Una
genealogía del antiamericanismo
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James W. Ceaser
La ascensión de Estados Unidos a la posición de primera potencia mundial, aunque suscita mucha admiración, también provoca mucha suspicacia y hostilidad. En un libro reciente y extensamente discutido en EEUU, Après L'Empire, que presuntamente influyó en la posición del gobierno francés en la guerra de Irak, Emmanuel Todd escribe: "Hay una sola amenaza a la estabilidad global en el mundo hoy: la de Estados Unidos que ha pasado de protector a depredador." Semejante suspicacia de las motivaciones americanas era fácilmente perceptible en la cobertura europea de la guerra. Haber seguido la guerra en la televisión y los periódicos de Europa era presenciar un acontecimiento totalmente diferente al que presenciamos la mayoría de los americanos. Durante los pocos días antes del ataque a Bagdad, los comentaristas europeos apenas podían ocultar su júbilo - casi lo que los alemanes llaman schadenfreude - ante la perspectiva de que las fuerzas americanas se fueran a ver empantanadas en un compromiso largo y difícil. Max Gallo, en el semanario Le Point, sacaba la conclusión típica acerca de la arrogancia y la ignorancia americanas: "Los americanos, arrastrados por el hubris de su poderío militar, parecen haber olvidado que no todo puede tratarse por la fuerza de las armas... que la gente tiene una historia, una religión, un país."
El tiempo dirá, por supuesto, si Gallo tenía aunque solo fuera una pizca de razón en sus dudas sobre la política de EEUU. Pero la prisa con la que llegó a semejantes conclusiones nos hacen sospechar que estaban basadas mucho más en prejuicios sobre Estados Unidos que en un análisis concreto de la situación. En realidad, eran expresión de una de las formas de pensamiento más fuertes en el mundo de hoy: el antiamericanismo. Según el analista francés Jean François Revel, "Si usted elimina el antiamericanismo, no queda nada del pensamiento político francés, ni en la Izquierda ni en la Derecha." Revel hubiera podido decir lo mismo del pensamiento político alemán o de casi cualquier otro país de Europa Occidental, donde el antiamericanismo reina como la lingua franca de los intelectuales.
La América simbólica
El antiamericanismo descansa en la idea singular de que algo asociado con Estados Unidos, algo en el centro mismo de la vida americana, es profundamente injusto y amenazante para el resto del mundo. Ciertamente, esta idea no es nada nueva. Hacde más de medio siglo, el novelista Henry de Montherlant puso la siguiente declaración en boca de uno de sus personajes (un periodista) : "Una nación que logra bajar la inteligencia, la moral, la calidad humana en casi toda la superficie del planeta es algo nunca antes visto en la historia. Acuso a Estados Unidos de vivir en un permanente estado de crimen contra la humanidad." Desde este punto de vista, Estados Unidos es un símbolo de todo lo que es grotesco, obsceno, monstruoso, embrutecedor y desarraigado.
Es tentador, calificar al antiamericanismo de un estereotipo o un prejuicio pero, en realidad, es mucho más que eso. Un prejuicio, por lo menos un prejuicio corriente, es un atajo que generalmente tiene alguna base en la experiencia de la gente y que se usa para tratar de aprehender una realidad compleja. Aunque a menudo sumamente erróneos, los prejuicios tienen el mérito que, cuando son confrontados con hechos, generalmente pueden ser rectificados. El antiamericanismo, aunque tiene algunos de los elementos de un prejuicio, ha sido básicamente una creación del "alto" pensamiento y la filosofía europeas. Algunas de las mayores mentes europeas de los últimos dos siglos han contribuido a su creación. El concepto de Estados Unidos se elaboró de tal manera que es casi imposible refutarlo con simples hechos. Estos pensadores no estaban interesados ni en un verdadero país ni en verdadero pueblo sino en ideas generales sobre la modernidad, para la que "América" se convirtió en el símbolo. En realidad, muchos de los que han jugado un papel importante en descubrir esta América simbólica nunca han visitado Estados Unidos ni mostrado mucho interés en sus verdaderas condiciones sociales y políticas. La identificación de América con una idea o un concepto general ha llegado hasta producir palabras nuevas que se tratan como normales categorías del pensamiento, tales como "identificación" o "americanismo." (Sin embargo, nadie habla de venezolanismo ni de australianismo) Hoy, por ejemplo, la americanización es casi el sinónimo perfecto de "globalización." Quizás la única diferencia sea tener una connotación un tanto más siniestra.
