En defensa del neoliberalismo

 

Lula: una nueva época

 

Adolfo Rivero Caro

Desde el pasado domingo, los lectores de esta columna están viviendo en un mundo nuevo, y peor.

El poder ejecutivo en Brasil, el gigante latinoamericano, ha caído en manos de íntimos amigos de Fidel Castro, Abimael Guzmán, el Mono Jojoy y Hugo Chávez. No hay terrorista ni subversivo latinoamericano que no lleve días de jolgorio y parranda. Muchos amigos insisten en que esto no es cierto. Creen que Lula se separó del Foro del Sao Paulo por genuinas discrepancias y no, simplemente, porque no lo ayudaba a proyectar una imagen ''moderada'' que le permitiera conseguir el poder. Creen que el Foro Social es algo radicalmente diferente al Foro de Sao Paulo, qué poca memoria. Como si no hubiera sido el Partido Comunista de la Unión Soviética el que hubiera creado el Consejo Mundial de la Paz. Piensan que los intereses alrededor de Lula serán capaces de controlarlo. Son personas razonables y creen que todo el mundo es como ellos. La esperanza es ciega.

¿Qué quieren? ¿Que Lula sea sincero? No hubiera llegado a presidente. Un conocido analista político con inesperada vocación de humorista especulaba sobre la posibilidad de un eje México, Chile, Brasil para extender el libre comercio por el hemisferio en alianza con Estados Unidos. Jorge Castañeda, el inefable canciller mexicano, valoraba con simpatía esta onírica posibilidad. A mí me parece más probable que Fidel Castro, Juan Pablo II y Saddam Hussein emprendan una campaña conjunta por la liberación de los presos políticos. Y más serio que el senador Henry Hyde advierta sobre la posibilidad de un eje del mal en América Latina formado por Cuba, Venezuela y Brasil. Es para eso para lo que tenemos que prepararnos.

Nuestra prensa ''liberal'' no ha podido ocultar su júbilo. Al que exprese contrariedad y disgusto se le recuerda el necesario respeto democrático a la voluntad popular. Se le explica que las posiciones que Lula ha mantenido toda su vida no reflejan sus verdaderas intenciones. A la hora de gobernar, una vasta constelación de factores, que incluyen la conjunción de Saturno con Escorpión y el tránsito de Piscis por Géminis, lo obligarán a ejercer una presidencia sosegada, constructiva y prudente. Menos mal.

Es curioso, sin embargo, que estas voces equilibradas y serenas reaccionaran con tanta pasión, cólera y desmayo cuando Le Pen obtuvo una fuerte votación en la primera vuelta de las elecciones francesas. O cuando los austriacos decidieron elegir a Kart Waldhein o a Jorg Haider. Entonces nadie se explicaba el comportamiento del electorado francés o austriaco. Nadie sugería que, en realidad, ninguno de esos derechistas quería limitar la inmigración. Nadie afirmaba que, una vez en el poder, se verían obligados a gobernar al centro, con una compasión que hasta entonces habían mantenido astutamente oculta. Tampoco ha habido mucha comprensión con Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano, tan acremente censurado por atreverse a decir que la civilización occidental era superior a la musulmana. Pero, ya lo sabemos, los estándares para la derecha y la izquierda son muy diferentes. La Gestapo era malvada y sádica, la KGB era represiva e intrusa.

Desde ahora en adelante, Lula va a tener dos discursos. Uno, el de las declaraciones oficiales, será analgésico y sedante. Pero, cuando se le pase el susto del triunfo, va a tener otro para las masas, y ése va a ser bravucón y ultranacionalista. Lo que significa, por supuesto, radicalmente antiamericano. Le escucharemos decir que Brasil es grande, poderoso, y no tiene por qué plegarse ante Estados Unidos. Eso, sobre todo, va a ser su línea con las fuerzas armadas. ¿Por qué Estados Unidos e Israel van a tener armas atómicas y Brasil no?, lo oiremos tronar. Será sobre la base de ese discurso nacionalista que va a tratar de crearse una base dentro del ejército. Y no sería extraño que la consiguiera. Ese discurso va a tener simpatizantes entre los militares de la extrema izquierda y la extrema derecha. ¿Lucha contra el terrorismo? Sí, por supuesto. Pero Brasil va a tener su propia definición de terrorismo. Atacar a Irak, por ejemplo. ¿La guerra civil en Colombia? En ese caso, la violencia no resuelva nada. Es necesario buscar una salida negociada. (El verdadero enemigo son los paramilitares...) ¿Cuba? El país ha sufrido mucho por el bloqueo comercial americano. (La miseria no es producto del comunismo, sino del embargo.) ¿No es hora de incorporar a Cuba al sistema interamericano, a la OEA? Y, por supuesto, hay que defender a los musulmanes en Estados Unidos, víctimas de un muevo macartismo. Brasil va a tener muchas nuevas causas.

Lula, por supuesto, no tiene las manos libres. No es un Fidel Castro en 1959 y ni siquiera tiene la popularidad que tuvo Chávez 40 años después. Pero puede hacer mucho daño, y lo va a hacer. De un día para otro, Estados Unidos no tiene retaguardia en el hemisferio. En la OEA, en Naciones Unidas, en todos los foros internacionales, América Latina es ahora oficialmente antiamericana.

Esto le da una importancia particular a las elecciones de medio período en Estados Unidos. ¿Se fortalecerán los defensores de la libertad? ¿O los apaciguadores? ¿Podrá contar el Presidente con el apoyo del Congreso para impulsar el libre comercio en América Latina o lo tendrá opuesto al mismo, como exige el movimiento sindical controlado por los demócratas? Lo veremos la semana que viene. Pero tenemos que estar conscientes de que estamos en una nueva época, y de que es mucho lo que hay en juego.