En defensa del neoliberalismo

 

Falcoff: la mañana siguiente

 

Adolfo Rivero Caro

El pasado lunes, gracias a los esfuerzos de José Antonio Font y la Alianza por la Democracia, tuvimos la oportunidad de tener de visita en Miami a Marc Falcoff, distinguido académico del American Enterpise Institute y viejo amigo de la libertad de Cuba. La Universidad de Miami fue anfitriona de una discusión sobre su libro, Cuba: The Morning After. Falcoff hizo su presentacion, Luis Zúñiga y yo hicimos unas breves observaciones, y luego la discusión se abrió a un público sumamente alerta y bien informado.

Cuba: The Morning After es un libro rico en información útil. Aborda importantes cuestiones frecuentemente pasadas por alto como, por ejemplo, el papel de las organizaciones no gubernamentales. Es realmente bochornoso que Naciones Unidas acepte como organizaciones ''no gubernamentales'' a las organizaciones ''de masas'' cubanas, las famosas ''poleas de trasmisión'' de Lenin, que siempre han estado, en todas partes, minuciosamente dirigidas por el Partido Comunista. Al mismo tiempo, sin embargo, las organizaciones realmente independientes dentro de Cuba, las disidentes, nunca han sido aceptadas como organizaciones no gubernamentales por Naciones Unidas. Un ejemplo más del verdadero significado de la llamada ''comunidad internacional'' a la que tantos liberales americanos quisieran ver subordinada la política de Estados Unidos.

Confieso que el libro de Falcoff me pareció contradictorio. Tan acertado en muchos juicios como erróneo en otros. Falcoff, por ejemplo, piensa que Castro prácticamente ha dejado de ser una amenaza real para Estados Unidos, si alguna vez lo fue realmente. Una y otra vez insiste en que una isla pequeña y empobrecida no puede ser una verdadera amenaza para Estados Unidos. Llega a decir que la mayor amenaza que Cuba pudiera ser para EEUU estaría, irónicamente, en la eventual ola migratoria tras la desaparición de Castro. Esto es un chiste cruel. Cuba será pequeña y débil, pero Castro se ha apoyado siempre en las ideas del antiamericanismo y el anticapitalismo, que son poderosas y planetarias.

Fidel Castro ha estado en el poder desde hace 45 años. No hay organización subversiva en el mundo, desde la ETA y el ERI (IRA) hasta Al Qaida y los anarcoides antiglobalizantes, que Castro no haya promovido y ayudado. Y ahí está el libro de Juan Benemelis, Las guerras secretas de Fidel Castro, para documentarlo. ¿Se imaginan mis lectores la cantidad de relaciones que tiene Fidel Castro? Y estamos hablando de relaciones cultivadas y hasta financiadas con los recursos de todo un estado, cuya preocupación fundamental nunca ha sido el desarrollo económico de su propio país, sino la revolución mundial.

¿Cómo es posible ignorar la subversión que Castro ha organizado, promovido y financiado en el mundo entero? ¿Cómo es posible ignorar todo el daño que ha hecho y toda la sangre que ha ayudado a derramar? ¿Quién estuvo tras los movimientos guerrilleros de los años 60 y 70 en América Latina? ¿Cuántas vidas y recursos no costaron estos conflictos? ¿Y acaso no sigue febrilmente dedicado a la misma causa? ¿Quién está tras la ciega obstinación de Chávez? ¿Quién tras Evo Morales en Bolivia? ¿Quién ha sido el baluarte de las guerrillas colombianas? ¿Acaso no aconsejó a Saddam Hussein? ¿No visitó Irán y dijo que, junto con los ayatolás, pondría de rodillas a Estados Unidos?

El hecho de que Castro no haya realizado ningún ataque directo contra EEUU no significa que no haya estado en guerra constante contra este país. De la misma forma que porque la Unión Soviética no tuviera un enfrentamiento atómico con EEUU esa posibilidad no existiera, y que la URSS no hubiera sido una terrible amenaza. Son los modernos historiadores revisionistas los que afirman precisamente eso: que como no hubo guerra atómica, la URSS nunca fue una amenaza real. Falcoff no debía caer en este tipo de afirmación, propia de académicos resentidos y no de investigadores serios.

Castro ha estado en guerra contra Estados Unidos de la misma forma que la Unión Soviética estuvo en guerra contra Estados Unidos. La guerra fría nunca enfrentó directamente a la URSS y los EEUU. Las guerras calientes se libraron a través de terceras partes. Pero en Corea, Vietnam, el Medio Oriente o América Latina los sangrientos enfrentamientos siempre opusieron a las mismas partes: a los defensores del capitalismo y la democracia y a sus críticos y enemigos.

Castro es el patriarca mundial de la subversión. A los analistas siempre les sorprende que, en todos los foros internacionales, nunca vacile en aislarse del resto de los gobernantes democráticos y predique obstinadamente las viejas doctrinas del odio a Estados Unidos. Pero Castro sabe que la agenda de los gobernantes demócratas es de desarrollo interno. Y ésa no es la suya. Su único interés es la revolución mundial. No está dispuesto a cambiar la influencia que tiene entre los subversivos por una aceptación de mala gana entre las democracias. A la hora de escoger entre ser el último en el cielo o el primero en el infierno, Castro no vacilaría nunca.

En su libro, Falcoff menosprecia el papel y la significación de la disidencia interna en Cuba. Sin embargo, cuando una bella cubana del público le preguntó qué podía hacer nuestra comunidad por Cuba, Falcoff respondió: Ayudar a la disidencia con todas sus fuerzas. Buena respuesta. Pero me temo que Falcoff no haya ayudado mucho a esa disidencia con esta obra. Con todo, ojalá tengamos en el futuro muchas reuniones como ésta, para poder discutir sobre Cuba con intelectuales americanos tan destacados como Marc Falcoff.