantes y clubes nocturnos. Está ocurriendo no sólo en la ex
Unión Soviética, Europa del Este y China sino también en Europa
Occidental, Asia, América Latina y Africa - y en los Estados Unidos,
donde los gobiernos locales, estatales y federal están traspasando
al mercado muchas de sus actividades tradicionales. En un proceso
paralelo que es más estratégicamente importante y menos comprendido,
también están desmantelando el aparato regulatorio que ha afectado
casi todos los aspectos de la vida cotidiana de Estados Unidos en
los últimos 60 años. El objetivo es alejarse del control
gubernamental y recurrir a la competencia en el mercado como una
forma más eficiente de proteger al público.
Este cambio no significa, de ninguna manera el fin del gobierno.
En muchos países, los gobiernos siguen gastando una gran parte del
ingreso nacional. En las naciones industriales, la razón es el gasto
social. En casi todas partes, el gobierno sigue siendo la solución
de última instancia para una serie de demandas sociales. Con todo,
el ámbito del gobierno, el espectro de sus deberes en la economía,
está en franco retroceso. En todo el mundo, los gobiernos están
planificando menos, poseyendo menos y regulando menos, y permitiendo
la expansión de las fronteras del mercado.
La retirada del estado de los puestos de mando marca una gran
división entre los siglos XX y XXI. Está abriendo las puertas de
muchos países anteriormente cerrados al comercio y a la inversión,
aumentando enormemente en el proceso el tamaño efectivo del mercado
global. Se están creando muchos nuevos empleos. Con todo, son el
capital y la tecnología los que, en esta nueva y móvil economía, se
desplazan fácilmente por todo el mundo en busca de nuevas
oportunidades. El trabajo, que no viaja con tanta facilidad, pudiera
quedar atrás. El resultado para los trabajadores es una doble
ansiedad: la competencia global y la pérdida de una red de seguridad
social.
[...]
El Poder de las Ideas
Subyacente a todo esto ha habido un cambio fundamental en las
ideas. En 1936, en las páginas finales de su famosa Teoría
General del Empleo, el Interés y el Dinero, el eminente
economista británico John Maynard Keynes, escribió que las ideas
"son más poderosas de lo que generalmente se entiende. En realidad,
el mundo casi no está gobernado por otra cosa. Los locos en el
poder, los que escuchan voces en el aire, no hacen sino destilar su
frenesí de lo que escribió algún académico años atrás… Tarde o
temprano son las ideas, no los intereses creados, las que son
peligrosas para bien y para mal".
La dramática redefinición del estado y el mercado en las últimas
dos décadas demuestra una vez más la verdad del axioma keynesiano
sobre el abrumador poder de las ideas. Ideas y conceptos que estaban
decididamente fuera de los criterios establecidos se han desplazado,
con bastante rapidez, hacia el centro del escenario y están
reconformando las economías de todas partes del mundo. Incluso el
mismo Keynes ha sido víctima de su propio frase. Durante el
bombardeo de Londres en la II Guerra Mundial, Keynes tomó medidas
para que un trasplantado economista austríaco, Friedrich von Hayek,
fuera temporalmente alojado en un college de la Universidad
de Cambridge. Fue un gesto generoso porque, después de todo, Keynes
era el principal economista de su época y Hayek, un oscuro crítico.
En los años de la postguerra, las teorías de Keynes sobre la
administración gubernamental de la economía parecían
inconquistables. Pero cincuenta años más tarde, el que ha sido
desechado es Keynes y Hayek, el fiero defensor del mercado libre, es
el que ha conquistado la preeminencia. La "nueva economía"
keynesiana de Harvard puede haber dominado los gobiernos de Kennedy
y Johnson en los años 60, pero es la escuela de mercado libre de la
Universidad de Chicago la que es globalmente influyente en los años
90.
Pero si los economistas y otros pensadores son los que tienen las
ideas, son los políticos los que las ponen en práctica. Y una de las
principales lecciones de este gran cambio es la importancia de los
líderes y del liderazgo. Keith Joseph, el auto-titulado "ministro
del pensamiento," y su discípula Margaret Thatcher parecían estarse
embarcando en un proyecto quijotesco cuando decidieron tratar de
transformar la economía mixta de la Gran Bretaña. Pero no sólo
triunfaron sino que influyeron en la agenda de buena parte del resto
del mundo. Fue un devoto revolucionario, Deng Xiaoping, el que,
mientras citaba frases de Marx, presionaba enérgicamente a la mayor
economía del mundo para que se desembarazara del comunismo y se
integrara a la economía mundial. Y, en Estados Unidos, las victorias
de Ronald Reagan obligaron al Partido Demócrata a redefinirse a sí
mismo.