Aunque el antiamericanismo sea una fabricación del pensamiento europeo sería un error suponer que ha permanecido limitado a su lugar de nacimiento. Al contrario, en el último siglo el antiamericanismo se ha difundido por gran parte del mundo, ayudando, por ejemplo, a formar la opinión en el Japón anterior a la II Guerra Mundial, donde gran parte de su elite había estudiado filosofía alemana, e influyendo en el pensamiento de los países latinoamericanos y africanos de hoy, donde la filosofía francesa tiene tanto peso. Su influencia también ha sido considerable dentro del mundo árabe. Recientes historias de los orígenes intelectuales de los actuales movimientos radicales islámicos han demostrado que sus perspectivas de Occidente y Estados Unidos no se derivan exclusivamente de fuentes indígenas sino que se han derivado en gran medida de diversas corrientes de la filosofía occidental. El pensamiento occidental es, por lo menos, parcialmente responsable por los innumerables fatwahs y jihads que se han pronunciado contra Occidente. Lo que se ha atribuido al "choque de civilizaciones" a veces no ha sido más que una faceta de una guerra intelectual intestina, realizada con la ayuda de fuerzas mercenarias reclutadas de otras culturas. Es sumamente importante que entendamos el complejo linaje intelectual del antiamericanismo. Nuestro objetivo debe ser rectificar el daño que se ha hecho sin usarlo como una excusa para proteger a este país de toda crítica.
Degeneración y monstruosidad
Desarrollado durante un período de más de dos siglos por muy diversos pensadores, el concepto de América ha implicado por lo menos cinco capas o estratos mayores, cada uno de los cuales ha influido en el siguiente. La capa inicial, que está en el pensamiento científico de mediados del siglo dieciocho, consiste en la "tesis de la degeneración." Se puede concebir de como una especie de prehistoria del antiamericanismo puesto que ocurrió fundamentalmente antes de la fundación de los Estados Unidos y se refería no sólo a este país sino a todo el Nuevo Mundo. La tesis sostenía que, debido principalmente a condiciones atmosféricas, y en particular la excesiva humedad, todos los seres vivos de las Américas no sólo eran inferiores a los europeos sino que además estaban en condiciones de decadencia. Un resumen excelente de esta posición aparece, bastante inesperadamente, en The Federalist Papers. En medio de una discusión política, Publius (Alexander Hamilton) repentinamente introduce el siguiente comentario: "Hombres admirados como profundos filósofos afirmaron gravemente que todos los seres vivos, y los seres humanos junto con ellos, degeneraban en América y que hasta los perros dejaban de ladrar tras de respirar nuestra atmósfera." La extravagancia de esta afirmación no contradice el hecho de que, durante cierto tiempo fuera considera como el último grito de la ciencia. Como tal, mereció largas respuestas de dos de los más notables pensadores norteamericanos: Benjamín Franklin y Thomas Jefferson. En el caso de Jefferson, la mayor parte de su único libro, Notes on the State of Virginia, es una detallada respuesta al autor de esta tesis y principal biólogo de su tiempo, el Conde de Buffon. El interés de Franklin y Jefferson en refutar esta tesis iba más allá del interés científico y era, obviamente, de política práctica. Quién en Europa iba a estar dispuesto a invertir y apoyar a Estados Unidos si en definitiva se trataba de un continente moribundo?
