Marcos Aguinis:
El atroz encanto de ser argentinos II
por Raquel San Martin
"Las instituciones son objeto de una permanente agresión"
Según Marcos Aguinis, el país no aprendió las lecciones de la crisis de
2001
Confundimos recuperación coyuntural con verdadero
crecimiento. Tenemos una memoria débil y una tendencia a la negación. Nos
fascina el ejercicio autoritario del poder. Pero, al mismo tiempo, nos
organizamos para la solidaridad y el reclamo, y sorprendemos en el
exterior con nuestro talento. Con esta mezcla de desencanto y esperanza,
Marcos Aguinis dibuja un retrato del país en El atroz encanto de ser
argentinos 2 (Planeta), la continuación de su exitoso ensayo publicado en
2001, que agotó 150.000 ejemplares.
En su nueva obra, Aguinis retoma el tono crítico y de
denuncia, que eleva a la indignación y hace descender a la complicidad con
el lector a través de sus páginas, en las que recorre la situación
institucional, política, económica, educativa y hasta el estado de ánimo
argentino.
En diálogo con LA NACION, el novelista y ensayista, que
volvió al país en diciembre último, tras quince meses en los Estados
Unidos, hace un pronóstico que alarma: "Si no hay una toma de conciencia
sobre la necesidad de consolidar las instituciones, en un plazo de no más
de 20 meses la Argentina va a empezar a tener signos parecidos a los de la
crisis de 2001".
Como en su libro, también en el diálogo la dirigencia
política es su blanco preferido. Así, afirma que las instituciones "son
objeto de una permanente agresión" y critica "el clima de amenaza contra
la disidencia", pero resalta al mismo tiempo "un área de la Argentina que
sigue siendo moral y culturalmente sana, que no se deja arrastrar". Y pone
allí sus esperanzas.
-Afirma en su libro que no aprendimos la lección de
2001. ¿Por qué?
-Luego de haber tocado fondo y atravesado la peor crisis
de la que tengamos memoria, la Argentina empezó a recuperarse y se dieron
circunstancias nacionales e internacionales beneficiosas para el país. La
sensación que me aflige es que estamos perdiendo esa oportunidad. En aquel
momento se tuvo conciencia de que nuestras instituciones estaban muy
débiles y eran incapaces de contener al país y permitirle superar esa
situación. En este momento nuestras instituciones están más débiles
todavía y son objeto de una permanente agresión, descalificación y
abaratamiento.
-También dice que recuperación no es crecimiento.
-Los argentinos confundimos mucho esta recuperación, que
se ha dado por circunstancias accidentales, con un auténtico crecimiento.
Crecer significa una masiva inversión, que en la Argentina no se da. El
fenómeno de la construcción está dado por el dinero que los argentinos no
se animan a depositar en los bancos y ponen en ladrillos porque les parece
más seguro. Pero esto no es una inversión a largo plazo, porque no es una
inversión en infraestructura que genere un crecimiento sostenido.
-¿Nota una creciente desconfianza en las instituciones?
-Sí. Tenemos un Congreso que se ha convertido en una
"casita vacía", porque le han quitado una gran cantidad de atribuciones y
los legisladores se entretienen con temas secundarios. Y una Justicia que
es una "casita ocupada" porque está dominada por el Poder Ejecutivo y no
tiene la independencia que el país necesitaría. Todo ello genera una
desconfianza interna y externa que en un no muy largo plazo nos puede
volver a provocar una seria crisis.
-¿Un nuevo 2001?
-Creo que si no hay una toma de conciencia muy seria y muy
firme de que en la Argentina hace falta consolidar las instituciones y
darles una seguridad jurídica, en un plazo no más largo de 20 meses la
Argentina va a empezar a tener signos muy graves parecidos a los de 2001,
en el sentido de que la inflación va a continuar creciendo porque no hay
inversión genuina. Y hay otros elementos entristecedores. Desde que yo era
joven recuerdo que la Argentina competía con Brasil por el liderazgo en
América latina. Hoy ya no sólo no competimos con Brasil, sino que
parecemos un apéndice de Venezuela. Eso es muy descorazonante.
