Una historia económica del Siglo XX
Jude Wanniski
Traducción: Adolfo Rivero
Primero, una rápida revisión del siglo XIX, que fue
el siglo de Gran Bretaña, Los ingleses derrotaron a Napoleón en
1815, volvieron al patrón oro en 1819 y a la paridad de pre-guerra
y, estimulados por un movimiento populista, empezaron a rebajar sus
tasas de impuestos de tiempo de guerra. Aunque estuvieron rebajando
las tasas casi todos los años hasta 1875, su colosal deuda de guerra
de 1815, de 800 millones de libras, había disminuido a 600 millones
víspera de la I Guerra Mundial. Restauraron el impuesto a los
ingresos (no progresivo) en 1846 pero a un nivel muy bajo y, en
realidad, sólo para tratar de compensar las esperadas pérdidas de
ingresos producto de la eliminación de las tarifas a los granos (las
Corn Laws). Eliminación necesaria para permitir las masivas
importaciones de granos norteamericanos que permitieran afrontar la
hambruna irlandesa de 1846-47. Con una moneda tan buena como el oro,
las tasas de interés bajaron de 6.5% cuando Waterloo a menos de 3%
en 1900. Un historiador moderno nos cuenta que "Entre 1815 y 1875,
Gran Bretaña se iba a convertir en la fábrica mundial, el banquero
mundial y el comerciante mundial''. El resto de Europa rebajó sus
tarifas proteccionistas siguiendo el ejemplo de Londres. Como señalé
en mi libro, The Way the World Works, pag. 177:
"Con el crecimiento del pastel mundial, la
prosperidad se alimentaba a si misma porque las presiones
proteccionistas en cada nación iban cediendo, permitiendo una
disminución mundial en las tarifas. Francia empezó a bajar sus
desmesuradas tasas proteccionistas en los 1840. En Prusia, 17
estados fragmentados se unieron en una unión aduanera (Zollverein)
en 1833, creando un libre comercio entre esos estados alemanes…
Italia y Rusia también moderaron sus tasas hasta mediados de siglo.
En 1875, Gran Bretaña, el líder de todos los partidarios del libre
comercio, sólo tenía 12 ítems en su lista de mercancías con tarifas
aduaneras. La constante expansión del comercio mundial significó una
disminución de las quejas nacionales internas sobre la "exportación
de empleos," disminuyendo, por consiguiente, las tensiones externas.
Con la excepción de una guerritas menores en Crimea y la Guerra
Civil en Estados Unidos (que, a su vez, tuvo profundas raíces en el
conflicto sobre política aduanera entre el Norte industrial y el Sur
agrario) el mundo estuvo en paz hasta fines de siglo. En el sentido
vital del término fue la Pax Britannica.
La enorme expansión empezó a perder impulso en 1875
cuando el clima se volvió contra Europa y no había una teoría
económica sobre cómo afrontarlo. La cosecha en Francia fue un
desastre y el gobierno subió las tarifas. Alemania, que
se había convertido en una fervorosa partidaria del libre comercio
vía su experiencia del Zollverein, había eliminado las tarifas en el
97% de sus importaciones para 1877. En ese año se produjo la primera
de tres terribles cosechas en Gran Bretaña. Para poder importar más
alimentos, Gran Bretaña tuvo que exportar más bienes manufacturados.
Los industriales alemanes se quejaron de este "dumping" y subieron
las tarifas. Los industriales rusos se quejaron de que no podían
competir con los alemanes y en 1893 subieron sus tarifas. Alemania
respondió subiendo las suyas contra las mercancías rusas y Rusia
reaccionó duplicando sus tasas contra las mercancías
alemanas. Al mismo tiempo, Italia, frustrada por las tarifas
proteccionistas francesas, decretó un aumento de las tarifas que no
bajó hasta tiempos de Mussolini.
Estos conflictos económicos fueron las causas
fundamentales de la I Guerra Mundial, puesto que la economía es
invariablemente la fuente de la guerra y de los
conflictos civiles. Es por esta razón que yo soy un determinista
económico a la Karl Marx. La idea de que la cultura o la religión
sean fuentes más importantes de conflicto simplemente me parece muy
poco probable Basta considerar la matanza de cristianos a manos de
cristianos en los últimos dos mil años. Si sólo hubiera budistas
chinos en el planeta, entonces sería la historia de budistas chinos
matándose mutuamente y, por supuesto, esa historia existe realmente.