Aunque Buffon fuera su creador, el defensor más serio y mejor conocido de la tesis de la degeneración en aquel tiempo era Cornelius de Pauw, que Hamilton citó en relación con la mencionada alegación de mudez canina. El estudio de Pauw sobre América en tres volúmenes, que era considerado como el mejor libro sobre el tema, comienza con la observación de que "es un espectáculo magnífico y terrible ver a la mitad del planeta tan desfavorecida por la naturaleza que todo lo que se encuentra en ella es degenerado o monstruoso." (La atribución de monstruosidad se pensaba como válida para especies inferiores, como lagartos, serpientes, reptiles e insectos, produciendo un retrato todavía más siniestro de Estados Unidos.) Fue Pauw el que insistió también en la inevitabilidad de una degeneración progresiva en América, un punto en cuál Buffon vacilaba. En cuanto los europeos desembarcaron de sus barcos comenzó el proceso de decadencia, físico y mental. América, por consiguiente, nunca sería capaz de producir una cultura ni sistema políticos de ningún mérito. Parafraseando una oración de Pauw, el enciclopedista Abbé Raynal dijo en frase celebre: "América todavía no ha producido un buen poeta, un matemático capaz o un hombre de genio en ningún arte ni en ninguna ciencia."
Ilusiones racionalistas
Al final, la tesis de la degeneración no podía resistir las criticas cuidadosamente empírica de Franklin y Jefferson, que demostraron que nada, en la superficie de la tierra, por lo menos, estaba degenerando de manera excepcional en América. La naturaleza, como dijo Jefferson, era la misma en ambos lados del Atlántico. Pero lo que sus respuestas no podían refutar enteramente era que la calidad de la vida y el sistema político de América era inferior. Precisamente esta alegación esta en el centro mismo de la segunda capa del pensamiento antiamericano, desarrollado por varios pensadores románticos en la primera parte del siglo XIX. Estos pensadores colocaban la degeneración - porque se usaba casi el mismo lenguaje - sobre una base teórica nueva, alegando que no era producto de un ambiente físico sino de las ideas en que Estados Unidos se había fundado. El antiamericanismo se convirtió en lo que ha seguido siendo desde entonces, una doctrina aplicable exclusivamente a los Estados Unidos, y no a Canadá ni a México ni a ninguna otra nación del Nuevo Mundo. Muchos de los que se quejan amargamente de que Estados Unidos se ha apropiada injustificadamente del nombre de América permiten alegremente, sin embargo, que el antiamericanismo solo se refiera a los Estados Unidos.
La interpretación romántica de América le debió algo a la Revolución Francesa, que inspiró aborrecimiento entre filósofos conservadores tales como Edmund Burke y Joseph de Maistre. La Revolución Francesa fue vista como una tentativa de rehacer constituciones y sociedades sobre la base de principios abstractos y universales de la naturaleza y la ciencia. Estados Unidos, como precursor de la Revolución Francesa, estaba frecuentemente implicado en esta crítica. El principal alegato de estos filósofos era que nada creado o ideado bajo la guía de principios universales o con la ayuda de la ciencia racional - nada, para usar las palabras del Federalista, construido principalmente por "reflexión y elección" - era sólido o podía durar. Joseph de Maistre llegó hasta negar la existencia del "hombre" o "la humanidad," tal como reza en la Declaración de la Independencia: "todos los hombres son creados iguales." Según Maistre, "no hay ningún hombre en el mundo; he visto franceses, italianos y rusos... pero en cuanto al hombre, confieso que nunca me he reunido con uno en toda mi vida; si existe, es enteramente sin mi conocimiento." No sólo estaba basada la Declaración en premisas falsas sino que también lo estaba la Constitución de EE.UU. con su proposición de que los hombres podían establecer un nuevo gobierno. "Todo lo que es nuevo en la Constitución [de Estados Unidos), todo que lo que resulta de la deliberación común," advirtió Maistre, "es la cosa más frágil del mundo: uno no podría reunir más síntomas de debilidad y decadencia."
