En defensa del neoliberalismo

 

La invasión de los provocadores

 

Adolfo Rivero Caro

Como saben nuestros lectores, el próximo lunes va a empezar en Miami una importante reunión de ministros de todo el hemisferio para tratar de hacer avanzar el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Las ventajas del libre comercio son tantas que ningún economista serio las cuestiona. Ningún partido mexicano discute el éxito de NAFTA. Chile se ha incorporado recientemente y es probable que Colombia y América Central lo consigan dentro de poco.

Con todo, sería ingenuo pensar que el libre comercio no plantea difíciles problemas económicos y políticos. Cuando unas empresas tienen que competir con otras en igualdad de condiciones, las menos competitivas fracasan. Los consumidores, por supuesto, siempre ganan. Pero hay un costo. No es de extrañar que las empresas condenadas y sus trabajadores, obligados a un difícil y angustioso reciclaje, se opongan con todas sus fuerzas a ese destino. Hoy ya nadie recuerda los sufrimientos de los dueños de establos, herreros, fabricantes de coches, monturas, estribos, espuelas, látigos que perdieron su razón de ser y desaparecieron en pocos años cuando el automóvil empezó a popularizarse a principios del siglo XX. Sin embargo, durante toda la historia anterior el transporte había dependido del caballo. Era una de las industrias más viejas del mundo, en la que trabajaban miles de orgullosos artesanos. La industria del automóvil, por supuesto, iba a crear inimaginables oportunidades de trabajo. Pero eso no fue consuelo para los que perdieron el suyo.

Las empresas amenazadas por el libre comercio les exigen protección a sus gobiernos. Y, en los países democráticos, los gobiernos dependen de sus electores. El presidente Bush, por ejemplo, es un partidario del libre comercio. Al eliminar barreras proteccionistas, obligaría a hacer más eficientes a los productores americanos y, sobre todo, ayudaría extraordinariamente al resto del mundo y, en particular, al mundo subdesarrollado. Pero, para hacerlo tendría que chocar con poderosos grupos de intereses nacionales. Y un ejemplo de esos choques lo vamos a presenciar en Miami. ¿Se atreverá Bush a cancelar los aranceles que protegen el acero norteamericano y a sus obreros siderúrgicos? ¿Y qué decir de los enormes subsidios agrícolas? Yo sé que la eliminación de las barreras proteccionistas impulsa el progreso de todos, particularmente de los países menos desarrollados. Pero yo no tengo ninguna elección por delante.

Los opositores al ALCA que vienen a Miami se dividen en dos grupos. Uno está integrado por las grandes confederaciones sindicales de Estados Unidos, la AFL-CIO, de filiación política demócrata y que, lamentablemente, vienen a ejercer su derecho a la libertad de expresión en defensa de un proteccionismo que pesa como una losa de plomo sobre el mundo subdesarrollado. Su presencia ayudará a los agitadores antiglobalización con los que tienen obvias afinidades ideológicas. Estos últimos, verdaderas tropas de asalto, agreden con exasperada violencia, las grandes reuniones sobre libre comercio que se celebran por todo el mundo. Son grupos que tienen misteriosos recursos económicos que les permiten venir de todas partes del planeta. Nosotros los cubanos, que pasamos tanto trabajo para mandar unos pocos delegados a Ginebra, nos preguntamos: ¿de dónde sacarán el dinero?

Por cierto ¡qué casualidad! hace un par de semanas se clausuró en La Habana la Asamblea General del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), una organización que agrupa a investigadores marxistas de la región y que llevó unos 300 delegados de una treintena de países. Como era de esperar, el anciano traidor de Noam Chomsky estaba en la reunión. Susan Sontag, que tanto se alegró con el 11 de septiembre, lamentó no poder ir. Es curioso que jugaran un papel particularmente destacado el líder cocalero Evo Morales, de Bolivia, y la indígena Blanca Chancoso, de Ecuador. Uno se pregunta qué títulos justificaban su presencia en esta reunión de académicos. Supongo que los recibidos por la misma imaginaria universidad que le dio un doctorado en lengua y literatura griegas a Hugo Chávez y una licenciatura en física atómica a Felipe Pérez Roque. ¡Evo Morales instruyendo a los académicos! ¿Qué nos queda por ver? ¿A Janet Reno entre las finalistas de Miss America?

Es obvio que la reunión no tenía nada que ver con las ciencias sociales y todo con la preparación de una gran ofensiva revolucionaria. Evo Morales dijo: ''Estoy convencido de que... muy pronto podremos festejar que Latinoamérica sea otro Vietnam para Estados Unidos''. Fidel Castro, sin embargo, subrayó la importancia de utilizar diversos métodos para promover la desestabilización social, indispensable para la ulterior toma del poder. En este sentido, Castro y el movimiento revolucionario tienen priorizada la lucha contra el ALCA. Y una gran reunión, precisamente sobre el ALCA, va a celebrarse en Miami. Nada más atractivo que llevar la lucha al terreno mismo del enemigo. Pero en este caso no sólo se trata de Estados Unidos, sino de Miami, la ciudad que Fidel Castro más odia en el mundo. No, no le van a faltar recursos a los agitadores para venir a provocar desórdenes y violencias en Miami.

Alos agitadores, que no tienen prestigio institucional ni legalidad que proteger, les encanta volcar carros, romper vidrieras y provocar peligrosas batallas campales con la policía. El principal objetivo de estas confrontaciones es conseguir algunos heridos que les permitan hacer declaraciones sobre el ''salvajismo'' policial e inflamar aún más las pasiones. Todo con la esperanza de que los ministros y economistas de la reunión tengan que aceptar que la oposición ''popular'' al ALCA es muy fuerte.

Que tengan cuidado estos provocadores. Miami no es una ciudad de cuáqueros. Aquí viven miles de personas cuyos seres queridos fueron fusilados o encarcelados por Fidel Castro, y por ese Che Guevara que ellos despliegan en sus pulóveres. Y hay miles de sobrevivientes de sus prisiones. Aquí no hay simpatía por estos rufianes. Y si ellos saben de violencia, que no se imaginen que aquí nadie se va a asustar. Ni que nadie va a poner la otra mejilla. Manny Díaz y el combativo administrador de la ciudad, Joe Arriola, no sólo cuentan con la policía, sino con algo mucho más importante: el respaldo masivo del pueblo de Miami. Un pueblo que, para decirlo en cubano, les tiene tremendas ganas a esos descerebrados peones de la subversión internacional. Cuidado y pórtense bien, que aquí los únicos que tienen que tener miedo son ustedes.