En defensa del neoliberalismo

El problema del patriotismo

Adolfo Rivero

Al calor de las elecciones presidenciales, el tema del patriotismo está resurgiendo una y otra vez. No es por gusto. Michelle Obama dijo públicamente que había podido sentirse orgullosa de su país, por primera vez, tras la postulación de su marido. Que nadie se irrite, lo dijo. Y no es casual. Refleja la atmósfera cultural en que ha vivido la familia. El senador por Illinois siempre ha estado íntimamente asociado con estridentes antiamericanos como su pastor, Jeremiah Wright, o con su amigo, el terrorista William Ayers. Obama inclusive se ha negado a usar una banderita americana en la solapa. El incidente aislado es banal, su acumulación no lo es. Todo esto le ha ganado el jubiloso apoyo de la extrema izquierda no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero. (Ha conseguido, inclusive, ¡la entusiasta solidaridad de Hamas!) Por supuesto, también ha generado cuestionamientos sobre su patriotismo. Los izquierdistas saltan indignados y acusan a estos atrevidos de irresponsables calumniadores. Muchos conservadores se asustan y se apresuran a excusarse. En realidad, el tema es complejo.

En este caso, quizás pudiera reducirse a si la extrema izquierda puede ser patriota. Insisto, no es un tema sencillo. La extrema izquierda piensa que la sociedad americana es esencialmente injusta. La simple existencia de diferencias sociales, entre pobres y ricos, digamos, o entre hombres y mujeres o entre negros y blancos es una prueba de esa injusticia. Una sociedad justa sería una sociedad totalmente igualitaria. Uno se pregunta ¿dónde y cuándo ha existido esa sociedad justa? La respuesta es obvia: nunca y en ninguna parte. Pero muchos jamás se hacen esa pregunta. En realidad, nuestra sociedad ha sido tan extraordinariamente exitosa que ha permitido pensar que se puede conseguir el Paraíso en el mundo. No un tema banal. En Occidente, es el error intelectual básico desde la Ilustración.

Naturalmente, si uno piensa que la sociedad americana es fundamentalmente injusta, no vacilará en hacer lo que haga falta para revolucionarla. ¿Aman realmente al país los que lo hacen? Los Rosenberg, por ejemplo, convencidos de que los Estados Unidos eran una potencia imperialista y agresiva, le pasaron los secretos de la bomba atómica a Stalin y a los rusos... ¿Se consideraban patriotas los Rosenberg? Creo que sí. Sin duda, amaban la geografía del país que los vio nacer. Simplemente detestaban sus instituciones. No querían obliterar a Estados Unidos del mapa, simplemente querían hacerlo comunista. No se consideraban traidores. Algunos musulmanes fundamentalistas, de origen americano, tampoco quieren la desaparición de Estados Unidos, simplemente quieren convertirlo en una república americana islámica. Ahora bien, ¿fueron realmente patriotas los Rosenberg? Son patriotas los que aspiran a transformar radicalmente las grandes democracias modernas?

Un país no es simplemente una geografía, un paisaje. Un país es también un denso tejido de instituciones y de costumbres. En Estados Unidos esas instituciones fueron establecidas por los padres fundadores. Casi nadie discute que fueron extraordinariamente exitosas. Sin embargo, no pudieron impedir graves problemas. Los principios sobre los que se estableció la república americana, por ejemplo, eran esencialmente incompatibles con la esclavitud y el racismo. Sin embargo, complejas circunstancias históricas permitieron su existencia. Posteriormente, el Partido Demócrata, perdedor en la guerra civil, entronizó el racismo en una parte del país. Rechazar el racismo, sin embargo, no significaba rechazar los principios básicos de la nación, sino muy por el contrario reivindicarlos. El racismo había sido una brutal deformación de los principios establecidos por los padres fundadores. Era perfectamente posible amar las tradiciones de este país y luchar contra el racismo. No hacía falta ninguna revolución.

Nunca debemos olvidar que las democracias, las sociedades liberales (en el sentido clásico) siempre están bajo ataque. Y que ninguna es invulnerable. Durante todo el siglo pasado estuvieron bajo el implacable asedio de fascistas y comunistas, que constantemente subrayaban sus debilidades e insuficiencias. Hoy siguen bajo el ataque de esas mismas ideas, más o menos diluidas, junto al nuevo y violento asalto del fundamentalismo islámico. No sólo eso. El antiamericanismo une a esas ideologías tan dispares. Los ''progresistas'' de hoy hacen causa común con los dirigentes de las sociedades islámicas, donde las mujeres carecen de derechos elementales. Ahí tienen la grotesca alianza entre Chávez y Ahmadinejad.

Por cierto, ¿han sabido mis lectores de que las feministas americanas estén ayudando a las mujeres afganas o iraquíes, liberadas al precio de la sangre de nuestros soldados? Parece que no les interesa. Reconocer que Estados Unidos ha liberado a las mujeres de Afganistán y de Irak les dificultaría presentar a nuestro país como el gran opresor mundial de las mujeres. Ahora bien, en medio de una guerra sangrienta, esto ayuda, voluntaria o involuntariamente, a los fundamentalistas y a todos los enemigos de la sociedad americana. ¿Son patriotas los que lo hacen?

Patriotismo es amar la nación y querer lo mejor para ella. Pero no basta desearlo, la historia sólo considerará patriotas a los que realmente consigan fortalecer y hacer más grande al país. Lamentablemente, no hay fórmulas simples. Uno puede equivocarse, con lamentables consecuencias. Nadie puede liberarnos de nuestra grave responsabilidad individual..