Para principios del siglo diecinueve, como la principal sociedad sobreviviente basada en la noción de naturaleza de la Ilustración, Estados Unidos se convirtió en el blanco de muchos pensadores románticos. En vez de la razón humana y la reflexión racional, los pensadores románticos pusieron su confianza en el crecimiento orgánico de comunidades diferenciadas y separadas; pusieron su confianza en la historia. Ahora, simplemente por sobrevivir - para no decir prosperar - los Estados Unidos habían refutado las acusaciones sobre la inherente fragilidad de sociedades fundadas con la ayuda de la razón. Pero los románticos pasaron a señalar que esa supervivencia se había conseguido a costa de todo lo hondo o profundo. Nada construido sobre el delgado terreno de los principios de la Ilustración podía sostener una verdadera cultura. El poeta Nikolaus Lenau, que algunas veces es llamado el "Byron alemán," nos dio la síntesis clásica del antiamericanismo de los románticos: "Con la expresión Bodenlosigkeit [desarraigo] creo que puedo indicar el carácter general de todas instituciones americanas; lo que nosotros llamamos Patria aquí es sólo una especie de seguro de la propiedad." En otras palabras, no había ninguna verdadera comunidad en América, ningún volk verdadero. La cultura de Estados Unidos "en ningún sentido ha surgido orgánicamente desde dentro." Sólo habia un burdo materialismo: "El americano no sabe nada; no busca nada sino dinero; no tiene ideas." Entonces vino la imagen de Lenau, evocadora del retrato que Pauw habia hecho de América: "la verdadera tierra del fin, la orilla exterior de hombre."
Hasta la elogiada libertad de Estados Unidos era vista por muchos románticos como una ilusión. La sociedad americana era la imagen misma de un embotadora conformidad. El gran poeta romántico Heinrich Heine expresó ese sentimiento:
Algunas veces pienso
zarpar para América
esa pajarera de la libertad
habitada por brutos que viven en igualdad.”
Estados Unidos, como escribió Heine en prosa, era “una gigantesca prisión de la libertad” donde “la más vasta de las tiranías, la de las masas, ejerce su cruda autoridad.”
El espectro de la impureza racial
Un tercer estrato del pensamiento en el desarrollo del antiamericanismo fue producto de la teoría racista, sistemáticamente elaborada por primera vez a mediados del siglo XIX. Comprender hoy por qué este pensamiento puede considerarse como antiamericanismo requiere, por supuesto, permitirse pensar en el contexto de otro período. El centro de la teoría racista era la idea que las diversas razas - y raza no sólo se refería a los principales grupos de color sino a diferentes subgrupos tales como arios, eslavos, latinos y judíos - estaban jerárquicamente ordenadas en cuanto a cualidades tan importantes como fuerza, inteligencia y valor. Se decía que un mezcla de las razas era imposible, en el sentido de que no podría sostener la fertilidad biológica; o, si la fertilidad fuera sostenible, que resultaría en una nivelación de las cualidades generales de la especie, y la raza más alta seria halada hacia abajo como resultado de su mezcla con las más bajas.
El individuo más responsable por elaborar una teoría completa de la raza fue Arthur de Gobineau, hoy conocido como el padre del pensamiento racista. La gran obra de Gobineau, de mil páginas, el Ensayo Sobre la Desigualdad de las Razas Humanas, se concentraba sobre el destino de los arios, que él consideraba la más pura y más alta de todas las razas. Su exposición era profundamente pesimista puesto que argumentaba que los arios se estaban dejando extinguir en Europa. Estados Unidos llegó a ser un foco importante de su análisis puesto que, como explicó, en aquella época muchos consideraban a Estados Unidos como la Gran Esperanza Blanca, la nación en la que los arios (anglo-sajones y nórdicos) iban a revigorizar su cepa y reafirmar su justa dominación del mundo. En esta perspectiva, aunque el principio formal de Estados Unidos era la democracia, su verdadera constitución era la de la hegemonía racial anglo-sajona. Pero Gobineau estaba convencido de que esta esperanza era ilusoria. La idea universal de la igualdad natural en América estaba, en realidad, promoviendo una democracia de la sangre, en que la misma idea de "raza," que debía ser un término de la distinción, estaba desapareciendo. Europa descargaba sus razas de "basura" en América, y estos había comenzado a mezclarse con la de los anglo-sajones.
