EN EL 50 ANIVERSARIO DEL PLAN MARSAHLL

El milagro económico de Ludwig Erhardt, un amigo de Hayek.

El 5 de junio de 1947, el secretario de Estado de Estados Unidos George Catlett Marshall hizo historia en las festividades conmemorativas de la Universidad de Harvard. En un discurso, ahora histórico, el soldado-diplomático exhortó a los contribuyentes norteamericanos a subsidiar la reconstrucción de la economía de una Europa devastada por la guerra, donde la mayoría de la población estaba sin calefacción y sin alimentos suficientes, por no hablar de la maquinaria que necesitaban para poder volver a empezar.

Pese a un electorado receloso de aventuras extranjeras, el Congreso apoyó la idea y mientras Stalin rehusaba aceptar ayuda para el imperio soviético, el Programa de Recuperación Europea -el Plan Marshall- vertió $13,300 millones en Europa Occidental de abril de 1948 a junio de 1952. Fue, probablemente, el acto de caridad más grande de la historia.

Este año, en el 50 aniversario del Plan Marshall, la prensa ha elogiado mucho aquel acto de benevolencia y su supuesto rescate de las devastadas economías europeas. Retrospectivamente, se supone que el Plan Marshall mostró que la planificación gubernamental puede alcanzar grandes resultados en la esfera económica.

En realidad, el Plan Marshall no prueba nada de eso. La locomotora que arrastró Europa Occidental a la prosperidad no fue la caridad norteamericana sino la inesperada resurrección de la economía alemana. Pero lo que se llamó el Milagro Económico Alemán debió muy poco al Plan Marshall. Alemania Occidental apenas recibió el 11 de aquellos fondos.

"El Plan Marshall nunca hubiera triunfado (en Alemania) sin Erhardt" dice Wilfred Prewo, ejecutivo en jefe de la poderosa Cámara de la Industria y el Comercio de Hannover.

Ludwig Erhardt, que entonces tenia 50 años, era un economista alemán limpio de vinculaciones con los nazis, que fue escogido como principal asesor económico del General Lucius Clay, que estaba a cargo de la zona norteamericana de la Alemania Occidental.

Clay, tuvo confianza en Erhardt y le permitió establecer una política económica. Erhardt se convirtió posteriormente en el ministro de economía del gabinete de Konrad Adenauer. De 1947 a 1963, cuando llegó a Canciller, Erhardt fue el zar económico de Alemania. Durante los anos 50, la economía alemana creció al 8.2 % anual, en comparación con el 4.6% de Francia y el 2.8% de Gran Bretaña.

Alemania encabezó la recuperación de Europa Occidental aunque había quedado mucho más devastada que los países victoriosos. Mientras los victoriosos seguían políticas semi-socialistas, Erhardt conducía a Alemania hacia la libre empresa y la desregulación. Estos eran los años en que el gobierno laborista de Gran Bretaña estaba nacionalizándolo todo y cuando Francia e Italia estaban dirigidas por coaliciones que incluían a los comunistas.

Erhardt murió hace 20 años y está  prácticamente olvidado. Su penetrante libro "Prosperidad mediante la Competencia", no está  en prensa. Es una lástima porque al abandonar la filosofía del libre mercado de Erhardt, Alemania ha caído en un estancamiento económico y un 11 % de desempleo. Aunque ya en 1957, Erhardt advertía sobre los peligros del estado del bienestar social, Alemania es hoy uno de los mayores estados de bienestar social del mundo.

Mucho antes de que se pusiera de moda, Erhardt era un supply-sider, un partidario del libre mercado que estimaba que el principal y casi único papel del gobierno en una economía era crear incentivos para trabajar, para ahorrar y para invertir. Entre sus prioridades estaban los bajos impuestos. Dos décadas antes de que Arthur Laffer trazara su famosa curva, Erhardt dijo que los bajos impuestos producirían mayores ingresos que los altos.

Erhardt llamó a lo sindicatos "demagogia social". Despreciaba a los grupos de intereses especiales que trataban de apoderarse de una mayor parte a expensas de los que tenían menos poder político. "Es considerablemente más fácil", escribió, "permitir que todo el mundo tenga una mayor tajada de un pastel más grande que conseguir algo discutiendo la división de un pastel más pequeño". Veía a los carteles como a los enemigos del consumidor.

En julio de 1948, justo cuando los primeros dólares del Plan Marshall estaban llegando a Alemania, Erhardt aprovechó el momento. Liquidó los controles de precios, los subsidios y el aparato de planificación que había quedado de tiempos de los nazis. Los planificadores se horrorizaron. ¿Porqué no debía Alemania seguir el ejemplo de los victoriosos y crear un estado de bienestar social total? Hasta algunos burócratas norteamericanos fueron escépticos.

Durante el otoño de 1948 la situación de Alemania fue desesperada. Los sindicatos exigían la renuncia de Erhardt y, en noviembre, una huelga general paralizó la economía.

Pero Erhardt se mantuvo firme, y Clay lo respaldó. Para la primavera de 1949, la crisis había pasado y la economía alemana comenzó a asombrar al mundo. Los precios comenzaron a baja y el empleo a subir. Las exportaciones y las reservas de divisas aumentaron.

Lo que vino fue una década de un crecimiento económico anual de más del 8% con baja inflación. Una nación que había estado hambrienta y en harapos -donde las mujeres vendían su cuerpo por un caja de cigarros- se convirtió en un país donde los trabajadores manejan poderosos automóviles y pasan las vacaciones en el extranjero. Quizás los alemanes no fueran superhombres en el sentido militar, como había predicado Hitler, pero sí parecían superhombres en el sentido económico.

En Gran Bretaña, Francia e Italia, mientras tanto, las economías seguían siendo débiles.

La ironía es que la carrera política de Erhardt termino porque traicionó uno de sus más firmes principios. En 1966 dejó que su horror por el déficit gubernamental sobrepasara su horror por los aumentos de impuestos. Tuvo que renunciar.

Con el pasar de los años, una Alemania próspera se olvidó de la política que la había hecho próspera. Alemania Occidental fue de 2,156 horas de trabajo anuales en 1960 a 1,517 horas anuales en la actualidad, con las vacaciones y las licencias por enfermedad. Cuando el trabajador alemán se retira a los 62 años, puede recibir una pensión de seguridad social que representa el 70% del promedio de su ingreso neto.

Gran parte de las regulaciones burocráticas que Erhardt abolió en julio de 1948 han regresado bajo diferentes disfraces. Incapaz de competir efectivamente en estas condiciones, gran parte de la industria alemana se está yendo al exterior.

Hoy, Alemania necesita urgentemente una dosis de la medicina económica de Erhardt, pero no muestra síntomas de querer tomarla. Parece mucho más fácil darle la gracias al general George Marshall y seguir viviendo en un estado de bienestar social.