En defensa del neoliberalismo

 

Lo que faltó

 


Adolfo Rivero Caro

Para los amantes de la libertad, el discurso sobre el Estado de la Unión del Presidente es un formidable estímulo. A la hora de concretar esa estrategia mundial, sin embargo, Condoleezza Rice y el Departamento de Estado deben tomar muy en serio la situación de la América Latina.

En Venezuela, uno de los principales países petroleros del mundo y el cuarto abastecedor mundial de Estados Unidos, Hugo Chávez está tratando de establecer una dictadura revolucionaria orientada por Fidel Castro. Chávez está buscando alianzas con regímenes terroristas (como la teocracia iraní) y sueña con crear un gran cartel energético en América Latina que, en un momento dado, pueda poner en crisis la economía americana y permitirle chantajear a la primera potencia mundial. Su feroz antiamericanismo y su utilización del petróleo venezolano como instrumento de soborno político han sido más que suficiente para garantizarle una vasta influencia.

Chávez está ayudando a la insurgencia terrorista colombiana con el objetivo de derrocar al presidente Uribe. A las elites latinoamericanas no les inmuta. Olvidan deliberadamente que hace casi medio siglo Castro estimuló, financió y ayudó a organizar guerrillas terroristas en todos sus países. ¿No lo recuerdan? No es extraño. La ayuda de la CIA a la oposición popular contra Allende es objeto de obsesiva recordación, pero la ofensiva continental terrorista de los años 60 y 70, orientada y sufragada por Fidel Castro y que empapó en sangre a todo el continente, es piadosamente ignorada. Es mucho más popular (y menos peligroso) denunciar ''el bloqueo'' norteamericano contra Cuba, a la que sólo se menciona como ''un pequeño país''. (Parecería como si Estados Unidos mantuviera un irracional embargo contra Uruguay.) Después de todo, la única consecuencia de insultar a EEUU es recibir una cordial invitación a visitar la embajada americana para charlar con el embajador. El Departamento de Estado necesita una diplomacia mucho más activa y enérgica.

Sin duda, una de las razones del antiamericanismo de América Latina se encuentra en la negativa influencia de las universidades y los medios de comunicación americanos, abrumadoramente izquierdistas y hostiles a las raíces conservadoras de la nación. Los jóvenes latinoamericanos que vienen a estudiar carreras de humanidades en las universidades americanas salen ideológicamente preparados para ponerse a las órdenes de Tirofijo. Los que se pasen la vida leyendo el New York Times y la revista Time, y luego viendo CNN, tienen una percepción totalmente errónea sobre Estados Unidos, como lo demostraron las últimas elecciones. No es posible resignarse a esta situación. Estoy cansado de oírles decir a defensores de Estados Unidos que los jóvenes de todo el mundo toman Coca-Cola, usan jeans y ven películas americanas. ¿Y qué? Los terroristas que volaron el World Trade Center usaban jeans, tomaban Coca-Cola y veían películas americanas. (No hay nada como ver películas de Hollywood para volverse antiamericano.) El Departamento de Estado tiene que afrontar esta realidad y encabezar una vasta y compleja batalla cultural.

Un reciente ejemplo de las posibilidades existentes fue la extraordinaria teleconferencia celebrada el pasado jueves 3 de febrero con motivo de la presentación del formidable libro Cuba: realidad y destino de ese brillante economista y comunicador que es Jorge Sanguinetty. Ante un nutrido auditorio, desde la Universidad de Miami hablaron sobre el libro Carlos Alberto Montaner, Emilio Ichikawa y Jaime Suchliki mientras, desde La Habana, comentaban el evento Martha Beatriz Roque, el Dr. René Gómez Manzano, Rafael Avila Pérez y el periodista Angel Pablo Polanco, todos distinguidas figuras de la disidencia cubana. El encargado de la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana, James Cason, les obsequió el libro a los disidentes cubanos. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿qué pasaría si en las embajadas europeas en La Habana hubiera diplomáticos tan combativos (y tan bien orientados por su gobierno) como James Cason? Pero, ¿qué podemos esperar de embajadas como la española?

Graves peligros se ciernen sobre América Latina. Cuba es la piedra clave de la subversión en el continente. Basta pensar qué consecuencias tendría para Chávez la retirada de los miles de cuadros cubanos en Venezuela. Dedicarse a especular sobre la muerte de Castro es una confesión de impotencia. Hace falta una decidida voluntad política de cambio. Eventos como los del 3 de febrero son útiles pero están lejos de ser suficientes. Cuba, Venezuela y América Latina necesitan mucho más. Y lo necesitan ahora.