Con notable perspicacia, Gobineau previó el fenómeno de Tiger Woods. El resultado natural de la idea democrática, dijo, era la amalgama. América estaba creando una nueva "raza" de hombre, la última raza, la raza humana - que no era ninguna raza. Gobineau modeló su sistema en la filosofía de la historia de Hegel, substituyendo la sangre por el Espíritu como el motor del movimiento histórico. La eliminación de las razas marcaba el fin de la historia. Presentó - y aquí uno puede, en su perspectiva, ver el futuro de Estados Unidos - un lamentable espectáculo de criaturas de "la mayor mediocridad en todos los campos: mediocridad en fuerza física, mediocridad en belleza, mediocridad de capacidades intelectuales - casi podríamos decir la nada."
Las ideas racistas persistieron a través del siglo diecinueve y afectaron muchas de las ciencias sociales, especialmente la antropología, una disciplina que permanece tan traumatizada por sus orígenes que ni aún hoy puede tratar problemas raciales sin verdaderos paroxismos de culpa. El extremo del pensamiento racista a principios del siglo XX sirvió como de base al nazismo. Hoy, la sustancia de la filosofía racista es rechazada salvo por unos pocos elementos de la extrema derecha. Con todo, sus rezagos han logrado introducirse, a menudo inconscientemente, en las subsiguientes teorías sobre América. La izquierda antiamericano europea se ha dividido hoy en sus críticas raciales en relación con Estados Unidos. Algunos siguen el análisis, aunque no las evaluaciones, de Gobineau, alegando que los principios universales en la experiencia americana, cuando no han producido la represión brutal del "Otro" (el indio y el africano), han fomentado blandenguería y homogeneidad. Alternativamente, se dice a veces que el proceso de la fusión no ha procedido con la suficiente rapidez, especialmente con respecto a los afroamericanos. Estados Unidos ha sido tardío e hipócrita en su promesa de eliminar la raza como base de juicios sociales y políticos.
El imperio de la tecnología
El cuarto estrato en la construcción del antiamericanismo se elaboró durante la era de industrialización pesada a fines del siglo XIX y principios del XX. América se asoció ahora con una clase diferente de deformación, esta vez en la dirección de lo gigantesco y lo colosal. América se vio como la fuente de las técnicas de producción en masa y de los métodos y la mentalidad que sostenían este sistema. Nietzsche fue un temprano exponente de esta perspectiva alegando que Estados Unidos buscaba la reducción de todo a lo calculable en un esfuerzo por dominar y enriquecerse: "La prisa jadeante con que ellos [los americanos] el trabajo - el vicio distintivo del nuevo mundo - comienza ya a infectar ferozmente a la vieja Europa y a esparcir su vacío espiritual sobre el continente." Mucho antes de las películas de Hollywood o la música rap, la extensión de la cultura americana fue comparada a una especie de enfermedad. Su progreso en Europa parecía ineluctable. "La fe de los americanos se está convirtiendo en la fe de los europeos," advirtió Nietzsche.
Fueron discípulos de Nietzsche, sin embargo, los que transformaron la idea de América en una categoría abstracta. Arthur Moeller Bruck, mejor conocido para haber popularizado la frase "El Tercer Reich," propuso el concepto de Amerikanertum (Americanidad) que debía ser comprendido " espiritual y no geográficamente." La americanización marca "el paso decisivo por el que pasamos de una dependencia de la tierra a una utilización de la tierra, el paso que mecaniza y electrifica el material inanimado y convierte los elementos del mundo en agencias del uso humano." Abarca una mentalidad de dominación, uso y explotación en una escala siempre creciente, o lo que vino a llamarse la mentalidad del "tecnologismo" (die Technik) : "En Estados Unidos, todo es un bloque, pragmatismo, y sistema nacional de Taylor." Otro autor, Paul Dehns, tituló un artículo, significativamente, "La Americanización del Mundo." La americanización era definida aquí en el "sentido económico" como "la modernización de los métodos de la industria, del intercambio y la agricultura, así como también de todas áreas de la vida práctica," y en un sentido más amplio y más general como la "ininterrumpida, exclusiva e implacable búsqueda de la ganancia, la riqueza y la dominación."