Las calorías son lo fundamental porque sin calorías
para comer o calentarse, la vida se extingue en el margen. La
cultura se adapta a las calorías, como lo demuestra la variable
tolerancia de la civilización al aborto.
Una lectura de la historia de los eventos que
llevaron a la I Guerra Mundial de Nial Fergurson, The Pity
of War, demuestra que la reacción automática de un estado nación
tras otro cuando se siente una contracción de calorías en el
horizonte, es el aumento de la preparación militar. Que
triste pero es una realidad, y muy lógica por cierto. Una serie de
malas cosechas en Europa y los nacionalistas económicos supusieron,
de manera lógica y natural, que tendría que haber una guerra a la
vuelta de la esquina, así que lo mejor era prepararse de la mejor
manera posible para la misma. Los gastos de defensa para los
ejércitos y marinas tenían la adicional ventaja de ocupar a los
jóvenes desempleados - que, de otra forma, pudieran volverse hacia
la delincuencia. Los monarcas de Europa eran esencialmente
impotentes para detener las fuerzas que estaban presionando hacia la
guerra. Ahí está el complejo militar-industrial de cada país,
funcionando sobre la base de que suceda lo peor, y luego un círculo
vicioso de aumento de impuestos, menos crecimiento, contracción de
calorías. Un archiduque asesinado en Sarajevo fue, simplemente, el
fósforo que encendió la guerra. Estados Unidos hubiera podido
taparse los ojos a la guerra en Europa, excepto que la historia no
funciona así. Estados Unidos estaba destinado a quedar fuera del
conflicto de las calorías del resto del mundo durante sus primeros
130 años, pero en 1917 estábamos lo suficientemente maduros como
para empezar a afirmar una especie de adolescente liderazgo mundial.
Mi tesis en TWWW es que la marcha de la civilización ha sido en
busca de sistemas políticos capaces de producir una mejor dirección.
La monarquía era superior a los señores de la guerra, el
imperialismo fue útil hasta cierto punto, la monarquía parlamentaria
hizo avanzar considerablemente los sistemas políticos pero la I
Guerra Mundial demostró que tenía que haber una mejor forma de
afrontar los incipientes conflictos globales. Los parlamentos
resultaron no ser tan "democráticos", demasiado listos a aprobar la
guerra si el monarca se quedaba sin soluciones diplomáticas más
creadoras. Las testas coronadas de 1914 no tenían mejor opción que
ordenar que millones de jóvenes sirvieran como carne de cañón. La
fuerza militar les encontraría las respuestas que no tenían.
Nosotros pudiéramos habernos quedado fácilmente fuera
de la I GM pero creo que la historia había decidido que realmente
teníamos que entrar en la misma si íbamos a ocupar un puesto de
liderazgo mundial. Si podemos apreciar donde estamos hoy, el Rey sin
Corona del planeta, tenemos que ver que tenía que haber un momento
donde aumentábamos nuestra disposición a afrontar responsabilidades
internacionales. La consecuencia política fue la eliminación de la
monarquía como una forma eficiente de gobierno. El balance del siglo
implicó una competencia de diferentes formas de democracia, que en
su sentido más amplio significa un proceso mediante el cual
cualquier ciudadano puede ser seleccionado del fondo común para
gobernar. En la segunda guerra mundial, nuestra forma de capitalismo
democrático se sumó a la "democracia colectiva" de la Unión
Soviética para derrotar al "capitalismo de estado" con su confianza
en un hombre fuerte, un dictador. Cuando el sangriento conflicto
terminó en 1945, la historia se preparó para el enfrentamiento entre
el capitalismo democrático y la forma soviética de colectivismo.
Entretejido con las últimas ocho décadas del siglo
hay una serie de experimentos en política económica que las grandes
potencias ensayaron mientras luchaban por satisfacer las demandas de
las finanzas públicas en una época de guerra casi perpetua. Cuando
el siglo empezó, las tarifas y los impuestos sobre el consumo eran
las formas fundamentales de impuestos en todas partes. Más bien que
competir en las guerras de tarifas continentales que llevaron a la I
GM, Gran Bretaña introdujo el primer impuesto
progresivo a los ingresos en 1902, y las otras
potencias siguieron el mismo camino en lo que las demandas de la
preparación militar abrumaban los ingresos de
tarifas que habían pasado el punto de los rendimientos decrecientes.
