En defensa del neoliberalismo

 

Las ideas de Hamilton en el Nuevo mileno

 

George F.Will


En Estados Unidos, la eterna discusión gira en torno a cómo la libertad, al mismo tiempo, depende del gobierno y es amenazada por él, y cómo esa libertad compite con otros valores. Esta discusión era apasionada en 1800 cuando el gobierno, que se estaba mudando de Filadelfia a Washington, tuvo que embalar los archivos del poder ejecutivo. En siete cajas.

Ahora la guerra ha afectado a muchos participantes de la discusión. La guerra ha vuelto peligrosa la actitud “liberal” (1) del cosmopolitismo antagónico. Y, puesto que la guerra ha producido un momento de Hamilton, también resulta incómodo para los conservadores que toman una actitud hostil al poder federal (2).

El 11 de septiembre desconcertó a los liberales porque no sólo provocó una avalancha de patriotismo sino también de nacionalismo – no sólo de amor a la patria sino una robusta afirmación de la superioridad de las instituciones políticas y culturales de Estados Unidos. El moderno liberalismo está profundamente teñido de desconfianza hacia la nacionalidad, y de ansiedad por diluir la soberanía delegando derechos y responsabilidades en cuerpos multinacionales.

El 11 de septiembre le recordó bruscamente a los americanos que la fuente de su seguridad es su estado-nación – no la OTAN, no las Naciones Unidas. Y están encantados con la claridad de la Doctrina Bush: los gobiernos nacionales son los responsables por el terrorismo que irradie de su esfera de control.  

Debido a que el liberalismo (americano) moderno en parte se define a sí mismo como una reacción contra la guerra de Vietnan, y dada su repugnancia ante el poderío americano, muchas veces cedió ante la tentación de la “equivalencia moral” en relación con los orígenes y condución de la Guerra Fría. El liberalismo tiene una actitud de hostilidad y desconfianza ante las fuerzas armadas de Estados Unidos y la CIA – y ante los organismos de seguridad nacional, incluyendo a la policía y el FBI. El liberalismo invirtió el aislacionismo de la derecha (Estados Unidos es demasiado bueno para el mundo), alegando que el mundo es demasiado bueno para las depredaciones del militarismo americnao.

Pero las fuerzas armadas de EU hicieron colapsar el gobierno talibán, complicado en los sucesos del 11 de septiembre, en menos de tres meses y ahora son los organismos de seguridad nacional los que se encuentran entre los americanos y los grupos terroristas clandestinos. Esta hostilidad del liberalismo (que se puede comprobar en tantas películas americanas, la producción del Hollywood liberal) contrasta con el cálido orgullo y gratitud populares.

Más aún, en nombre del “multiculturalismo” y la “diversidad”, el liberalismo ha tratado las diferencias raciales y étnicas como identidades eternas e incambiables y, de cualquier forma, moralmente preferibles a la identidad nacional. De esta forma, la política liberal se ha convertido en el refugio de los grupos que aspiran al status de víctimas. Y el liberalismo está incómodo con lo que el 11 de septiembre ha despertado – un común sentido de nacionalidad. Cuando Estados Unidos se convirtió en víctima, súbitamente la política de considerar víctimas a todo tipo de grupos empezó a parecer vagamente obscena, y el liberalismo perdió el elemento fundamental de su vocabulario: la queja.

Algunos liberales dicen que ahora el liberalismo va a prosperar porque celebra la nobleza y utilidad del gobierno , y la confianza en el gobierno ha aumentado verticalmente (3). Sin embargo, la última vez que esa confianza subió tanto fue bajo Ronald Reagan, que volvió a concentrar el gobierno en sus funciones básicas, como la seguridad nacional.

James Q.Wilson observa que mientras que el liberalismo del New Deal estaba preocupado con quién consigue qué, cuando, dónde y cómo, el liberlaismo moderno está preocupado con quien piensa qué, quién actúa cuándo, quién vive dónde y quién siente qué. El prestigio del gobienro nacional ha subido porque está concentrado en el más elemental de sus deberes: la defensa nacional.

Sin embargo, también los conservadores tienen que reflexionar. Los liberales tienen razón cuando dicen que el sentido de comunidad posterior al 11 de septiembre es problemático para los conservadores del puro individualismo (4) que consideran a los mercados considerados como el mecanismo idóneo de las opciones sociales, y que tienen una general desconfianza de las instituciones gubernamentales. Hasta el espectacular colapso de Enron demuestra cómo el capitalismo requiere un gobierno fuerte para darle estructura a los mercados e imponer la transparencia que sustenta la confianza de los inversionistas.

La angustia y desesperación conservadoras – la creencia de que los americanos están demasidado flácidos moralmente para patriotismo y grandes esfuerzos nacionales – también necesitan una modernización de su vocabulario post 11 de septiembre. Y los sucesos del 11 de septiembre han subrayado los limites del individualismo radical (los llamados libertarios). Este falso conservadurismo afirma que la libertad existe donde no hay compulsión gubernamental, y que generalmente se impone sobre los demás bienes políticos. Esta doctrina desvirtúa una básica virtud conservadora, que es la prudencia, y elimina la necesidad del arte de los conservadores, que es el de equilibrar diversos valores (libertad, igualdad y orden).

El moderno conservadurismo se define a si mismo en reacción al New Deal y la Gran Sociedad - cada uno un proyecto para la nacionalización de la política, cada uno produto de un ejecutivo enérgico. De aquí la renuencia de los actuales conservadores de admirar al fundador especialmente admirado por los primeros conservadores – Alexander Hamilton, el defensor del “ejecutivo enérgico’’ y el más visionario de los fundadores en relación con el poderío económico y militar de Estados Unidos.

Quizas un indicador el efecto de transformación nacional de este momento hamiltoniano: desde el 11 de septiembre se ha reportado una brusca disminución en las ventas de banderas confededadas (5).

George. F. Will es un columnista sindicado, premio Pultizer y uno de los animadores del popular programa televisivo dominical “This Week”.

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Notas aclaratorias :

1. Como saben muchos lectores, Estados Unidos es el único país del mundo donde los socialistas se han apoderado del nombre de “liberales”. El “liberalismo” americano es una especie de marxismo reciclado En Estados Unidos, por consiguiente, los “liberales” constituyen la izquierda. (Para más información consultar los distintos materiales sobre la “guerra cultural” en Estados Unidos).  Como ha explicado Daniel Yergin en The Commanding Posts, fue Franklin D. Roosevelt el que consiguó el escamoteo. En Estados Unidos de hoy, por otra parte, los partidarios de las ideas del liberalismo clásico se incluyen entre los llamados “conservadores”

2. Alexander Hamilton, secretario del Tesoro bajo George Washington, era partidario de un ejecutivo fuerte.

3. Los socialistas desconfían de la gestión privada, aspiran a que un gobierno grandes y poderoso resuelva todos los problemas sociales. Es una posición que llevada a sus últimas consecuencias, desemboca en el comunismo.

4. Los liberales en el sentido clásico.

5. Síntoma del súbito fortalecimiento de la unidad nacional, representada en la bandera las barras y las estrellas.