Ausencia de alma y consumerismo desenfrenado
El quinto y final estrato en la construcción del concepto de antiamericanismo - y el que más poderosamente influye en el discurso contemporáneo sobre Estados Unidos - fue la creación del filósofo Martin Heidegger. Como sus predecesores en Alemania, Heidegger ofreció una vez una definición técnica o filosófica del concepto de americanismo, aparte, como si dijéramos, de los Estados Unidos. El americanismo es "el tranquilo desplegar y todavía incompleta esencia de la emergente monstruosidad de los tiempos modernos." Pero Heidegger en este caso estaba claramente menos interesado en definiciones que en elaborar un símbolo - algo más vívido y humano que "tecnologismo." En una palabra - y la palabra era de Heidegger - América era katestrophenhaft: el sitio de la catástrofe.
En sus pasajes más tempranos y quizás mejores conocidos sobre América, en 1935 Heidegger se hizo eco del punto de vista predominante de que Europa estaba en una posición "mediana":
"Europa yace hoy cogida en un gran tenaza, apretada entre Rusia en un lado y Estados Unidos en el otro. Desde un punto de vista metafísico, Rusia y Estados Unidos son lo mismo, con el mismo triste frenesí tecnológico y la misma organización irrestricta del hombre promedio".
Aunque los pensadores europeos, como fundadores de la ciencia moderna, eran en gran medida responsables de este desarrollo, Europa, bajo la presión de sus tradiciones, había logrado detenerse mucho antes de su completa ejecución. Era en Estados Unidos y Rusia donde la idea de la cantidad divorciada de la calidad se había hecho dominante y desarrollado hasta convertirse, como decía Heidegger, "en un ilimitado etcétera de indiferencia y eterna igualdad." El resultado en ambos países era "un violento ataque que destruye todo rango y todo impulso de crear un mundo... Esto es el ataque de lo que llamamos lo demoníaco, en el sentido de la maldad destructiva."
Estados Unidos y la Unión Soviética comprendían, uno pudiera decir, el eje del mal. Pero Estados Unidos, en el panorama de Heidegger, representaba la mayor y más significativa amenaza. "El bolchevismo es sólo una variante del americanismo." En una especie de apertura a la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial, Heidegger habló de entrar en un "diálogo" con el marxismo, que era posible a causa de su sensibilidad a la idea general de la historia. Un encuentro similar con americanismo era imposible puesto que Estados Unidos carecía de un sentido genuino de la historia. El americanismo era "la forma más peligrosa de ilimitación, porque aparece en una forma de vida de clase media mezclada con la Cristiandad, y todo esto en una atmósfera que carece completamente de cualquier sentido de historia." Cuándo los Estados Unidos la declararon la guerra a Alemania, Heidegger escribió: "Hoy sabemos que el mundo anglo-sajón del americanismo está decidido a destruir a Europa. ... La entrada de Estados Unidos en esta guerra mundial no es una entrada en la historia, sino el último acto americano de la ausencia americana de sentido histórico."
Al crear este símbolo de Estados Unidos, Heidegger logró incluir dentro del mismo muchos de los problemas o enfermedades de los tiempo modernos, desde el ascenso de la comunicación instantánea y global, y la indiferencia hacia el medio ambiente, hasta la reducción de la cultura a una mercancía para el consumo. El estaba especialmente interesado en el consumerismo, que pensaba era emblemático del espíritu de la época: "el consumo por amor al consumo es el único procedimiento que caracteriza distintivamente la historia de un mundo que ha llegado a ser un in-mundo. ... Hoy, ser es ser reemplazable." Estados Unidos era el hogar de esta manera de pensar; era la personificación misma del reinado del ersatz, alentando la absorción de lo único y lo auténtico dentro de lo uniforme y lo estándar. Heidegger citó un pasaje del poeta alemán Rainer Maria Rilke:
"Ahora está surgiendo de Estados Unidos cosas puramente indiferenciadas, simples cosas de apariencia, artículos falsos... Una casa en el sentido americano, una manzana americana o una vid americana no tienen nada en común con la casa, con la fruta, o con la uva que habían sido adoptados en las esperanzas y pensamientos de nuestros antepasados".