La 16 Enmienda que permite el impuesto a los ingresos
fue aprobada en Estados Unidos en el gobierno republicano de William
Howard Taft, semanas antes de la inauguración del demócrata Woodrow
Wilson en 1913. El primer impuesto tenía una tasa superior marginal
de 7% que se aplicaba a los ingresos anuales que serían el
equivalente actual de unos $20 millones; la tasa inferior de 1% se
aplicaba al equivalente actual de unos $40,000. El impuesto trajo
consigo la recesión económica de 1913-14, que terminó cuando empezó
la guerra en Europa y los pedidos de mercancías empezaron a venir
del otro lado del Atlántico. Cuando EU entró en la guerra en 1917,
Wilson empujó la tasa del impuesto a los ingresos a 75% con las
ganancias al capital gravadas como ingreso ordinario. Los
republicanos ganaron en una avalancha en 1920 con la promesa de
bajas las tasas de impuestos y restaurar las tarifas que Wilson
había alterado en 1913. Las otras potencias dejaron sus tasas de
impuestos a los elevados niveles de tiempo de guerra en lo que
trataban de afrontar el problema de la deuda de la guerra. Los
Rugientes Veinte produjeron una fenomenal expansión económica,
fundamentalmente en Estados Unidos.
La Ley de la Reserva Federal, que también había sido
aprobada en 1913, garantizaba un dólar elástico que
pudiera estirarse y contraerse en pequeña medida, siempre que el
dólar permaneciera tan bueno como el oro a $20.67 la onza. Casi
todos los demás economistas rastrean algunas o todas las
declinaciones económicas del siglo a errores monetarios del banco
central. Yo no lo hago así. Para mí, el papel más importante de la
moneda es como unidad de contabilidad,
y no como un medio de cambio o almacén de valor. Mientras el
gobierno de EU mantuviera su compromiso con el oro a un
precio fijo - $20.67 hasta 1934, luego $35 por onza hasta
1971 - los errores en política monetaria eran necesariamente
pequeños. Si el Fed trataba de meter mas dólares en el sistema
bancario de lo que el sistema requería, el excedente sacaría oro de
las reservas de oro del Tesoro. Esa automaticidad
estaba implícita en el patrón oro.
En mi opinión, el momento de giro del siglo XX fue el
Crash de Wall Street de octubre de 1929. En su época, el fenómeno no
fue comprendido por los economistas como directamente relacionado
con la Ley de Tarifas Smoot-Hawley que el presidente Hoover firmó en
ley en junio de 1930. No satisfechos con haber restaurado las
tarifas a los niveles de 1913, que había sido anticipado por los
mercados, los republicanos las subieron a niveles que sorprendieron
los mercados y que, al margen, bloquearon el comercio mundial que
estaba en proceso. Los inventarios hechos para las ventas en el
exterior se acumularon a ambos lados de la alta pared de tarifas.
Debido a que Estados Unidos se había convertido en una nación
acreedora, ahora nuestros deudores no podían ganar del comercio los
intereses y el principal sobre sus deudas o sus inversiones en
acciones en el exterior. No fue hasta 1977 que se estableció la
relación Crash/tarifas, como lo hice en el proceso de investigación
de mi libro. Los detalles están expuestos en capítulo VII.
Al no saber por qué se había hundido el mercado, los
dirigentes políticos del mundo fueron inducidos
a varias conclusiones falsas. En Moscú, Stalin supuso que la burbuja
capitalista había estallado como Marx había previsto. En Alemania,
donde la economía ya estaba paralizada por las exacciones punitivas
del Tratado de Versalles, la idea fascista echó raíces. Sobre todo,
porque de todas las potencias, Italia bajo Mussolini parecía ser la
única capaz de prosperar; con un "hombre fuerte" capaz de dirigir la
economía donde "el mercado había fracasado".
Tokio llegó a una conclusión ligeramente diferente, viendo la Smoot-Hawley
no en términos del Crash del 29 sino en sus efectos directos de
cerrar el mercado norteamericano a las exportaciones japonesas.
Amenazado de esta manera, Japón se embarcó en una estrategia
asiática, esperando hallar seguridad dentro de una "Esfera de Co-Prosperidad
Asiática." Los intereses imperialistas británicos, que no apreciaban
la interferencia japonesa en su hegemonía, persuadieron a Washington
a acorralar a los japoneses. Cuando Franklin D.Roosevelt decretó un
embargo petrolero en Japón, totalmente dependiente de sus
importaciones de combustible, en la práctica le había declarado la
guerra. Cuando el status quo se volvió inaceptable, a
Tokio no le pareció tener otra alternativa que Pearl Harbor.
