Francisco José Folch
Comprensiblemente, la producción intelectual de los chilenos vinculados
al exilio de los años 70 y siguientes suele encuadrarse en visiones de
izquierda más o menos clásica. Mauricio Rojas, nacido en Chile en 1950,
miembro del Parlamento sueco por el Partido Liberal (FP), autor de una
docena de libros - entre otros Auge y caída del modelo sueco (1998),
Allende el Estado de bienestar, Suecia y la búsqueda de un modelo de
bienestar post-industrial (2001), Historia de la crisis argentina
(2003)- , es una rarissima avis: su análisis es netamente liberal. Pero
leerlo no se justifica sólo por tal curiosidad, sino porque su
pensamiento es de indiscutible interés: esta breve obra ha atraído la
atención de medios de prensa de primera línea mundial y le ha valido
traducciones al inglés, alemán francés e italiano. Finalmente llega
también al castellano, ampliada para incluir el problema latinoamericano.
Plantea Rojas que a comienzos de la presente década cambiaron los
temores apocalípticos. En los años 90, muchos profetizaban, a partir de
las tendencias del desarrollo de la sociedad de servicios, una crisis de
falta de trabajo. Europa se angustió y, de allí, por ejemplo, las leyes
de reducción de la jornada laboral en Francia. Sin embargo, en el
decenio actual, es más realista anticipar una falta inminente de
trabajadores. Del fantasma del desempleo masivo se ha saltado al de una
escasez inexorable de mano de obra. Así se percibe en Europa, pero en el
continente americano - norte y sur- el primer espectro aún conserva
fuerzas. En realidad, observa el autor, "nunca se han creado tantos
puestos de trabajo como durante los últimos 30 años. Nunca ha existido
un pe-ríodo de la historia de la humanidad en que un número tan vasto de
personas haya mejorado sus condiciones de vida en forma tan drástica y
en tan corto tiempo... Nunca (...) tantos seres humanos han vivido en
democracia, y han visto reconocidos y respetados sus derechos básicos".
Pese a eso, en la última década "el discurso de la desventura ha estado
dominado por dos temas: la globalización y el fin del trabajo",
supuestamente "destruidos en escala universal por un capitalismo sin
fronteras que, gracias a la moderna tecnología de la información,
explota desenfrenadamente a cientos de millones de trabajadores
asiáticos, en perjuicio tanto de sí mismos como del resto del planeta".
La solución, según los profetas apocalípticos, es "regular, controlar,
planificar, pero ahora en escala universal y no ya nacional. (...)
Cuando el fin del trabajo hace que una parte cada vez menor de la
población tenga acceso a éste, se hace necesario encontrar una forma
política de distribución de la riqueza, (...) no directamente
relacionada con el aporte productivo de las personas". Así, sostienen,
urge "construir un nuevo orden mundial, que ponga freno a un capitalismo
desbocado y crecientemente asocial". La finalidad del discurso
apocalíptico es "llevar a un auditorio cada vez más aterrado a aborrecer
ese sistema de libertad económica que nos ha dado aquel bienestar único
que ha caracterizado la época moderna, y lanzarse a nuevos - y, después
de la caída vergonzosa del socialismo real, cada vez más nebulosos-
experimentos sociales". El éxito arrollador del L'horreur économique
(1996), de la suma profetisa del cataclismo holocáustico, Vivianne
Forrester, movió a Rojas a estudiar hasta qué punto existía alguna base
que diera plausibilidad a semejantes afirmaciones, "que estaban creando
un caldo de cultivo propicio para el surgimiento de concepciones
políticas aberrantes, (...) ideas xenófobas profundamente agresivas (y)
al envenenamiento nacionalista y proteccionista de las relaciones
internacionales".
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