Siguiendo a Nietzsche, Heidegger representó a Estados Unidos como una fuerza invasiva que se estaba apoderando del alma de Europa, socavando su profundidad y su espíritu: "La rendición de la esencia alemana al americanismo ha ido ya tan lejos como para producir el desastroso efecto de que Alemania se siente verdaderamente avergonzado de que su pueblo hubiera sido considerado una vez como 'el pueblo de la poesía y el pensamiento.'" Europa estaba casi muerta, pero no completamente. Todavía podía ponerse en la posición de estar lista para recibir lo qué Heidegger llamó "el Happenng," pero sólo si era capaz de convocar suficiente fuerza interior como para rechazar el americanismo y empujarlo hacia el otro hemisferio.
Las ideas políticas de Heidegger son generalmente deploradas debido a su temprano y abierto apoyo del nazismo, y muchos suponen que su subsiguiente influencia en el pensamiento político de Europa ha sido exigua. Nada pudiera estar más lejos de la verdad. Las grandes ideas de Heidegger eran lo suficientemente proteicas como para que no pudieran ser fácilmente adoptadas por la izquierda con un poco de manipulación. Después de la guerra, el pensamiento de Heidegger, podado de su nacional socialismo pero reforzado con su antiamericanismo, fue abrazado por muchos en la izquierda, a menudo sin identificarlo. A través de los escritos de pensadores como Jean Paul Sartre, el "heideggerianismo" fue casado con el comunismo, y esta extraña pareja llegó a ser el centro de la izquierda intelectual en Europa en la próxima generación. Los partidos comunistas, para sus propios y obvios propósitos, agarraron el arma del antiamericanismo. Lo emplearon con tanta frecuencia y eficacia que vino a ser ampliamente considerado como una creación del comunismo condenada a desaparecer si alguna vez desapareciera el comunismo. El colapso del comunismo ha servido, por el contrario, para revelar la verdadera profundidad y fuerza del antiamericanismo. Separado del comunismo, que le dio una cierta fuerza pero que también puso ciertos límites a su atractivo, el antiamericanismo ha penetrado más profundamente que nunca en la corriente principal del pensamiento europeo.
Solo queda una parte de la famosa tenaza de Heidegger, sólo una fuerza amenaza a Europa. Si Europa encontró una vez su identidad como "el medio" (o como una "tercera fuerza"), muchos dicen hoy que tiene que encontrar su identidad como "polo de oposición" a Estados Unidos (y como líder de la "segunda fuerza.") Emmanuel Todd desarrollo esta lógica en su libro, alegando que Europa debía organizar una nueva "Entente" con Rusia y Japón que sirva como una contra fuerza del imperio americano.
¿El verdadero choque de civilizaciones?
Hoy existe una gran necesidad, tanto para europeos como para americanos, de entender la historia de esta poderosa doctrina del antiamericanismo. Mientras permanezca su influencia, la discusión racional sobre las diferencias prácticas entre Estados Unidos y Europa se hará cada vez más difícil. Ningún tema, ninguna interrogante se puede abordar de acuerdo a méritos y, en vez de eso, los comentaristas tienden a razonar de las conclusiones a los hechos en vez de los hechos a las conclusiones. Los argumentos, por muy razonables que parezcan en la superficie, se plantean para promover o confirmar el prejuicio existente sobre Estados Unidos elaborado por Heidegger y otros filósofos. En el pasado, los líderes políticos europeos tenían poderosas razones poderosas para resistir este enfoque. Preocupaciones tan practicas como las alianzas, las relaciones personales y los contactos con funcionarios americanos, las relaciones comerciales y un temor del comunismo trabajaban para relajar el antiamericanismo. Pero últimamente, los líderes europeos se han visto tentados a usar el antiamericanismo como una manera fácil de cortejar el favor de una parte del público, especialmente de la elite de intelectual y los medios de comunicación. Infortunadamente, esto ha agregado un nuevo nivel de legitimidad a la mentalidad del antiamericanismo.
