En defensa del neoliberalismo

 

Los mitos del proteccionismo

 

Adolfo Rivero Caro

Entre el 16 y el 20 de este mes, Miami será sede de una reunión ministerial para resolver diferencias y seguir impulsando el establecimiento del Area del Libre Comercio de las Américas (ALCA). Miami, ciudad amable y turística, históricamente acostumbrada a complacer y agasajar a sus visitantes, va a confrontar una experiencia sumamente desagradable. Vamos a tener decenas de miles de visitantes indeseados. Y los califico de indeseados por una sencilla razón: Miami no sólo está muy interesada en el desarrollo del libre comercio y en el éxito del ALCA, sino que inclusive aspira a ser la sede de su organismo permanente. Y muchos visitantes han declarado, clara y abiertamente, que vienen para hacer fracasar la reunión y, de ser posible, enterrar el ALCA. Discutiremos más sobre este tema en una próxima columna.

La necesidad de recurrir a la intimidación, e inclusive a la violencia, no es casual. Los anarco-progresistas simplemente no tienen argumentos serios. No es una opinión, es un hecho, que las economías menos proteccionistas y más abiertas son las más prósperas. Como dijera Adam Smith, un mercado mayor permite una mayor división del trabajo, lo que, a su vez, facilita la innovación y el aprendizaje a través de la práctica. Parte de esa innovación implica tecnologías de transporte y comunicación que bajan los costos y aumentan la integración. Así que es fácil ver como la integración y la innovación pueden estimularse mutuamente.

En los países pobres, la apertura al comercio internacional es indispensable para un rápido crecimiento económico. Todos los países en desarrollo que han tenido elevados índices de crecimiento lo han hecho con políticas de liberalización del comercio y disminución del proteccionismo. La India y China son los mejores ejemplos de países que empezaron con política comercial relativamente cerradas en los años 80, pero luego consiguieron un acelerado crecimiento con la apertura de sus economías. Desde mediados de los años 50 hasta mediados de los años 70, los países industrializados crecieron rápidamente al mismo tiempo que iban desmantelando las barreras proteccionistas establecidas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Es necesario añadir, sin embargo, que el libre comercio es una condición necesaria pero no suficiente para un impetuoso desarrollo económico.

Es un solemne disparate decir que el libre comercio aumenta la pobreza del tercer mundo. Históricamente, los países que han logrado reducir la pobreza son los que han conseguido un rápido crecimiento económico. Países recientemente industrializados como Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong-Kong llevan 40 años abiertos al libre comercio y, desde hace 10 años, nadie gana en ellos menos de un dólar diario, considerado en la región como la línea de la pobreza. En general, los ingresos de los pobres crecen más o menos a la misma tasa que el producto interno bruto. Investigadores independientes como Surjit Bhalla en Nueva Delhi y Xavier Salai-i-Martin en la Universidad de Columbia han mostrado que en 1987-99 el número absoluto de pobres disminuyó en, por lo menos, 50 millones y posiblemente haya sido mucho más. La cifra de los pobres ha disminuido en 200 millones desde 1980. Esta tendencia se explica fundamentalmente por el rápido incremento de los ingresos en China y la India que juntas, en 1980, representaban alrededor de una tercera parte de la población mundial, y más del 60 por ciento de la población extremadamente pobre del planeta.

Es igualmente absurdo decir que los países pobres no deben abrir sus mercados si los países ricos mantienen altas barreras proteccionistas. Esto es la economía de la pataleta. Las barreras proteccionistas no son generales, afectan algunos renglones y otros no. Aunque siempre sea justo discutir, los países pobres deben abrir sus mercados unilateralmente porque esto aumenta el comercio y estimula el crecimiento económico. Los países que adoptan políticas comerciales concentradas en la exportación siempre consiguen aprovechar los mercados internacionales pese al proteccionismo extranjero.

ENo es más que otro mito, por cierto, que los países ricos sean más proteccionistas que los pobres. Las tarifas sobre productos industriales de los países ricos promedia 3 por ciento en comparación con 13 por ciento para los países pobres. Hasta en los sectores de textiles y ropa, las tarifas en los países en desarrollo (21 por ciento) es más del doble de la de los países ricos (8 por ciento, como promedio). Y aunque los textiles y la ropa están sujetos a cuotas de importación en los países ricos, esas restricciones quedarán totalmente desmanteladas para el 1 de enero del 2005, bajo los actuales acuerdos de la Organización Mundial del Comercio. En contra de lo que afirma la demagogia progresista, la OMC ha sido el mejor amigo de los exportadores de los países pobres. El Acuerdo General de Tarifas y Comercio (GATT) firmado en 1947 e incorporado a la OMC en 1995, sustancialmente abrió los mercados de los países ricos durante los primeros 40 años de su existencia.

Muchos ''progres'' dicen no estar en contra del comercio (¡menos mal!), sino en contra del comercio ''injusto''. Pero, en el fondo, eso no es más que proteccionismo disfrazado. ¿Cómo se va a pretender ''igualar el terreno de juego'', es decir, crear igualdad de condiciones? ¿Acaso todo el mundo no tiene que aprovechar sus ventajas naturales para comerciar? Como siempre: la búsqueda de la igualdad utópica impidiendo el progreso real.