El vocabulario de esta marcha hacia el mercado requiere una
aclaración. Para los americanos, la batalla global entre el estado y
el mercado puede resultar enigmática porque parece plantear
"liberalismo" contra "liberalismo". En Estados Unidos,
liberalismo significa ser partidario de un gobierno activista,
intervencionista que expande su participación y su responsabilidad
en la economía. En el resto del mundo, liberalismo significa
casi exactamente lo contrario -lo que un liberal americano
describiría como conservadurismo. Este tipo de liberalismo es
partidario de reducir el papel del estado, garantizar el máximo de
libertad individual, la libertad económica, la confianza en el
mercado y la descentralización en la toma de decisiones. Tiene sus
raíces intelectuales en pensadores como John Locke, Adam Smith y
John Stuart Mill. Enfatiza la importancia de los derechos de
propiedad y ve el papel del gobierno como el facilitador de la
sociedad civil. De esta forma, cuando en este libro se discuta el
liberalismo fuera de Estados Unidos, ya sea en la ex Unión
Soviética, en América Latina o en cualquier otra parte, significa
menos gobierno, no más.(*)
Reconectando el Pasado y el Futuro
La reafirmación de este liberalismo tradicional representa un
renacimiento -en realidad, una reconexión con una tradición- ya que
éste tuvo su apogeo a fines del siglo XX. En realidad, el mundo de
vísperas del siglo XXI se parece al mundo de fines del siglo XIX -
un mundo de crecientes oportunidades económicas y constante
disminución de las barreras a los viajes y el comercio. Entonces,
como ahora, nuevas tecnologías ayudaron a impulsar el cambio. Dos
innovaciones del siglo XIX rompieron los límites de los ritmos
naturales de los vientos y las mareas que , desde el principio de la
civilización, habían definido el comercio. En la primera mitad del
siglo XIX, el motor de vapor hizo posible que los ferrocarriles y
los barcos ofrecieran un transporte más seguro, más rápido y más
fácil de bienes y personas que ningún otro método conocido hasta
entonces. En 1819, el barco americano Savannah cruzó el Atlántico
usando un motor de vapor para apoyar sus velas. Para mediados del
siglo XIX, el vapor estaba empezando a sustituir completamente el
poder del viento. Cuando se tendió el primer cable telegráfico a
través del Atlántico en 1865, tras tres intentos fallidos, se
conectaron los mercados. La difusión de estas tecnologías impulsó
una dramática expansión del comercio mundial. Por otra parte,
suministró nuevas posibilidades al capital de inversión privado. Los
fondos europeos se vertieron en las construcción de ferrocarriles en
Norte y Sur América, en Africa y Asia, que conectaban las minas y
plantaciones con los puertos. El dinero británico financió una parte
tan importante del desarrollo ferrocarrilero de Estados Unidos y el
país se convirtió en el campeón de los mercados emergentes del siglo
XIX. A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la economía
mundial experimentó una era de paz y crecimiento que, tras la
carnicería de la I Guerra Mundial, fue recordada como una edad de
Oro.
Pruebas Críticas
¿Qué impulsó el regreso hacia el liberalismo tradicional en todo
el mundo? La adopción del estado como agente modernizador se
convirtió en desilusión con la propiedad estatal y la intervención,
debido a los costos inesperadamente grandes y a las consecuencias.
La carga financiera sobrepasaba la capacidad administrativa de los
gobiernos: las deudas y los déficits se habían hecho demasiado
altos. La inflación se había vuelto crónica. En la medida en que iba
creciendo el abismo entre las intenciones y los resultados, la
confianza se convirtió en cinismo. La implosión del sistema
soviético –la estrella polar de la planificación central-
desacreditó a los estatismos de todo tipo, mientras que el ascenso y
prosperidad de las economías del sudeste asiático apuntaban hacia un
equilibrio diferente entre el estado y el mercado y subrayaba las
virtudes de la participación en la economía global.
¿Durará este aparente triunfo del mercado? ¿O volverá a crecer el
papel del gobierno? Creemos que la respuesta depende de cómo se
desenvuelvan las respuestas a varias interrogantes fundamentales.
¿Garantizarán los mercados crecimiento económico, empleo y mejores
niveles de vida? Y ¿cómo redefinirán el estado del bienestar social?
¿Serán los resultados justos y equitativos? ¿Qué le sucederá a la
identidad nacional en la nueva economía intrnacional? ¿Estarán
seguros los pueblos de que el medio ambiente está suficientemente
protegido? ¿Cómo afrontarán las economías de mercado el costo de la
demografía, el ascenso de los jóvenes en los países en desarrollo y
la creciente proporción de viejos en los países industriales? Esas
cuestiones, y los temas que representan, será parte de la páginas
que siguen.