No sólo el antiamericanismo imposibilita la discusión racional sino que amenaza la idea de una comunidad de intereses entre Europa y América. En realidad, amenaza la idea misma del Occidente. Según los extremistas del antiamericanismo, no hay la comunidad de intereses entre los dos lados del Atlántico porque Estados Unidos es un lugar diferente y extraño. Para "probar" este argumento sin usar términos tan obvios y cargados como "degeneración" o el "el sitio de la catástrofe," sus defensores le dan a las diferencias que existen entre Europa y América un nivel de significado totalmente fuera de proporción con su verdadera importancia. Ciertamente, los europeos gastan más en el estado benefactor que los americanos, y los europeos han eliminado la pena capital mientras muchos estados americanos todavía la emplean. Pero al escuchar la manera en que estos hechos se discuten, uno pensaría que llegan a significar civilizaciones diferentes. Esta clase de análisis llega hasta cuestionar que tengamos la democracia en común. Puesto que ahora la democracia es considerada incuestionablemente buena - no importa, por supuesto, que semejante vinculación con la democracia constituya el mejor ejemplo de americanización - Estados Unidos no puede ser una verdadera democracia. De aquí que se diga que el capitalismo americano hace una burla de la idea de la igualdad, o que las bajas tasas de participación en las elecciones descalifica a Estados Unidos como miembro de los estados democráticos.
Reparar la brecha
Casi ninguna persona razonable descartaría hoy la seriedad de muchos de los desafíos que se han alzado en contra de la "modernidad." Ni ninguna persona razonable negaría que Estados Unidos, como una de las naciones mas modernas y poderosas, ha sido la fuente efectiva de muchas de las tendencias de la modernidad que, por consiguiente, inevitablemente toma un aspecto americano. Pero es posible reconocer todo esto sin identificar modernidad con un solo pueblo o lugar, como si los problemas de la modernidad tuvieran un origen únicamente americano o como si sólo europeos, y no americanos, hubieran estado luchando con la cuestión de cómo confrontarlos. El antiamericanismo se ha convertido en la forma en que los perezosos enfocan estas cuestiones. Permite que los que usan esas etiquetas eviten confrontar algunos de las duras preguntas que sus propios análisis demandan sean preguntadas. Para solo dar un ejemplo, Estados Unidos es regularmente criticado por ser demasiado moderno (tiene, por ejemplo, muy desarrolladas las "comidas rápidas"), menos cuando es criticado por no ser los suficientemente moderno (una gran parte de la población todavía es religiosa).
Un verdadero diálogo entre Estados Unidos y Europa solo será posible cuándo los europeos inicien el largo y arduo proceso de liberarse del antiamericanismo - un proceso que varios valiente intelectuales europeos, afortunadamente, ya han empezado. Pero también es importante que los americanos no caigan en el error de usar el antiamericanismo como una excusa para ignorar todas las críticas que se les hagan. Esta tentación se encontrara mucho más entre intelectuales conservadores que entre "liberales," que tradicionalmente han prestado mucha más atención a los argumentos de los pensadores antiamericanos. Últimamente, mucho comentario conservador ha sido demasiado rápido en descartar los desafíos al actual pensamiento estratégico americano y en atribuirlos inmediatamente, sin el suficiente análisis, a los peores elementos del antiamericanismo, desde el anti-tecnologismo hasta el antisemitismo. Sería más que irónico - sería trágico – si, al combatir el antiamericanismo, fuéramos a abrazar una ideología de anti-europeismo.
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James W. Ceaser es profesor de ciencias politicas en la Universidad de Virginia y co-autor de The Perfect Tie: The True Story of the 2000 Presidential Election (Rowman & Littlefield, 2001).
Publicado en The Public Interest. Traducido por AR.