-¿Cómo se imaginó al lector al que permanentemente se
dirige en el texto?
-En este ensayo me he permitido establecer un contacto muy
íntimo y confesional en el lector. Con el lector discuto, pienso, sufro,
me río. Pienso que me va siguiendo, va sintiendo lo mismo que yo. Me lo
imagino escribiendo conmigo y discutiendo. Y en ese diálogo trato de
hacerle presentes dos elementos muy poderosos en la mentalidad argentina:
la débil memoria y la tendencia a la negación. Por eso nos cuesta
aprender. Y al no aprender estamos condenados a volver a los mismos
errores.
-¿Qué responsabilidad le atribuye a la ciudadanía?
-La considero cómplice de nuestra decadencia. La
ciudadanía salió con las cacerolas cuando se le afectó el bolsillo. Pero
no lo hizo cuando el Congreso entregó poderes extraordinarios al jefe de
Gabinete. Esto revela una falta de conciencia cívica.
-¿Por qué cree que el presidente Kirchner tiene un
nivel de popularidad alto?
-Hay dos factores. Uno es la fascinación que tenemos los
argentinos por el tyranno , que es el hombre de la mano fuerte, el matón,
el que grita, el que amenaza, el que asusta. El otro es que en la sociedad
argentina se está dando una recuperación, y el dinero que aportan los
turistas, la soja y la construcción ha tranquilizado las conciencias. Pero
esta popularidad puede caer fácilmente porque los argentinos hemos
demostrado ser muy poco estables en materia emocional.
-Desde 2001 hasta ahora hay una participación activa y
diferente de la gente con sus reclamos. ¿Esto no puede ser visto como
positivo?
-Creo que es un avance, que habla de una mayor
participación. Existen millares de ONG que abarcan todo el espectro
social. La Argentina anda bien en aquello donde el Gobierno no se mete.
Donde se mete, las cosas empeoran.
-¿Cómo ve la campaña electoral hasta ahora?
-La veo sucia, con un enorme desequilibrio entre el
poderío económico del oficialismo y la pobreza de la oposición. Me
desagrada mucho el clima de amenaza que hay contra la disidencia. Por
ejemplo, el hecho de que a ciertas empresas se las haya amonestado por dar
ayuda a sectores de la oposición. Eso habla de que nuestra democracia es
débil. Creo que esto puede convertirse en un boomerang: la sociedad puede
comenzar a sentirse molesta, a indignarse. Al Presidente se lo escucha
decir que no le tiene miedo a nada. Yo no sé si es cierto, pero lo que sí
puedo decir es que él nos mete miedo a nosotros. Los argentinos tenemos
miedo a las represalias, a que la SIDE y la AFIP se usen para apretar a la
disidencia, a las amenazas y agresiones contra quienes se oponen al
oficialismo.
-En el libro rescata un lugar para el optimismo. ¿En
qué lo ve?
-Hay una actividad positiva en la sociedad. La sociedad
argentina tiene recursos humanos tan abundantes que, a pesar de toda la
decadencia, todavía tenemos un buen nivel cultural, nos desempeñamos de
manera brillante en el exterior. Hay un área de la Argentina que sigue
siendo moral y culturalmente sana, que no se deja arrastrar. Lo que ocurre
es que en las elecciones hay un caudal muy grande de voto cautivo. Este es
un factor que mantiene a la Argentina trabada. Tenemos dentro del país
suficientes cabezas para organizar políticas de Estado en todas las áreas,
pero no son convocadas. La sociedad se siente usada y descalificada y no
tiene ganas, pero si surgiese una decisión política clara de pensar en el
futuro, tenemos los recursos para que la Argentina pegue un salto
formidable.
Fuente:
Diario La Nacion