Es probable que la ley de tarifas de Hoover no
hubiera llevado a la II Guerra Mundial si no hubiera estado seguida
por una serie de otros errores económicos. Cuando los ingresos
federales bajaron debido a la recesión, los banqueros de Nueva York
persuadieron a Hoover de que sólo se podía restaurar la confianza
equilibrando el presupuesto - mediante tasas de impuestos más altas.
En lo que un excedente de liquidez de dólares acompañaba el
debilitamiento de la economía, en 1931 el Fed tuvo que elevar la
tasa de descuento de 1.5 a 3.5% para evitar una
fuga del oro. El Promedio Industrial Dow Jones, que había bajado
de 381 a 230 en 1929, siguió ahora su
descenso, hasta que llegó a 41 en el fin de semana de 1932 en que
Roosevelt se postuló como candidato a la presidencia. En su campaña,
FDR denunció a Hoover y a su tarifa para conseguir un fácil triunfo.
Pero no estaba en posición de rebajar las tarifas cuando el
desempleo estaba tan alto en Estados Unidos. Uno de los
acontecimientos políticos más importantes del siglo se produjo en
este punto cuando los negros americanos abandonaron masivamente el
partido de Lincoln y se pasaron a los demócratas del New Deal, un
reagrupamiento que se mantiene hasta el día de hoy.
Roosevelt debió de haber rebajado las tasas de
impuestos a los ingresos de Hoover pero los banqueros de Nueva York
también lo persuadieron de que lo fundamental era equilibrar el
presupuesto. Roosevelt elevó la tasa superior del impuesto a los
ingresos a 81% en 1940 y luego a 94% en 1944-45, los últimos años de
la guerra. Fue sólo porque el oro permaneció como la unidad de
contabilidad a $35 la onza que se pudo impedir una inflación de
tiempos de guerra y se pudieron financiar los enormes gastos del
conflicto con bonos al 2%. Si Estados Unidos hubiera abandonado el
patrón oro en 1931, como hicieron los británicos, simplemente
hubiera sumado una inflación monetaria a la contracción, que es
exactamente lo que sucedió cuando FDR devaluó el dólar contra el oro
en 1934. También hubiera hecho mucho más difícil financiar la
guerra.
El crecimiento económico de la posguerra siguió a
pequeñas reducciones en las tasas de impuestos de tiempo de guerra,
y a la difusión de “huecos” que permitían la formación de capital.
Por otra parte, el resto del mundo tuvo que reconstruir y comprar de
nuestra economía mediante crédito y ayuda exterior. La tarifa Smoot-Hawley
había estado llena de excepciones para “la nación más favorecida”
vía acuerdos comerciales recíprocos, lo que fue seguido de acuerdos
internacionales para bajar las tarifas. El presidente Eisenhower
prometió una rebaja en los impuestos a los ingresos cuando hizo
campaña en 1952 pero decidió no hacerlo cuando fue electo. El
Partido Republicano regresó a la “responsabilidad fiscal” y los
electores, tras darle a Ike dos años con un Congreso republicano,
comenzaron en 1954 la práctica de gobierno dividido que se mantiene
hasta hoy – elegir presidentes republicanos con Congresos demócratas
y viceversa.
Para mediado de los años 50, la economía clásica
estaba prácticamente olvidada (ver Los Puestos de Mando. AR). La
administración keynesiana de la demanda estaba al timón y comenzó a
desplazar los viejos economistas clásicos en las instituciones
académicas de todo el mundo. En 1960, John F. Kennedy derrotó a
Richard Nixon hablando de volver a poner en movimiento la economía
aunque también se comprometió con el patrón oro como estaba antes de
la disminución de las tarifas en el “Kennedy Round” de rebajas. Los
republicanos del Congreso bloquearon su proposición de rebaja de
impuestos. Rebaja que le había vendido Ludwig Erhardt en mayo de
1962 (ver El Plan Marshall….AR) El concepto venía directamente de la
teoría clásica y eran tan “lado de la demanda” (supply side) como la
justificación para las reformas Harding/Coolidge de los años 20.
