En defensa del neoliberalismo

 

La memoria selectiva

 

Adolfo Rivero Caro

Hace pocos días, se celebró el aniversario 60 de la derrota del nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial. El presidente Bush fue a Moscú para participar en la celebración. El evento tuvo una particular significación porque puso de manifiesto que el siglo XXI todavía no ha podido superar una de las herencias más funestas del siglo anterior. En efecto, el nazifascismo y el comunismo fueron los ataques más peligrosos que tuvo que afrontar la civilización occidental en el siglo XX. El nazifascismo no sólo fue aplastado en el terreno militar, sino también cultural y políticamente. En Alemania y el resto de Europa hubo un proceso de desnazificación. ''Fascista'' se convirtió en una mala palabra, un insulto. Con el comunismo, sin embargo, no ha sido así.

Las ideas marxistas de la lucha de clases, levemente recicladas, dominan en las universidades occidentales y en los medios de comunicación. Y el insulto es ser adversario de estas ideas, no simpatizante de las mismas. Insulto es ser ''macarthysta'', no comunista. A nadie le extraña que Hugo Chávez se proclame admirador de un viejo dictador comunista como Fidel Castro y esté dedicado a extender la trágica experiencia cubana por toda América Latina.

¿Por qué ha sido así? Hitler fue un genocida, pero Stalin lo dejó muy pequeño. La hambruna en Ucrania de 1930 a 1933, organizada y dirigida por Stalin para aplastar la resistencia a la colectivización de la agricultura, ocasionó 20 millones de muertes. En 1935, Stalin organizó el asesinato de Sergio Kirov, creando así el pretexto para el inicio de el gran terror. Una de sus primeras embestidas fue contra la dirección del Ejército Rojo. En 1936 y 1937, la purga de las fuerzas armadas condujo a la ejecución de tres mariscales de cinco (los otros dos fueron eliminados en 1938), de 13 generales del ejército de 15; de 8 almirantes de 9; de 50 generales de cuerpo del ejército de 57; de 150 generales de división de 186. Entre mayo de 1937 y septiembre de 1938, fueron detenidos o expulsados del ejército más de 32,000 oficiales de las fuerzas armadas. Nadie sabe cuántos fueron ejecutados. ¿No es obvio que esta purga tendría efectos devastadores sobre la efectividad del Ejército Rojo cuando Hitler invadió la Unión Soviética (Operación Barbarroja) en junio de 1941? No es por gusto que los nazis llegaron a las mismas puertas de Moscú. Cuando se habla de los 27 millones de soviéticos que murieron en la lucha contra los nazis, no se puede ignorar que gran parte de esas muertes son responsabilidad directa de Stalin. Stalin se volvió contra Hitler cuando éste invadió la URSS. La lucha contra los nazis no surgió de ninguna posición de principios, sino de una simple cuestión de supervivencia. Bush rindió homenaje al enorme sacrificio del pueblo ruso en la guerra, pero en su discurso de Riga, en presencia de los presidentes de Letonia, Estonia y Lituania, también señaló que, en el este de Europa, la derrota del nazifascismo había significado la entronización de sangrientas dictaduras comunistas que se prolongaron durante casi medio siglo. Rusia ha rehusado confrontar su pasado, pero es imposible soslayar una realidad tan terrible.

De esta renuencia a confrontar el pasado dificulta la construcción de un futuro democrático. Es justo ser benévolo con los individuos que permitieron un tránsito pacífico hacia la democracia. Es inexcusable no haber aplastado al comunismo cultural y políticamente. El vientre que parió esa serpiente sigue estando fértil.