¿Cómo prosigue la trama de nuestra narrativa? Los primeros tres
capítulos explican cómo los gobiernos tomaron control de las
palancas de mando en Europa, Estados Unidos y el mundo en
desarrollo, alcanzando lo que en los años 70 parecía una posición
invencible. El capítulo 4 describe el primer gran contraataque, la
revolución Thacherita de los años 80 en Gran Bretaña. El capítulo 5
explica las fuerzas que llevaron a "cambiar de opinión" al mundo en
los años 80 y 90 sobre el corecto balance entre el gobierno y el
mercado. Los capítulos del 6 al 8 se concentran en Asia, la dinámica
de los países del sudeste asiático y las fuerzas que los
transformaron después del "milagro," los veinte años del giro del
comunismo al capitalismo en China, y los esfuerzos por desmantelar
el "Permit Raj" de la India y reorientar esa nación hacia la
economía mundial. El doloroso tránsito de América Latina de la
dependencia a la terapia de choque es el tema del capítulo 9. El
capítulo 10 explica cómo Rusia y Europa emprendieron el camino del
mercado, y el abrupto recorrido desde entonces. La lucha de Europa
por crear un mercado único y por reducir sus gobiernos –y por
afrontar la grave situación del estado del bienestar social- es el
tema del capítulo 11. El capítulo 12 estudia a los Estados Unidos en
el marco del cambio global, explorando el impacto de la austeridad
fiscal sobre un gobierno expansivo y las direcciones contrarias
seguidas en cuanto a la regulación económica y los valores sociales.
Y, finalmente el capítulo 13 especula sobre el futuro. ¿Cuáles son
los problemas económicos, políticos y sociales esenciales que se van
a confrontar en las diferentes partes del mundo? ¿Habrá algún
retroceso del mercado o los cambios ocurridos son fundamentales y
permanentes? ¿Y quién va a controlar los puestos de mando en el
próximo siglo, el gobierno o el mercado?
Esta es, pues, nuestra historia. Una narrativa sobre los
individuos, las ideas, los conflictos y los virajes que han cambiado
el rumbo de las economías y el destino de las naciones en los
últimos cincuenta años. La magnitud de la misma impone su propia
disciplina. Se pudieran escribir una multitud de volúmenes sobre los
Estados Unidos o sobre cualquiera de las otras regiones o países. En
vez de eso, aquí los presentamos como parte de algo mayor: la
turbulenta batalla sobre las palancas de mando, lo que está en
juego, sus consecuencias y las perspectivas del próximo siglo.
Pero empecemos con una conferencia de paz cuya principal
preocupación era, realmente, las fronteras políticas tradicionales.
El año era 1945. El lugar, Berlín.
…………………………………………………
(*) ¿Cómo pudo alterarse tanto el significado de esta palabra en
Estados Unidos? Durante la I Guerra Mundial, algunos de los
principales escritores progresitas comenzaron a usar la palabra
liberalismo como sustituto de progresismo, que
había quedado maltrecha por su asociación con su héroe, Teodoro
Roosevelt, que se había postulado y había perdido en la boleta de un
tercer partido, el Progresista. A los liberales tradicionales no les
gustó el ver transformado el sentido del nombre. En los años 20, The
New York Times criticaba "la expropiación de la tradicional palabra
"liberal" y pedía que "la escuela Radical-Roja de pensamiento…
devuelva la palabra "liberal" a sus dueños originales". A principio
de los años 30, Herbert Hoover y Franklin Roosevelt discutieron
quién era el verdadero liberal. Roosevelt ganó, adoptando el término
para esquivar las acusaciones de izquierdista. Podía afirmar que el
liberalismo era "simple inglés para un cambio de concepto sobre los
deberes y responsabilidades del gobierno con la vida económica". Y,
desde el New Deal, liberalismo en Estados Unidos ha quedado
identificado con la expansión del papel del gobierno en la economía.
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‘‘A book whose breadth and depth of coverage are extraordinary;
whose readability is irresistible...This may sound like an
advertisement but it is, in fact, a review. It has been a long time
since I have read a book in which intelligence and readability were
so felicitously mixed.’’
--Robert Heilbroner, Los Angeles Times Book Review
"The Commanding Heights manages [a] most impressive feat: to tell
a real-world story in multiple dimensions and to make it read like a
novel...brilliantly successful.’’
--Jeffrey E. Garten, The New York Times Book Review
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