Sólo después del asesinato de Kennedy en 1963 se consiguió
suficiente simpatía como para poder aprobar, en su honor,
las rebajas de impuestos dirigidas por el presidente Lyndon
Johnson. Cuando se produjo la explosión de la bolsa y los salarios
reales subieron rápidamente, los demócratas insistieron en que las
rebajas de impuestos se basaban en la teoría keynesiana de aumentar
la demanda agregada. Los republicanos, dirigidos por el senador
Barry Goldwater, se habían opuesto a las rebajas de impuestos como
fiscalmente irresponsables, y no estaban en posición de reclamar
crédito por la expansión que habían conseguido. Johnson hizo trizas
a Goldwater en las elecciones de 1964 y decidió usar los enormes
excedentes producidos por la expansión para financiar sus programas
de la Gran Sociedad. Estos estaban dirigido a terminar con la
pobreza en Estados Unidos pero sólo lograron la destrucción de la
familia negra cuando no se podían hacer pagos de welfare a las
familias que permanecieran intactas.
LBJ potenció el problema cuando elevó los impuestos
en 1976, para contrarrestar el déficit presupuestario asociado con
los gastos de la Guerra de Vietnam. (En TWWW yo alego que la Guerra
de Vietnam fue el resultado de los programas económicos keynesianos
que el gobierno de Kennedy impuso en el gobierno sudvietnamita.) El
impuesto de guerra debilitó la economía norteamericana, más padres
negros quedaron desempleados y tuvieron que dejar a sus mujeres e
hijos para que estos pudieran ser elegibles para los programas de
welfare. Los excesos de la Gran Sociedad y la Guerra de Vietnam le
costaron a los demócratas el control de la Casa Blanca. Richard
Nixon ganó en 1968 y, guiado por asesores económicos keynesianos,
inmediatamente comenzó a cometer enormes errores económicos. Pospuso
la eliminación del impuesto de Vietnam que había prometido terminar
y aprobó una duplicación del impuesto a las ganancias del capital
estimulado por las elites corporativas. (Un bajo impuesto a las
ganancias del capital alienta las nuevas empresas lo que, a su vez,
amenaza el status quo.)
Este detalle es extremadamente importante en la
historia del siglo porque llevó a la decisión de Nixon de romper el
vínculo entre el dolor y el oro, y permitirle al dólar flotar
libremente - derivada de su frustración. A su manera, esto fue una
decisión tan trascendente como la ley Smoot-Hawley de Hoover en
1929-30. En realidad, la bolsa de valores se hundió igual que en el
29 pero, puesto que el valor del dólar se hundió como síntoma de la
inflación en desarrollo, el DJIA sólo bajó en una fracción de su
pérdida de valor real. Esto es, un DJIA a 1000 y el oro a $35 es lo
mismo que un DJIA a 10,000 y el oro a $350. Al resistir la inflación
monetaria, el Japón mantuvo su moneda casi tan buena como el oro.
Como resultado, se convirtió en la economía más fuerte del mundo
durante los años 70 y 80, creando un capital que inundó el mundo. La
teoría económica keynesiana finalmente la hizo estallar en 1990
cuando Tokio decidió elevar el impuesto a las ganancias del
capital en la propiedad inmobiliaria, la primera fuente de riqueza
del país. Hasta el día de hoy, Tokio permanece en la confusión
keynesiana, luchando por encontrar su camino de regreso al
crecimiento.
Tanto Gerald Ford como Jimmy Carter permanecieron
bajo el hechizo de los keynesianos que creían que un poco más de
inflación (devaluación) traería prosperidad. Fue Ronald Reagan el
que finalmente rompió el hechizo. Puede que Reagan no haya sido un
estudiante muy brillante en el Eureka College de Illinois en los
cuatro años que estuvo allí (1928-32), pero si estudió economía
clásica, su doctorado. En 1980, para una economía enferma, él era lo
que recomendaba el médico, un dirigente político dispuesto a ir
contra las opiniones de moda y a luchar por una rebaja de impuestos
tipo Kennedy.
La elección de Ronald Regan en 1980 llegó justo a
tiempo. Reagan se propuso volver a echar a andar la economía en un
ambiente no inflacionario y a terminar con la Guerra Fría. Tuvo un
comienzo difícil porque las rebajas de impuestos provocaron un
dramático aumento en la demanda de liquidez de dólares cuando la
Reserva Federal todavía estaba luchando contra los impulsos
inflacionarios creados en el gobierno de Carter. Con escasez de
dólares, el precio del oro bajó de $600 a fines de 1980 a $300 en
1982, haciendo descender los precios de las mercancías y empujando
la economía a una recesión. Sólo después de que el Fed se vio
obligado a “imprimir” $3,000 millones para comprar bonos del peso
mexicano, para evitar la bancarrota de algunos de nuestros mayores
bancos, que el oro subió por sobre los $400, terminando la
deflación, y sumándose a las rebajas de impuestos para producir una
expansión no inflacionaria. En el modelo de la demanda se suponía
que esto no fuera posible. Los gastos aumentaron inmediatamente,
sobre todo en defensa. El déficit presupuestario aumentó pero las
tasas de interés siguieron bajando. La dirección soviética,
asombrada por esta magia económica, podía constatar que era inútil
tratar de mantenerse en una carrera armamentista con Estados Unidos.
En realidad, tiró la toalla durante los años de Reagan pero la
guerra Fría no terminó oficialmente hasta el derribo del Muro de
Berlín bajo el gobierno de Bush.
Retrospectivamente, parece que algo bueno salió de la
decisión de Nixon de abandonar el patrón oro y flotar el dólar, y de
la subsiguiente inflación. En efecto, los mercados libres de Estados
Unidos y Occidente podían administrar el comercio con una unidad de
contabilidad flotante, especialmente cuando el poder de las
computadoras crecía a niveles exponenciales. Pero el sistema de
planificación de la URSS dependía de una unidad contable dólar/oro
confiable para poder establecer los precios. Cuando el precio del
oro/dólar comenzó sus oscilaciones y bamboleos en 1971, con el rublo
oficialmente vinculado al dólar, el sistema de planificación y
precios de la economía soviética se volvió loco. Si los soviéticos
hubieran dejado la vinculación al dólar por una vinculación estable
al oro, la historia de los últimos 30 años hubiera podido ser
dramáticamente diferente. Karl Marx, un gran admirador del oro como
unidad de contabilidad, pudiera haberle dicho a los soviéticos que
estaban cometiendo un disparate pero a ninguno de los millones de
comunistas que habían estudiado a Marx se le ocurrió la idea.
Los últimos 20 años del siglo han sido el legado de
Ronald Regan. Sus sucesores en la Oficina Oval, George Bush y Bill
Clinton, sólo han perjudicado levemente la economía mientras movían
los muebles de un lado para otro. Ambos presidentes subieron las
tasas de interés tras prometer rebajas de impuestos. Cuando Alan
Greenspan, presidente de la Reserva Federal, rehusó facilitar la
política monetaria sobrevino la recesión que le costó a Bush un
segundo período. El aumento de impuestos de Clinton le costó a los
demócratas el control del Congreso por primera vez en 40 años,
aunque en esta ocasión Greenspan acomodó el aumento de los
impuestos.
El precio del oro, que había estado estable alrededor
de $350 la onza subió a $380. Gran parte del resto del mundo,
permitió que sus monedas también flotaran. La mini-inflación dio
marcha atrás después de las elecciones de 1996, cuando los mercados
previeron correctamente las rebajas de impuestos bipartidistas -tipo
economía de la oferta- de 1997. Al igual que en 1981, cuando las
rebajas de impuestos de Regan aumentaron la demanda de liquidez de
dólares y ésta no se produjo, el precio del oro también bajó con las
rebajas de impuestos de 1997. Los bancos centrales extranjeros que
habían tenido políticas inflacionarias iniciaron políticas
deflacionarias para poder mantenerse vinculados al dólar. Empezando
con Tailandia, la crisis asiática se fue desarrollando y los precios
de las mercancías empezaron a caer como dominóes. Los precios del
petróleo bajaron tanto que la industria petrolera mundial dejó de
invertir en la infraestructura. Cuando la deflación terminó y el oro
empezó a subir en 1999, la demanda de petróleo superó con mucho la
oferta y el precio del petróleo subió hasta sus actuales niveles.
La Internet va a compensar cualquier tendencia al
error de nuestros sistemas políticos. Tan importante como la
invención de la rueda, la Internet no sólo aumenta la eficiencia de
la economía mundial al casar el capital excedente con el faltante
sino que permite un intercambio de ideas mucho más rápido sobre cómo
evitar cualquier incipiente conflicto. Hace mucho más difícil el
surgimiento de guerras en el siglo que tenemos por delante. Además,
al haber experimentado las teorías económicas por ensayo y error, es
menos probable que cometamos los mismos errores del siglo pasado, al
menos en la misma medida. En realidad, pienso que la visión del
siglo que he presentado aquí será la historiografía universalmente
aceptada antes de que pasen muchos años, y que, como resultado, el
siglo XXI será mucho más pacifico y próspero que el siglo XX.
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